Estrategias seguras
La petrolera ExxonMobil ya tenía pruebas científicas sobre el calentamiento hace 60 años, pero escondió bajo llave los informes y preparó planes para que ni Gobiernos ni organismos internacionales pudieran poner límite a su industria.
No conviene olvidar que ha sido el dinero del petróleo el que ha financiado la expansión del integrismo islámico
Acaba de saberse, gracias a una de esas filtraciones que están animando tanto la actualidad del mundo, que la compañía petrolífera ExxonMobil tenía constancia científica sobre el calentamiento global hace ya sesenta años, bastante antes de que los primeros ecologistas y visionarios lanzaran sus advertencias sobre el efecto invernadero que provoca en la atmósfera la acumulación de CO procedente de la quema de combustibles fósiles. James Hansen, el climatólogo que durante muchos años dirigió el Goddard Institute for Space Studies de la NASA, empezó a investigar sobre el calentamiento global después de estudiar el efecto invernadero provocado en la atmósfera de Venus por la acumulación de vapor de agua y dióxido de carbono.
En los años 80, Hansen consideró necesario salir del laboratorio
para hacer pública su alarma ante un fenómeno que podía estar ya empezando a suceder en la Tierra. En 1988 tuvo una intervención histórica ante el Congreso de Estados Unidos, explicando lo que para muchos era una hipótesis aventurada y hasta insostenible. Desde entonces no ha cesado en su militancia, y ahora es un viejo rebelde que sigue participando en manifestaciones y apareciendo en todos los foros donde lo invitan.
Hansen fue desde luego un pionero, pero ahora estamos sabiendo que más aún lo fueron
los científicos al servicio de ExxonMobil y los ejecutivos que les pagaban. Cuando Hansen consideró que tenía pruebas fehacientes de que la quema incontrolada de combustibles fósiles amenazaba el equilibrio climático del que depende la vida humana sobre la Tierra, se apresuró a difundir sus hallazgos, aun sabiendo que se enfrentaría a la burla y el descrédito. Lo que hizo ExxonMobil más de veinte años atrás fue exactamente lo contrario. Lo primero de todo fue esconder bajo llave todos esos informes. Lo segundo fue prever, con gran sentido del negocio, que más pronto o más tarde, cuando los hielos del Ártico empezaran a derretirse, se podían hacer allí prospecciones ventajosas. Lo tercero, elaborar estrategias de defensa contra la posibilidad de que los Gobiernos o los organismos internacionales intentaran regular o poner algún límite a una industria que probablemente ha acumulado más riqueza que ninguna otra en la historia del mundo, y más desastres sociales, políticos y ambientales. No conviene olvidar, dejando aparte otras consideraciones, que ha sido el dinero del petróleo el que ha financiado la expansión de las variantes más integristas del islam, favorecidas por Arabia Saudí, y que es también el contrabando de petróleo lo que sostiene económicamente las sanguinarias alucinaciones califales del Estado Islámico.
Los mismos abogados y expertos en relaciones públicas que asesoraron a las compañías tabaqueras
en su empeño criminal por ocultar los peligros mortales del hábito de fumar diseñaron la estrategia de las petroleras, no sin la ayuda de Gobiernos débiles y políticos venales, y de científicos indignos que a cambio de dinero para sus laboratorios, y sin duda también para sus bolsillos particulares, se comprometieron en dos tareas simultáneas: la primera, negar la realidad del peligro y desacreditar y ridiculizar a los científicos y a los activistas que lo denunciaban; la segunda tarea, más sutil, en caso de que la primera empezara a debilitarse, fue sembrar la impresión de que en realidad no había un consenso científico indudable, sino un debate entre dos posiciones igualmente persuasivas.
Es una astucia que tiene éxito porque la gente prefiere no creer en el peligro cuando es racional
y no es inmediato, y porque da juego en los debates gritones de la televisión: en cada lado, el defensor de una postura; y alrededor, en el estudio, el público que escucha por turno a unos y a otros, y que aplaude y jalea, casi siempre no al que habla con más fundamento, sino al que emplea mejor la gesticulación y la demagogia. Hay estados estadounidenses, sobre todo en el sur, donde se exige en las escuelas que el creacionismo se enseñe igual que la teoría de la evolución, como si fueran dos posturas equivalentes, y sujetas a la opinión respetable de cualquiera.
Pero no se trata de un debate de ideas, en primer lugar porque una de ellas
no tiene fundamento científico y la otra sí, pero sobre todo por una razón más alarmante: la capacidad de influencia y el poderío económico de las petroleras, como los de las tabacaleras en otro tiempo, son muy superiores a los de las voces sensatas. Millones de personas no habrían muerto de cáncer si la capacidad de manipulación y embuste de las compañías tabaqueras no hubiera llegado tan lejos. No será fácil pedirle cuentas a ExxonMobil por el cambio climático.