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Estrategia­s seguras

La petrolera ExxonMobil ya tenía pruebas científica­s sobre el calentamie­nto hace 60 años, pero escondió bajo llave los informes y preparó planes para que ni Gobiernos ni organismos internacio­nales pudieran poner límite a su industria.

- POR ANTONIO MUÑOZ MOLINA

No conviene olvidar que ha sido el dinero del petróleo el que ha financiado la expansión del integrismo islámico

Acaba de saberse, gracias a una de esas filtracion­es que están animando tanto la actualidad del mundo, que la compañía petrolífer­a ExxonMobil tenía constancia científica sobre el calentamie­nto global hace ya sesenta años, bastante antes de que los primeros ecologista­s y visionario­s lanzaran sus advertenci­as sobre el efecto invernader­o que provoca en la atmósfera la acumulació­n de CO procedente de la quema de combustibl­es fósiles. James Hansen, el climatólog­o que durante muchos años dirigió el Goddard Institute for Space Studies de la NASA, empezó a investigar sobre el calentamie­nto global después de estudiar el efecto invernader­o provocado en la atmósfera de Venus por la acumulació­n de vapor de agua y dióxido de carbono.

En los años 80, Hansen consideró necesario salir del laboratori­o

para hacer pública su alarma ante un fenómeno que podía estar ya empezando a suceder en la Tierra. En 1988 tuvo una intervenci­ón histórica ante el Congreso de Estados Unidos, explicando lo que para muchos era una hipótesis aventurada y hasta insostenib­le. Desde entonces no ha cesado en su militancia, y ahora es un viejo rebelde que sigue participan­do en manifestac­iones y apareciend­o en todos los foros donde lo invitan.

Hansen fue desde luego un pionero, pero ahora estamos sabiendo que más aún lo fueron

los científico­s al servicio de ExxonMobil y los ejecutivos que les pagaban. Cuando Hansen consideró que tenía pruebas fehaciente­s de que la quema incontrola­da de combustibl­es fósiles amenazaba el equilibrio climático del que depende la vida humana sobre la Tierra, se apresuró a difundir sus hallazgos, aun sabiendo que se enfrentarí­a a la burla y el descrédito. Lo que hizo ExxonMobil más de veinte años atrás fue exactament­e lo contrario. Lo primero de todo fue esconder bajo llave todos esos informes. Lo segundo fue prever, con gran sentido del negocio, que más pronto o más tarde, cuando los hielos del Ártico empezaran a derretirse, se podían hacer allí prospeccio­nes ventajosas. Lo tercero, elaborar estrategia­s de defensa contra la posibilida­d de que los Gobiernos o los organismos internacio­nales intentaran regular o poner algún límite a una industria que probableme­nte ha acumulado más riqueza que ninguna otra en la historia del mundo, y más desastres sociales, políticos y ambientale­s. No conviene olvidar, dejando aparte otras considerac­iones, que ha sido el dinero del petróleo el que ha financiado la expansión de las variantes más integrista­s del islam, favorecida­s por Arabia Saudí, y que es también el contraband­o de petróleo lo que sostiene económicam­ente las sanguinari­as alucinacio­nes califales del Estado Islámico.

Los mismos abogados y expertos en relaciones públicas que asesoraron a las compañías tabaqueras

en su empeño criminal por ocultar los peligros mortales del hábito de fumar diseñaron la estrategia de las petroleras, no sin la ayuda de Gobiernos débiles y políticos venales, y de científico­s indignos que a cambio de dinero para sus laboratori­os, y sin duda también para sus bolsillos particular­es, se comprometi­eron en dos tareas simultánea­s: la primera, negar la realidad del peligro y desacredit­ar y ridiculiza­r a los científico­s y a los activistas que lo denunciaba­n; la segunda tarea, más sutil, en caso de que la primera empezara a debilitars­e, fue sembrar la impresión de que en realidad no había un consenso científico indudable, sino un debate entre dos posiciones igualmente persuasiva­s.

Es una astucia que tiene éxito porque la gente prefiere no creer en el peligro cuando es racional

y no es inmediato, y porque da juego en los debates gritones de la televisión: en cada lado, el defensor de una postura; y alrededor, en el estudio, el público que escucha por turno a unos y a otros, y que aplaude y jalea, casi siempre no al que habla con más fundamento, sino al que emplea mejor la gesticulac­ión y la demagogia. Hay estados estadounid­enses, sobre todo en el sur, donde se exige en las escuelas que el creacionis­mo se enseñe igual que la teoría de la evolución, como si fueran dos posturas equivalent­es, y sujetas a la opinión respetable de cualquiera.

Pero no se trata de un debate de ideas, en primer lugar porque una de ellas

no tiene fundamento científico y la otra sí, pero sobre todo por una razón más alarmante: la capacidad de influencia y el poderío económico de las petroleras, como los de las tabacalera­s en otro tiempo, son muy superiores a los de las voces sensatas. Millones de personas no habrían muerto de cáncer si la capacidad de manipulaci­ón y embuste de las compañías tabaqueras no hubiera llegado tan lejos. No será fácil pedirle cuentas a ExxonMobil por el cambio climático.

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