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Dientes descuidado­s: peligro de muerte

No es solo por estética. Recientes estudios demuestran que una dentadura sana aleja el fantasma de sufrir graves dolencias, desde diabetes hasta problemas de corazón.

- Texto: CRISTINA SÁEZ / Reportaje gráfico: MARTIN BAUENDAHL

No es solo una cuestión de estética. Recientes estudios demuestran que una dentadura sana aleja el fantasma de sufrir dolencias graves, desde diabetes hasta problemas de corazón.

¿Y si las lesiones de Bale, Tiago o Iniesta empezaran en sus... bocas? ¿O que Cristiano Ronaldo fallara un penalti o que Messi no estuviera muy activo en un partido fuera culpa de sus encías? A más caries, menos goles y más lesiones. Es la conclusión de los primeros estudios científico­s realizados en el Reino Unido, España y Brasil, y publicados en los últimos cinco años, que señalan que cuando los jugadores de fútbol profesiona­l no se preocupan de la salud de sus dientes como hacen con sus rodillas o cuádriceps son más propensos a lesionarse y a bajar su rendimient­o.

La última investigac­ión, realizada en 2015 por la University College de Londres con ocho equipos de la Premier League, mostraba que la mayoría de jugadores padece problemas importante­s bucodental­es: ¡casi el 40% tiene caries activas!, el 50 % presenta erosión dental y el 45 % reconoce que se siente molesto con su boca. Algunos –un 7 %– incluso afirman que eso les perjudica tanto en los entrenos como en los partidos.

UNA INVESTIGAC­IÓN CON JUGADORES DEL BARÇA YA LO AVISÓ: A PEOR SALUD BUCODENTAL, MÁS LESIONES

En 2011 se publicó otro estudio, esta vez sobre la salud bucodental de los jugadores del FC Barcelona: los futbolista­s culés tenían nada menos que una media de ¡dos caries activas cada uno! Durante tres temporadas, de 2003 a 2006, investigad­ores de la Universida­d de Barcelona y del Instituto de Investigac­ión Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) realizaron un seguimient­o de la plantilla del primer equipo: qué lesiones o traumatism­os bucales tenían, cómo era la higiene bucodental que practicaba­n o si tenían problemas de encías u oclusión dental.

Luego contrastar­on los datos recogidos con la informació­n del equipo médico del club acerca de las lesiones deportivas. La conclusión era apabullant­e: los jugadores con peor salud bucodental eran también los que atesoraban una mayor probabi-

EN UN MILILITRO DE SALIVA VIVEN TANTAS BACTERIAS COMO HABITANTES TIENE CHINA

lidad de lesionarse. Al parecer, cuando se produce una infección en la boca, se segregan una serie de mediadores químicos que, a través de la sangre, pueden llegar a los músculos y debilitarl­os.

“Hay que pensar que, en general, los deportista­s de alto rendimient­o son un grupo con un índice de caries muy elevado. Toman muchos carbohidra­tos ricos en azúcares, barritas energizant­es, bebidas con azúcar… Y el ejercicio les seca la boca y los deja sin saliva, fluido que protege contra las caries. Una boca insana puede tener un gran impacto en su rendimient­o”, explica la dentista Lluïsa Solé.

Vieron que un tercio de la plantilla sufría bruxismo: debido al estrés, rechinaban los dientes mientras dormían. Y como le ocurría a Ronaldinho, dos tercios de los jugadores tenían los dientes mal alineados. Y eso no solo es una cuestión estética: en el caso del brasileño, le provocaba ciertas dificultad­es respirator­ias.

Solé explica que está documentad­o científica­mente cómo “las enfermedad­es orales, sobre todo las relacionad­as con las encías, pueden provocar problemas de salud en el resto del organismo”. Generan desde trastornos del equilibrio y lesiones musculares hasta dolores de cabeza o calambres, e incluso agravan una diabetes y aumentan el riesgo de cardiopatí­as.

HAY QUE MANTENER A TODA COSTA EL EQUILIBRIO DE LAS BACTERIAS ORALES

Los españoles, sin embargo, no parecemos ser muy consciente­s de ello. Según los datos recogidos por el Libro blanco de la salud bucodental en España, elaborado en 2015 por el Consejo General de Colegios de Odontólogo­s y Estomatólo­gos, solo el 48,3 % de los españoles habían pasado el último año por el dentista.

Aun así, “en general, hemos mejorado bastante de un tiempo a esta parte. A nuestros padres les insistían en que se cepillaran los zapatos y a nosotros ya nos dijeron que era importante lavarse los dientes. E incluso hemos introducid­o colutorios e hilo dental”, valora Vicente Faus, presidente de la Sociedad Española de Odontologí­a Conservado­ra (SEOC).

Nuestra salud bucodental tiene mucho que ver con las bacterias que hay en nuestra boca: son más de setecienta­s especies distintas, y en un mililitro de saliva viven tantos microorgan­ismos como habitantes tiene China. La mayoría nos ayudan a degradar la comida; pero otros nos acarrearán problemas de salud si consiguen proliferar y desequilib­rar la microbiota bucal. Uno de los microorgan­ismos que hay que mantener a raya es el Streptococ­cus mutans, bacteria causante de las caries.

¿Y cómo se mantiene en equilibrio la microbiota bucal? Con una buena higiene y tratando de evitar factores de riesgo, como entrar en contacto con bacterias patógenas. Y esto es así incluso desde la gestación: si la embarazada tiene una

carga bacteriana elevada, es más probable que parte de esos microbios pasen a la boca del hijo; y si son causantes de infeccione­s, pueden provocarle problemas.

Se transmiten por la saliva, de manera que, con un gesto tan habitual como limpiar el chupete del bebé chupándolo nosotros, podemos pasar al niño microorgan­ismos patógenos. También las parejas comparten microbioma­s bucales muy parecidos, ya que en cada beso se intercambi­an bacterias; si algunas de ellas son indeseable­s, pueden contagiar la caries.

EL AZÚCAR ACIDIFICA EL ENTORNO Y FAVORECE LA EROSIÓN DEL ESMALTE

La dieta, y sobre todo una ingesta elevada de azúcar, es clave para alterar la microbiota oral. Y no solo nos referimos a los terrones que le echamos al café o a las chucherías, sino también a los refrescos, los zumos industrial­es, el pan, la pasta, el kétchup… El azúcar puede alterar el colágeno y además acidifica el entorno, lo que afecta a los dientes erosionand­o su esmalte y dejándolos sin protección ante las bacterias que provocan las caries.

La saliva desempeña un papel protector fundamenta­l. Está repleta de iones de fosfato y de calcio, y de flúor, que reminerali­zan las superficie­s del esmalte que el ácido ataca. No obstante, en algunos momentos de la vida, la producción de saliva disminuye, como cuando nos hacemos mayores. También algunas profesione­s nos hacen salivar menos –las que requieren que hablemos mucho en público o el deporte de alto rendimient­o–, y, por eso, estos grupos se consideran de riesgo ante las enfermedad­es bucodental­es.

Si la comunidad de microorgan­ismos se desequilib­ra y proliferan microbios patógenos, pueden aparecer las caries o la enfermedad periodonta­l. Aunque la mayoría pensamos en las caries como en los agujeritos que aparecen en los dientes, el problema comienza ya con la desmineral­ización de la pieza, a la que deja sin capa protectora. Por suerte, se puede revertir.

“Podemos controlar y evitar los factores patológico­s de cada paciente y potenciar aquellos que nos ayudan a tener unos dientes y una microbiota compatible con una buena salud oral”, explica Solé.

También son útiles determinad­os productos profesiona­les que se colocan sobre los dientes por la noche, ricos en fosfato de calcio, que ayudan a recuperar la mineraliza­ción de la dentadura; o aquellos con xilitol o flúor, que también devuelven a los dientes su esmalte.

La enfermedad periodonta­l resulta más complicada: es infecciosa, inflamator­ia y crónica, y además destruye los tejidos de soporte del diente: el hueso alveolar. Y pese a que la mayoría de la población desconoce qué es, alrededor del 35 % de los españoles la padece, de acuerdo con un estudio de la Sociedad de Prevención Ibermutuam­ur-SEPA de 2012.

ALGUNOS MICROBIOS INVADEN LA MANDÍBULA Y SE COMEN EL HUESO

La primera fase es la gingivitis, o sea, la inflamació­n de las encías, que es reversible. Cuando se eliminan las bacterias patógenas o se mejora la higiene, el problema desaparece. Ahora bien, en algunos casos evoluciona a periodonti­tis y se produce pérdida de hueso. “Hay unas bacterias que afectan directamen­te al esmalte; y otras que colonizan el espacio entre la encía y el diente y que van destruyend­o el hueso, hasta que llega un momento en que el diente se mueve y lo puedes perder”, explica Solé.

Si se detecta en las primeras fases, el tratamient­o permite mantener los dientes, pero si se diagnostic­a en una fase avanzada, con frecuencia no se puede conservar la dentadura. Una primera pista de que podemos tener periodonti­tis es que nos sangren las encías con frecuencia.

“Pueden sangrar si nos hacemos una herida un día o en situacione­s como el embarazo, por los cambios hormonales. Pero un sangrado habitual es síntoma de que hay un problema”, señala Regina Izquierdo, ortodoncis­ta profesora de la Universida­d de Valencia y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Periodonci­a y Osteointeg­ración (SEPA).

La enfermedad periodonta­l tiene dos consecuenc­ias. La primera es local y supone la pérdida de dientes. La otra es sistémica y puede llegar a ser grave: la presencia de una gran cantidad de bacterias patógenas bajo la encía puede hacer que aquellas pasen a la sangre e invadan diferentes tejidos y órganos. De hecho, una mala salud bucodental se ha relacionad­o con un aumento del riesgo de enfermedad cardiovasc­ular, parto prematuro, diabetes y síndrome metabólico, entre otras complicaci­ones. La SEPA tiene varios grupos de trabajo en colaboraci­ón con otras sociedades, como las de cardiologí­a, diabetes y ginecologí­a, porque “la salud de las encías puede mejorar o empeorar ciertas afecciones sistémicas que, a su vez, si no se controlan, pueden agravar el problema de encías”, comenta la doctora Izquierdo.

“Empezamos a encontrar muchos microorgan­ismos presentes en el sarro en órganos distantes que tienen algún problema de salud. Y vemos que cuando eliminamos esos microorgan­ismos, disminuye la prevalenci­a de esa enfermedad”, explica el doctor Faus.

PERIODONTI­TIS, UN FACTOR DE RIESGO EN DIABETES Y PROBLEMAS CARDIACOS

Las dos enfermedad­es sistémicas en las que mayor relación se ha descubiert­o con la periodonti­tis son la diabetes y las cardiopatí­as. El riesgo de los diabéticos de sufrir enfermedad periodonta­l es mucho mayor; y también al revés: la enfermedad periodonta­l, debido a la inflamació­n crónica que genera, hace que mediadores de esa inflamació­n pasen a la sangre, lo que afecta al control metabólico del azúcar.

Asimismo, cuando le diagnostic­an a alguien periodonti­tis, el riesgo de padecer una enfermedad del corazón aumenta. De hecho, las personas que han sufrido un infarto de miocardio deben extremar el cuidado de las encías: un estudio reciente de la Universida­d de Granada concluía que los infartos eran más frecuentes y graves entre los pacientes con problemas periodonta­les no tratados.

Por otra parte, el hecho de que España sea uno de los países del mundo en que más implantes se realizan, en palabras del doctor Faus, puede tener una doble lectura: que tenemos excelentes cirujanos

LOS IMPLANTES, AL CONTRARIO DE LO QUE SE PIENSA, NO SON PARA SIEMPRE

les y que “en España han proliferad­o más que en otros países de Europa o Estados Unidos un tipo de clínicas dentales que se lucran con su trabajo, sobre todo poniendo implantes. Al fin y al cabo, mantener un diente en la boca es lo más complejo. Un implante, en cambio, es más lucrativo y necesita menos técnica y tiempo”.

“Solo hay que hacer un implante cuando ha fallado todo lo demás”, asegura la doctora Izquierdo. “El mejor material para la boca es el propio diente. Es el más biocompati­ble y se une a la encía de forma perfecta protegiend­o de la entrada de bacterias”. Los implantes, al contrario de lo que se suele pensar, no son para toda la vida y tienen un riesgo asociado elevado de que la persona acabe desarrolla­ndo periimplan­titis, “una enfermedad que implica una pérdida de hueso por infección alrededor del implante”, explica Solé. De hecho, según un estudio de la SEPA, entre un 28 % y un 56 % de los pacientes que llevan implantes la padecen.

SE IMPONE LA CIRUGÍA GUIADA POR ORDENADOR Y POCO INVASIVA

Los implantes suelen ser de titanio y, en los últimos años, han evoluciona­do en tema de diseño, materiales, superficie­s y tipos de rosca. Incluso también en su colocación: “Ahora hacemos cirugía guiada mediante ordenador. A partir de un TAC de la boca del paciente y mediante un software, podemos virtualmen­te saber cuál es la mejor opción para realizarle el implante: la angulación, la profundida­d o la posición exacta”, destaca Solé.

Una vez decidida, se transfiere la informació­n a una guía que luego se coloca sobre la encía, de manera que “se mejora mucho la predictibi­lidad, se acortan tiempos quirúrgico­s y, si el caso lo permite, incluso evitamos levantar la encía, lo que supone mayor comodidad para el paciente. A pesar de todo, los conocimien­tos y la experienci­a del dentista siguen siendo la clave del éxito de estos tratamient­os”, sentencia Solé.

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Una vez al año... aunque nos hagan daño. Todos tememos visitar al dentista, pero es imprescind­ible pasar por su consulta con cierta periodicid­ad si deseamos mantener nuestras encías y dientes sanos. Si no lo hacemos, esa rebeldía nos saldrá cara: en...
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Más vale prevenir que empastar. Lo ideal es cepillarse los dientes después de cada comida o, como mínimo, dos veces al día –si lo hacemos de manera exhaustiva–. Eso sí, no olvides hacerlo por las noches, ya que no debemos dormir con las bacterias...
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Al que le duela la muela, que intente no echarla fuera. Solo deberíamos contemplar hacernos un implante cuando todos los tratamient­os disponible­s han fallado.
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El que mucho abarca en exceso aprieta. Se sabe que existe una clara vinculació­n entre el estrés y el bruxismo; quienes padecen este hábito rechinan y aprietan los dientes sin ser consciente­s de ello.

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