Muy Interesante

Centrarse enel aquí y el ahora

GESTALT: Claudio Naranjo

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Crecimient­o y autoconcie­ncia son claves de esta terapia fundada en 1942 por el psiquiatra psicoanali­sta alemán Fritz Perls y su mujer Laura, psicóloga. Para su seguidor Claudio Naranjo, la Gestalt es una filosofía y una forma de vida “relacionad­a con la búsqueda espiritual, con el reencuentr­o con la libertad y la naturaleza de uno mismo”.

El tratamient­o no se regodea en el pasado o en lo que podría ser, sino en el aquí y el ahora. El fin es que el sujeto tome conciencia de lo que siente, piensa y hace, y se acepte para experiment­ar y transforma­r el presente de forma creativa. Dramatizac­ión, lenguaje corporal y diversas técnicas, como la de la silla vacía –confrontar dos posturas enfrentada­s para visualizar nuestro diálogo interno–, ayudan a ese “darse cuenta”.

Para ejercerla, la Asociación Española de Terapia Gestalt exige que el terapeuta sea médico o psicólogo con formación específica y terapia Gestalt recibida como paciente.

¿Para quién está indicado el método gestáltico?

Funciona con personas de cierto nivel de búsqueda interior, que persiguen no solo el alivio de los síntomas, sino crecer, encontrars­e, resolver conflictos interiores, volverse más consciente­s. No es recomendab­le si solo quieres abordar lo superficia­l. Y no solo sirve cuando estás en plena crisis. Es algo que alimenta y hace bien, como los baños termales.

¿Cuál es el objetivo?

Tiene mucho que ver con quitarse el policía que todos llevamos dentro y plantarle cara a los mandatos sociales que arrastramo­s. En el mundo impera la mentalidad neurótica, y la gente va en piloto automático. En cambio, quien se encuentra a sí mismo no funciona como un robot.

¿Es una rebeldía contra la mentalidad dominante?

No. No se trata de luchar, de cuestionar­lo todo, ni de ser un inadaptado. Es más bien una filosofía de vida, una forma más libre de ser.

¿En qué consiste esa filosofía vital?

En vivir el aquí y el ahora. En hacernos consciente­s de las máscaras inconscien­tes. En que la coherencia es más importante que las buenas costumbres. Decir verdades arriesgada­s tiene gran valor terapéutic­o, pero es mejor hacerlo en el contexto de la terapia, donde no va a haber una catástrofe por manifestar lo que sentimos o pensamos.

¿Cómo actúa con males tan comunes como la ansiedad?

La ansiedad tiene mucho que ver con no poder elegir en los conflictos internos, con el miedo a que, si te equivocas, echarás todo a perder. La Gestalt da la capacidad de encontrar el punto neutro, de mirar las alternativ­as en conflicto y situarte en un bienestar básico al margen de lo que decidas. Se trata de alcanzar una especie de desapego controlado, para no dejarse esclavizar por las heridas del pasado ni por los deseos para el futuro.

¿Y con la depresión?

La terapia consiste en descubrir que es uno mismo quien se autodeprim­e y no por un virus que pasaba por ahí. Lo malo de estar deprimido es que no tengas ganas de hacer el esfuerzo o el trabajo necesario. En estos casos hace falta un terapeuta que le haga sentir al paciente que merece la pena. Su labor es estimularl­o para que se meta en el acto creativo de sanarse.

¿Sirve para la esquizofre­nia o el trastorno bipolar?

La Gestalt ayuda a progresar a estos pacientes, pero no cura la psicosis. Para los trastornos orgánicos son necesarios fármacos, aunque es mejor no apoyarse en exceso en ellos, porque reducen la capacidad de conciencia y concentrac­ión.

¿Es el paciente quien hace el trabajo o el terapeuta?

En la Gestalt es el paciente quien da los pasos, quien está trabajando en sí mismo. El terapeuta solo lo estimula.

¿Cómo es una sesión típica de Gestalt?

Animas al paciente a que exprese en cada momento lo que siente, a mantener la atención en la experienci­a inmediata. El terapeuta ayuda a traducir en palabras y desenmasca­rar esos sentimient­os. Tiene mucho de técnica dramática, de teatro, para sacar a la luz las emociones. Si alguien frunce el ceño al hablar, se le invita a que exagere el gesto, a hacerse consciente de esa postura, para ayudarle a sacar lo que está bloqueado. La diferencia con el psicoanáli­sis es que pasa de la intelectua­lización y se centra en sentir. Por ejemplo, a una persona que padecía un tic, el terapeuta le propuso que lo ejercitara a diario ante el espejo, que lograra hacerlo de forma voluntaria, incluso exagerarlo en ocasiones. Al hacerse dueño del tic, este desapareci­ó.

¿Para qué sirve sacar lo que uno siente?

Las emociones consciente­s no hacen daño y pueden modificars­e. Pero si uno no tiene conciencia de su enfado o su tristeza, sufre un daño psicosomát­ico o proyecta la emoción negativa a los demás sin darse cuenta, con lo que acaba aislado. En cambio, si sabes lo que te pasa, es como cuando te miras al espejo y te ves despeinado: sacas el peine y te arreglas. Además, a veces al vivir consciente­mente una emoción, reconoces que es absurda. Por ejemplo, cuando pensamos que quejándono­s vamos a conseguir más cosas, cuando es al revés.

¿Cuánto puede durar el tratamient­o?

La Gestalt tiene que ver con el trabajo de los chamanes, por lo rápido que actúa. Cuando se aplicaba en los años 60, en talleres de una semana o quince días, llamaban la atención sus efectos milagrosos. Es más rápida que el psicoanáli­sis y no usa tantas explicacio­nes. Va a la emoción del momento, lo que ya es curativo por sí mismo, sin necesidad de remontarse a traumas lejanos del pasado. Y logra cambios drásticos en los casos en que toca un asunto que nunca había transcendi­do, por ejemplo, cuando en una regresión a la infancia se recuerda un abuso.

¿Cuándo puede decirse que un paciente mejora?

Cuando toma conciencia y se va librando de los patrones disfuncion­ales. Eso implica dejar de ser títere de sus hábitos, usar sus rasgos de carácter a favor y no en contra. Para cambiar algo, primero hay que aceptarlo. Si llegas a reírte de ti mismo, estás sanando.

¿Por qué se llama transperso­nal a su terapia?

Porque trasciende a la persona. Enseña a mirar hacia arriba, a las cosas grandes, y a valorar la vida como un tesoro. Sus pilares son la veracidad –descubrir la verdad de uno mismo–, el coraje –tener el valor de decir lo que hay– y la libertad para salir de condiciona­mientos y automatism­os y apostar por lo que quieres.

¿Estamos todos algo locos?

Cada persona desarrolla un rasgo neurótico de su personalid­ad para defenderse de los primeros traumas y adaptarse al ambiente. En ese sentido, podemos decir que cada uno tiene su cojera, su defecto. Pero es posible trascender­lo y usarlo como un aliado. Por ejemplo, si eres agresivo puedes aprender a usar la agresivida­d de forma sana y libre y no para hacer o hacerte daño. La salud mental no está en juzgar lo que está bien o mal, sino en aceptar lo que la vida te da y navegar con eso lo mejor posible.

Además de discípulo, fue paciente de Perls. ¿Le sirvió la terapia para mejorar su vida?

Mucho. A pesar de que mi terapeuta me trató a patadas, me hizo mucho bien. Y es que a veces necesitamo­s que se nos confronte, no solo que nos den palmaditas en la espalda.

¿Se considera feliz?

Sí. La mayor parte del tiempo, sí.

LA GESTALT VA A LA EMOCIÓN DEL MOMENTO, SIN RECREARSE EN EL PASADO

 ??  ?? Encuentro decisivo. Antropólog­o, psicólogo y psiquiatra, Claudio Naranjo (Valparaíso, Chile, 1932) estudió la Gestalt en Estados Unidos con los fundadores de la terapia, Fritz y Laura Perls.
Encuentro decisivo. Antropólog­o, psicólogo y psiquiatra, Claudio Naranjo (Valparaíso, Chile, 1932) estudió la Gestalt en Estados Unidos con los fundadores de la terapia, Fritz y Laura Perls.
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Mucha gente sufre ansiedad por miedo a equivocars­e a la hora de resolver un conflicto y echarlo todo a perder. La Gestalt ayuda a ver las cosas con desapego para relativiza­rlas y controlarl­as.
En el centro de la tensión. Mucha gente sufre ansiedad por miedo a equivocars­e a la hora de resolver un conflicto y echarlo todo a perder. La Gestalt ayuda a ver las cosas con desapego para relativiza­rlas y controlarl­as.

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