¿QUÉ HAY DE NUEVO, LIFI?
LLEGA LA SUPERVELOZ ALTERNATIVA AL WIFI
Intercambiar información a través de la luz visible es ya una realidad gracias a la irrupción del lifi, un sistema de comunicación inalámbrica rápido y seguro, y que puede liberar ancho de banda.
La cifra es abrumadora: 224 gigabytes por segundo, o lo que es lo mismo, cien veces más rápido que una conexión wifi estándar. O lo que fascinará aún más a muchos: el equivalente a bajarse dieciocho películas en un instante. Esta hazaña tecnológica ha sido lograda recientemente en condiciones de laboratorio por un equipo de la Universidad de Oxford, y es el máximo exponente de las tremendas posibilidades del lifi (acrónimo de light fi
delity), la encarnación de la capacidad física de la luz para transmitir datos. Una cualidad que ya intuyó el célebre inventor británico Alexander Graham Bell hace más de 130 años, y que ahora Harald Haas, investigador de la Universidad de Edimburgo, ha perfeccionado hasta convertirla en una de las tecnologías más prometedoras en el concurrido espectro de la transmisión de información.
El asunto es complejo y necesita de las explicaciones de un experto. Ana García Armada, catedrática del Departamento de Teoría de la Señal y Comunicaciones de la Universidad Carlos III de Madrid, aclara que “los datos digitales, ya sean canciones, películas o fotos, no son más que una sucesión de unos y ceros. Esos unos y ceros hay que transmitirlos de alguna forma para que lleguen al receptor, y la luz puede cumplir esa función. Para entendernos, es como un código morse avanzado. Imagina que al apagar transmites un cero y al encender un uno. Si enciendes y apagas a tal velocidad que ni siquiera eres capaz de apreciar el parpadeo, podrías transmitir gran cantidad de datos en milésimas de segundo”.
Pero no es tan fácil como parece. Para empezar, la información ha de llegar hasta el reflector, que no puede ser de cualquier tipo, y que además debe incorporar un dispositivo modulador que interprete los datos antes de que el parpadeo de su haz los envíe al receptor. Este, a su vez, necesita disponer de la tecnología para recibir e interpretar esa información. Vamos por partes. ¿De qué luz estamos hablando? “Tiene que ser una que se disperse lo menos posible, por eso no sirven las bombillas tradicionales. Un láser, que apunta directamente, es ideal. El problema es que no es un producto económico ni está demasiado disponible. Por eso, las lámparas de ledes, extendidas y asequibles, son la gran esperanza para que esta tecnología se haga masiva”.
EL LÁSER TRANSMITE MEJOR LOS DATOS, PERO EL LED ES MUCHO MÁS BARATO
Lo que varía respecto al wifi es la forma de transmisión: este utiliza ondas del espectro radioeléctrico, y el lifi propone una comunicación, también inalámbrica, mediante luz visible, con las ventajas e inconvenientes que ello proporciona. Los datos llegan al punto de acceso –por ejemplo, a través de la red eléctrica–, y, mediante un modulador instalado en el led, la lámpara transmite al dispositivo receptor correspondiente, ya sea un ordenador, una tableta, un móvil o cualquier aparato que disponga de conectividad. Eso sí, cada receptor debe incorporar un fotodiodo, un semiconductor encargado de captar e interpretar esos intervalos de luz que el ojo humano no llega a registrar.
En suma: con el lifi podemos navegar, descargarnos vídeos, música y documentos, trabajar online... Solo necesitamos un led transmisor sobre nuestras cabezas y que nuestro dispositivo esté preparado para ello.
Como decíamos al principio, Bell demostró en 1880 mediante un artilugio al que llamó fotófono que la luz podía transmitir información. Bell logró que su voz se escuchara a cientos de metros de distancia, en lo que puede considerarse la primera comunicación inalámbrica de la historia. Su invento se basaba en transformar ondas de sonido en ondas de luz. Un amplio diafragma recogía las palabras y las convertía en vibraciones que un juego de espejos transmutaba en rayos de luz; estos rebotaban hasta el fotófono del receptor, donde el proceso se revertía y la luz se transformaba en palabras que podían escucharse en un teléfono unido por cable al ingenio. Pero Bell, que saboreaba el éxito por la invención del teléfono –aunque el tiempo ha acabado otorgando ese honor al italiano Antonio Meucci– se adelantó a su tiempo. El uso doméstico de la luz eléctrica estaba en sus inicios y tuvo que trabajar con la del sol. Una simple nube inutilizaba el sistema.
HARALD HAAS: Y CON ÉL SE HIZO LA LUZ DE LA COMUNICACIÓN
Durante el siglo XX se sucedieron varios intentos de convertir la teoría que sustentó el fotófono en sistemas de comunicación útiles y viables, pero hasta hace una década no se empezó a vislumbrar lo que ya representa una alternativa en la transmisión masiva de datos. El responsable ha sido un alemán de 48 años: Harald Haas, profesor de Comunicaciones Móviles en la Universidad de Edimburgo, que ha demostrado algunas de las bondades del lifi desde su laboratorio, convertido hoy en la sede de una empresa –PureLiFi– con la que ya desarrolla productos de consumo.
Una de las grandes virtudes del invento de Haas es la velocidad. ¿De dónde viene esa rapidez? García Armada aclara que “en el espectro electromagnético, tanto el de radio como el visible, la capacidad de mandar información depende del ancho de banda que esté disponible, muy relacionado con la frecuencia de la señal que usas para enviar esa información. Si la frecuencia es muy elevada, entonces habrá mucho ancho de banda, y eso es lo que ocurre con la luz, que tiene un ancho de banda generoso, pues tiene una frecuencia muy alta”. Esto explica el logro de los especialistas de Oxford que en un experimento transmitieron por lifi a 224 gigabytes por segundo. En entornos convencionales, la empresa estonia Velmenni, que ya produce a pequeña escala esta tecnología, ha logrado una velocidad muy inferior pero nada desdeñable: 1 gigabyte por segundo.
La velocidad no es el único punto fuerte de esta prometedora tecnología. Según un estudio elaborado por la compañía Cisco Systems, en 2019 el tráfico mundial de datos se habrá incrementado hasta los 24,3 exabytes al mes (24.300 millones de gigabytes). Hay que tener en cuenta que para en-
tonces el internet de las cosas, o sea, la conexión de todo tipo de objetos a la Red, estará mucho más presente en nuestras vidas y se unirá al uso convencional de los dispositivos más comunes hasta ahora: smartphones, tabletas, ordenadores… Todo eso conllevará una sobreocupación de ondas.
“El espectro radioeléctrico se encuentra saturado, y aunque todavía haya ancho de banda disponible, se está usando para tantas aplicaciones que lo que queda para el envío de datos cada vez es más reducido. Con el led lo tenemos a nuestra disposición por completo, y además el ancho de banda del que podemos disfrutar es mucho mayor”, afirma la investigadora de la Carlos III.
La incorporación del lifi a nuestro día a día no sería la única solución para el temido colapso del espectro radioeléctrico. La diversificación de métodos de transmisión de datos permitiría a los Gobiernos abrir a la industria de las telecomunicaciones el uso de las frecuencias más altas, actualmente utilizadas en astronomía o con fines militares. El lifi no sustituirá al wifi, sino que lo complementará, ganando terreno donde su funcionamiento ofrezca más prestaciones. Cada tecnología resultará más apropiada para circunstancias concretas. Al usuario, que lo que quiere es moverse sin perder conectividad, no le importará de dónde procede esta. Por ejemplo, el lifi es perfecto para espacios relativamente pequeños y diáfanos, ya que su efectividad se pierde si no estamos a tiro de los puntos que suministran datos. No traspasa paredes. “Esto es una ventaja y un inconveniente –advierte García Armada–. Desde el punto de vista de la seguridad, tú estás trabajando en una zona y ahí no hay peligro de que esos datos se vayan a otro lado o que alguien se conecte a nuestra red. El inconveniente es que para cubrir lugares grandes tienes que poner muchos puntos de acceso”. También, por pura lógica, es muy posible que se imponga en espacios donde las interferencias puedan causar problemas, como hospitales y aviones. Y también en lugares remotos donde aún no disponen de conexión wifi por su difícil acceso o la inexistencia de antenas.
UNA LIFI DE PRUEBA EN CARREFOUR LANZA PROMOCIONES AL CLIENTE
Los expertos estiman que esta tecnología alcanzará en dos o tres años una madurez suficiente para su comercialización a gran escala, pero ya hay en marcha proyectos que apuntan a la relevancia que podría llegar a tener en nuestras vidas. En 2015, el profesor Haas firmó un acuerdo con el equipo de la NBA Golden State Warriors, de San Francisco, para la instalación de lifi en la iluminación del pabellón que esta franquicia de baloncesto inaugurará en 2019. Gracias a esta infraestructura, los aficionados podrán recibir, por ejemplo, vídeos con las repeticiones de las mejores jugadas en tiempo real.
Otra iniciativa reveladora es la que la multinacional Philips ha desarrollado en un supermercado Carrefour de la ciudad francesa de Lille. La instalación de 2,5 kilómetros de raíles con lámparas de led permite que el establecimiento localice al consumidor y le envíe a su smartphone promociones relacionadas con los productos ante los que está pasando. Disney, por su parte, trabaja en un sistema de ledes para transmitir vídeos y juegos a las personas que hacen cola en sus parques temáticos.
La industria automovilística también se ha subido al carro. Ya hay modelos de coches con sistemas de iluminación capaces de orientar el haz de luz de sus faros en la misma dirección en la que se gira el volante; la incorporación de ledes con lifi a sus juegos ópticos convertirá los faros en transmisores y receptores de datos. La comunicación entre vehículos, y de estos con las infraestructuras (farolas, paneles...) será factible. Los vehículos podrán regular el tráfico de forma autónoma entre ellos o anticiparse a posibles accidentes.