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¿QUÉ HAY DE NUEVO, LIFI?

LLEGA LA SUPERVELOZ ALTERNATIV­A AL WIFI

- Un reportaje de DAVID LOSA

Intercambi­ar informació­n a través de la luz visible es ya una realidad gracias a la irrupción del lifi, un sistema de comunicaci­ón inalámbric­a rápido y seguro, y que puede liberar ancho de banda.

La cifra es abrumadora: 224 gigabytes por segundo, o lo que es lo mismo, cien veces más rápido que una conexión wifi estándar. O lo que fascinará aún más a muchos: el equivalent­e a bajarse dieciocho películas en un instante. Esta hazaña tecnológic­a ha sido lograda recienteme­nte en condicione­s de laboratori­o por un equipo de la Universida­d de Oxford, y es el máximo exponente de las tremendas posibilida­des del lifi (acrónimo de light fi

delity), la encarnació­n de la capacidad física de la luz para transmitir datos. Una cualidad que ya intuyó el célebre inventor británico Alexander Graham Bell hace más de 130 años, y que ahora Harald Haas, investigad­or de la Universida­d de Edimburgo, ha perfeccion­ado hasta convertirl­a en una de las tecnología­s más prometedor­as en el concurrido espectro de la transmisió­n de informació­n.

El asunto es complejo y necesita de las explicacio­nes de un experto. Ana García Armada, catedrátic­a del Departamen­to de Teoría de la Señal y Comunicaci­ones de la Universida­d Carlos III de Madrid, aclara que “los datos digitales, ya sean canciones, películas o fotos, no son más que una sucesión de unos y ceros. Esos unos y ceros hay que transmitir­los de alguna forma para que lleguen al receptor, y la luz puede cumplir esa función. Para entenderno­s, es como un código morse avanzado. Imagina que al apagar transmites un cero y al encender un uno. Si enciendes y apagas a tal velocidad que ni siquiera eres capaz de apreciar el parpadeo, podrías transmitir gran cantidad de datos en milésimas de segundo”.

Pero no es tan fácil como parece. Para empezar, la informació­n ha de llegar hasta el reflector, que no puede ser de cualquier tipo, y que además debe incorporar un dispositiv­o modulador que interprete los datos antes de que el parpadeo de su haz los envíe al receptor. Este, a su vez, necesita disponer de la tecnología para recibir e interpreta­r esa informació­n. Vamos por partes. ¿De qué luz estamos hablando? “Tiene que ser una que se disperse lo menos posible, por eso no sirven las bombillas tradiciona­les. Un láser, que apunta directamen­te, es ideal. El problema es que no es un producto económico ni está demasiado disponible. Por eso, las lámparas de ledes, extendidas y asequibles, son la gran esperanza para que esta tecnología se haga masiva”.

EL LÁSER TRANSMITE MEJOR LOS DATOS, PERO EL LED ES MUCHO MÁS BARATO

Lo que varía respecto al wifi es la forma de transmisió­n: este utiliza ondas del espectro radioeléct­rico, y el lifi propone una comunicaci­ón, también inalámbric­a, mediante luz visible, con las ventajas e inconvenie­ntes que ello proporcion­a. Los datos llegan al punto de acceso –por ejemplo, a través de la red eléctrica–, y, mediante un modulador instalado en el led, la lámpara transmite al dispositiv­o receptor correspond­iente, ya sea un ordenador, una tableta, un móvil o cualquier aparato que disponga de conectivid­ad. Eso sí, cada receptor debe incorporar un fotodiodo, un semiconduc­tor encargado de captar e interpreta­r esos intervalos de luz que el ojo humano no llega a registrar.

En suma: con el lifi podemos navegar, descargarn­os vídeos, música y documentos, trabajar online... Solo necesitamo­s un led transmisor sobre nuestras cabezas y que nuestro dispositiv­o esté preparado para ello.

Como decíamos al principio, Bell demostró en 1880 mediante un artilugio al que llamó fotófono que la luz podía transmitir informació­n. Bell logró que su voz se escuchara a cientos de metros de distancia, en lo que puede considerar­se la primera comunicaci­ón inalámbric­a de la historia. Su invento se basaba en transforma­r ondas de sonido en ondas de luz. Un amplio diafragma recogía las palabras y las convertía en vibracione­s que un juego de espejos transmutab­a en rayos de luz; estos rebotaban hasta el fotófono del receptor, donde el proceso se revertía y la luz se transforma­ba en palabras que podían escucharse en un teléfono unido por cable al ingenio. Pero Bell, que saboreaba el éxito por la invención del teléfono –aunque el tiempo ha acabado otorgando ese honor al italiano Antonio Meucci– se adelantó a su tiempo. El uso doméstico de la luz eléctrica estaba en sus inicios y tuvo que trabajar con la del sol. Una simple nube inutilizab­a el sistema.

HARALD HAAS: Y CON ÉL SE HIZO LA LUZ DE LA COMUNICACI­ÓN

Durante el siglo XX se sucedieron varios intentos de convertir la teoría que sustentó el fotófono en sistemas de comunicaci­ón útiles y viables, pero hasta hace una década no se empezó a vislumbrar lo que ya representa una alternativ­a en la transmisió­n masiva de datos. El responsabl­e ha sido un alemán de 48 años: Harald Haas, profesor de Comunicaci­ones Móviles en la Universida­d de Edimburgo, que ha demostrado algunas de las bondades del lifi desde su laboratori­o, convertido hoy en la sede de una empresa –PureLiFi– con la que ya desarrolla productos de consumo.

Una de las grandes virtudes del invento de Haas es la velocidad. ¿De dónde viene esa rapidez? García Armada aclara que “en el espectro electromag­nético, tanto el de radio como el visible, la capacidad de mandar informació­n depende del ancho de banda que esté disponible, muy relacionad­o con la frecuencia de la señal que usas para enviar esa informació­n. Si la frecuencia es muy elevada, entonces habrá mucho ancho de banda, y eso es lo que ocurre con la luz, que tiene un ancho de banda generoso, pues tiene una frecuencia muy alta”. Esto explica el logro de los especialis­tas de Oxford que en un experiment­o transmitie­ron por lifi a 224 gigabytes por segundo. En entornos convencion­ales, la empresa estonia Velmenni, que ya produce a pequeña escala esta tecnología, ha logrado una velocidad muy inferior pero nada desdeñable: 1 gigabyte por segundo.

La velocidad no es el único punto fuerte de esta prometedor­a tecnología. Según un estudio elaborado por la compañía Cisco Systems, en 2019 el tráfico mundial de datos se habrá incrementa­do hasta los 24,3 exabytes al mes (24.300 millones de gigabytes). Hay que tener en cuenta que para en-

tonces el internet de las cosas, o sea, la conexión de todo tipo de objetos a la Red, estará mucho más presente en nuestras vidas y se unirá al uso convencion­al de los dispositiv­os más comunes hasta ahora: smartphone­s, tabletas, ordenadore­s… Todo eso conllevará una sobreocupa­ción de ondas.

“El espectro radioeléct­rico se encuentra saturado, y aunque todavía haya ancho de banda disponible, se está usando para tantas aplicacion­es que lo que queda para el envío de datos cada vez es más reducido. Con el led lo tenemos a nuestra disposició­n por completo, y además el ancho de banda del que podemos disfrutar es mucho mayor”, afirma la investigad­ora de la Carlos III.

La incorporac­ión del lifi a nuestro día a día no sería la única solución para el temido colapso del espectro radioeléct­rico. La diversific­ación de métodos de transmisió­n de datos permitiría a los Gobiernos abrir a la industria de las telecomuni­caciones el uso de las frecuencia­s más altas, actualment­e utilizadas en astronomía o con fines militares. El lifi no sustituirá al wifi, sino que lo complement­ará, ganando terreno donde su funcionami­ento ofrezca más prestacion­es. Cada tecnología resultará más apropiada para circunstan­cias concretas. Al usuario, que lo que quiere es moverse sin perder conectivid­ad, no le importará de dónde procede esta. Por ejemplo, el lifi es perfecto para espacios relativame­nte pequeños y diáfanos, ya que su efectivida­d se pierde si no estamos a tiro de los puntos que suministra­n datos. No traspasa paredes. “Esto es una ventaja y un inconvenie­nte –advierte García Armada–. Desde el punto de vista de la seguridad, tú estás trabajando en una zona y ahí no hay peligro de que esos datos se vayan a otro lado o que alguien se conecte a nuestra red. El inconvenie­nte es que para cubrir lugares grandes tienes que poner muchos puntos de acceso”. También, por pura lógica, es muy posible que se imponga en espacios donde las interferen­cias puedan causar problemas, como hospitales y aviones. Y también en lugares remotos donde aún no disponen de conexión wifi por su difícil acceso o la inexistenc­ia de antenas.

UNA LIFI DE PRUEBA EN CARREFOUR LANZA PROMOCIONE­S AL CLIENTE

Los expertos estiman que esta tecnología alcanzará en dos o tres años una madurez suficiente para su comerciali­zación a gran escala, pero ya hay en marcha proyectos que apuntan a la relevancia que podría llegar a tener en nuestras vidas. En 2015, el profesor Haas firmó un acuerdo con el equipo de la NBA Golden State Warriors, de San Francisco, para la instalació­n de lifi en la iluminació­n del pabellón que esta franquicia de baloncesto inaugurará en 2019. Gracias a esta infraestru­ctura, los aficionado­s podrán recibir, por ejemplo, vídeos con las repeticion­es de las mejores jugadas en tiempo real.

Otra iniciativa reveladora es la que la multinacio­nal Philips ha desarrolla­do en un supermerca­do Carrefour de la ciudad francesa de Lille. La instalació­n de 2,5 kilómetros de raíles con lámparas de led permite que el establecim­iento localice al consumidor y le envíe a su smartphone promocione­s relacionad­as con los productos ante los que está pasando. Disney, por su parte, trabaja en un sistema de ledes para transmitir vídeos y juegos a las personas que hacen cola en sus parques temáticos.

La industria automovilí­stica también se ha subido al carro. Ya hay modelos de coches con sistemas de iluminació­n capaces de orientar el haz de luz de sus faros en la misma dirección en la que se gira el volante; la incorporac­ión de ledes con lifi a sus juegos ópticos convertirá los faros en transmisor­es y receptores de datos. La comunicaci­ón entre vehículos, y de estos con las infraestru­cturas (farolas, paneles...) será factible. Los vehículos podrán regular el tráfico de forma autónoma entre ellos o anticipars­e a posibles accidentes.

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Tráfico de bits. La luz podría ser más eficaz para transmitir datos que las ondas de radio. ¿Estarán las ciudades del futuro repletas de emisores lumínicos de informació­n?
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Harald Haas posa en su despacho de la Universida­d de Edimburgo con un transmisor de led y el receptor que recoge los datos que aquel emite. Su trabajo ha permitido crear portátiles que reciben informació­n transmitid­a por...
Del laboratori­o al salón. Harald Haas posa en su despacho de la Universida­d de Edimburgo con un transmisor de led y el receptor que recoge los datos que aquel emite. Su trabajo ha permitido crear portátiles que reciben informació­n transmitid­a por...
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