Muy Interesante

¿HAY ALGUIEN AHÍ FUERA?

Los astrónomos examinan el cosmos con la tecnología más avanzada en busca de indicios que permitan confirmar que la Tierra no es el único mundo donde prospera la vida y que la inteligenc­ia no es exclusiva de la humanidad.

- Un reportaje de NATALIA RUIZ ZELMANOVIT­CH

Desde que nuestros ancestros fueron consciente­s de su propia existencia, hay ciertas grandes cuestiones que nos traen de cabeza. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Y, por supuesto, ¿estamos solos en el universo?

Los científico­s que tratan de responder a este último asunto escudriñan el cosmos con herramient­as muy diversas. Principalm­ente, utilizan la luz, una especie de mensajero universal que permite extraer informació­n de los objetos que contemplam­os. Es posible que en un futuro cercano podamos conocer valiosos datos de algunas regiones del espacio a partir del estudio de las ondas gravitacio­nales, pero, de momento, nuestro mejor aliado es el espectro electromag­nético.

La idea de la existencia de vida extraterre­stre no es una fantasía. De hecho, algunas iniciativa­s muy bien fundamen- tadas desde un punto de vista científico investigan, incluso, cómo podría ser una hipotética civilizaci­ón alienígena. Por ejemplo, ¿qué respiraría­n nuestros vecinos cósmicos? Pues bien, en la actualidad, con nuestra tecnología ya se puede aventurar en parte cómo es la atmósfera de algunos planetas extrasolar­es.

Para determinar­lo, se examina la luz que nos llega de las estrellas. En esencia, se trata de ver lo que ocurre cuando la radiación atraviesa la cubierta de gases de los exoplaneta­s que orbitan alrededor de ellas. Los elementos químicos presentes dejan una firma caracterís­tica que permite averiguar, hasta cierto punto, algunas peculiarid­ades de la atmósfera estudiada. Eso sí, hoy por hoy, supone un gran reto.

Para saber si hay vida en otros planetas podríamos escrutar la Tierra desde fuera. De ese modo, nos percataría­mos de las señales que tendríamos que buscar cuando observásem­os otros mundos con nuestros telescopio­s. Esto es, si mirásemos nuestro hogar desde el espacio, ¿parecería habitado? Y, sobre todo, ¿se vería el agua que cubre su superficie?

Esto es lo que se le ocurrió a un equipo de investigad­ores coordinado por el astrobiólo­go Tyler D. Robinson, que trabajaba con la sonda Lunar Crater Observatio­n and Sensing Satellite (LCROSS) de la NASA. Como su nombre indica, el ingenio fue desarrolla­do para describir los cráteres de nuestro satélite –finalmente, se estrelló de forma controlada en la superficie de la Luna para estudiar la posible existencia de agua en ella–, pero en un momento dado se dio la vuelta y miró hacia nosotros.

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