Muy Interesante

Se inventa la tecnología para hacer la permanente

Tras muchos años de melenas femeninas chamuscada­s, en 1906 un peluquero alemán llamado Nessler presentaba al mundo un método capaz de rizar el cabello de forma duradera y sin dañar la piel.

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El compositor Francisco Alonso estrenó en 1931 su revista Las Leandras. En ella se canta el chotis Pichi, donde “el chulo que castiga” recomienda displicent­e: “Anda y que te ondulen con la permanén, y pa’ suavizarte que te den col-crem”. El ondulado permanente estaba de moda, así como el empleo de la cold cream –que llegó a España en 1927 y se llamó así porque refrescaba al aplicarla–.

La permanente, es decir, el lograr un ondulado duradero, implica deshacer la estructura interior del cabello, rompiendo enlaces entre las cadenas de proteína –una queratina rica en azufre–, y luego restablece­rla, tras dar al cabello la forma deseada –liso, ondulado o rizado–. La clave está en los enlaces de azufre, cuya fractura se obtiene por vía química y térmica.

Por aplicación de calor funcionaba­n ya a finales del XIX unas tenazas curvas que se enrollaban en el pelo, una vez calentadas a la llama de alcohol. La temperatur­a se contrastab­a con un papel de periódico: si este se tostaba ligerament­e, era la correcta; pero la operación terminaba muchas veces oliendo a cuerno quemado.

NI UN PELO DE TONTO. Una aportación importante fue la del peluquero Karl Ludwig Nessler, que tenía un salón de belleza en la londinense Oxford Street. Tras ensayar distintos agentes químicos para doblegar el cabello de forma duradera y sin dañar la piel, el 8 de octubre de 1906 realizó la prime-

EL ESPAÑOL CUANDO RIZA... Con la huida de Nessler a EE. UU. por la guerra –era un alemán en Inglaterra–, el relevo en Londres lo tomaron el peluquero suizo Eugène Suter y el técnico español Isidoro Calvete, que en 1917 crearon una máquina eléctrica basada en calentador­es tubulares de aluminio que podía usarse para cabellos cortos. Su alianza no terminó bien, y se comerciali­zaron por separado los productos de Eugène y las máquinas de Calvete.

A lo largo del siglo se desarrolla­rían tratamient­os para una permanente en frío, que procuraban el menor daño a la piel y larga vida a la cabellera.

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