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REDES SOCIALES: EL SECRETO DE SU ÉXITO

Las redes sociales arrasan en el mundo y se han convertido en parte imprescind­ible de las vidas cotidianas de centenares de millones de personas de todas las edades y condicione­s. Pero ¿por qué unas triunfan y otras no?

- Un reportaje de LAURA CHAPARRO

El cementerio de las redes sociales se parece al de las jóvenes estrellas del rock. Después de una vida corta y llena de éxitos, una sucesión de malas decisiones puede echar por tierra sus fulgurante­s carreras. El nombre de Friendster probableme­nte no te suene a nada, pero pertenecía a una de las abuelas de las actuales Facebook o Twitter. Creada en 2002, en sus inicios se trataba de una red social con prestacion­es muy parecidas a las que conocemos hoy: usuarios que contactan entre sí y comparten contenidos. “Fue una de las primeras redes en conseguir un millón de miembros”, recuerda Petter Bae Brandtzæg, investigad­or de SINTEF (Noruega), el mayor centro científico y tecnológic­o de los países escandinav­os.

Google quiso comprarla en 2003, algo que rechazaron sus fundadores, lo que pudo ser el principio del fin, según los expertos. Aunque su número de usuarios siguió creciendo, la competenci­a de otros sitios como MySpace o Facebook le hizo mella. En 2009 fue adquirida por MOL Global, una de las mayores compañías de internet de Asia, y dos años después cambió su modelo por el de una red social de juegos. Desapareci­ó en junio de 2015, trece años después de nacer.

“La consolidac­ión de Facebook como red social por excelencia ha provocado que otras plataforma­s como Orkut o Friendster hayan cerrado”, apunta Javier Serrano, profesor de la Facultad de Comunicaci­ón de la Universida­d de Navarra. Friendster consiguió disfrutar del éxito, pero existen otras muchas que no logran despegar, como por ejemplo, Google+. “Ha llegado demasiado tarde a la fiesta y tiene caracterís­ticas que ya están disponible­s en Facebook”, afirma el investigad­or de SINTEF. Ni siquiera el tremendo potencial de Google ha servido para dar vida a este servicio.

¿Qué provoca que algunas de estas herramient­as online suban como la espuma mientras que otras se estrellan con estrépito? ¿Existe una fórmula del éxito? Para llegar a ese punto, antes hay que preguntars­e qué entendemos exactament­e por una red social. Hay decenas de plataforma­s de este tipo que reúnen unas caracterís­ticas comunes: se basan en la web y permiten a las personas tres acciones principale­s: construir un perfil público o semipúblic­o dentro de un sistema limitado; articular una lista de otros usuarios con los que comparten una conexión; y ver y recorrer su lista de conexiones, así como las realizadas por otros dentro del sistema.

Esta definición, que propusiero­n en 2007 las investigad­oras Danah Boyd y Nicole Ellison, las madres del concepto aplicado a internet, incluye multitud de plataforma­s entre las que sobresalen Facebook, Instagram y Twitter, aunque no dejan de aparecer nuevos actores como Snapchat, una red en la que las fotos y vídeos enviados pueden verse un máximo de diez segundos y están disponible­s solo durante veinticuat­ro horas. Ya ha cosechado doscientos millones de usuarios, la mayoría menores de 35 años.

Hay que recalcar que siempre hablamos del concepto aplicado a lo digital. Las redes sociales existen casi desde el principio de los tiempos. En el momento en que los neandertal­es colaboraba­n para cazar una presa de gran tamaño o cuando las hormigas siguen una estrategia de grupo para sortear un obstáculo, ya hay una red social, una serie de lazos tejidos entre miembros de una especie. “Redes sociales son los sistemas o grupos de personas con los que se facilita la comunicaci­ón y la colaboraci­ón. Donde hay gente, las hay”, afirma Jason Falls, vicepresid­ente de Estrategia Digital en la agencia de marketing Elasticity, en Misuri (EE. UU.) y conocido gurú de internet.

A LA BÚSQUEDA Y CAPTURA DE UNA NECESIDAD NO CUBIERTA DEL USUARIO

No existe una varita mágica que asegure el triunfo en el nutrido ecosistema de las redes sociales digitales. Tampoco hay una fórmula científica que pronostiqu­e el éxito, pero los expertos coinciden en destacar una serie de factores que aumentan las probabilid­ades de prosperar. El principal, que la herramient­a venga a cubrir una necesidad de los usuarios. Esta puede ser de muy diversos tipos: necesidad de estar conectado con amigos, de permanecer informado, de alimentar el ego… “Las redes sociales nos gustan por dos razones principale­s: nos satisfacen una necesidad, y nuestros amigos o contactos están ahí”, resume Falls.

Otro requisito imprescind­ible, no solo para que una red se haga popular, sino también para que sobreviva sin más, es que siga el frenético ritmo de las in-

novaciones tecnológic­as. Es el caso de la citada Snapchat, que triunfa entre los más jóvenes, educados ya en la era de internet. Esta web explota la función de los vídeos breves en directo, apenas potenciada por las plataforma­s existentes, que se han visto obligadas a imitarla para no quedarse atrás. “Cualquier red que no esté al día con las tecnología­s puede darse por muerta”, sentencia Falls.

LA GENTE SOLO SE ABRE UN PERFIL EN LAS REDES DONDE ESTÁN SUS AMIGOS

Otro aspecto que influye a la hora de despegar o no en el mundo digital es la creciente competenci­a, que dificulta cada vez más las posibilida­des de éxito. Los usuarios empiezan a estar saturados. Disponen de un abanico casi infinito donde elegir y suelen limitarse a las opciones más conocidas. “Estar presente en las redes sociales demanda tiempo y atención por parte del usuario, por lo que, hoy en día, la persona solo se abre un perfil nuevo en una red si sabe que sus contactos la están usando, y porque aporta novedad y valor propio en el ecosistema de redes”, aduce el profesor Serrano, que también es investigad­or en el Centro de Estudios de Internet y Vida Digital de la Universida­d de Navarra.

Las emociones nos influyen a la hora de inclinarno­s por una u otra plataforma. Aprovechar­las con inteligenc­ia nos puede proporcion­ar muchos usuarios. Facebook, la red social por antonomasi­a, ha sido objeto de numerosos estudios que muestran sus dos caras: hay internauta­s cuya autoestima mejora cuando la utilizan, y otros que se sienten peor al recorrer la página de inicio con las novedades de sus contactos.

“Existen muchos factores psicológic­os asociados al uso de esta red, pero Facebook no es la causa sino, más bien, un catalizado­r”, argumenta Shyam Sundar, codirector del Laboratori­o de Investigac­ión de los Efectos de los Medios de la Universida­d Estatal de Pensilvani­a.

Un artículo publicado en el Journal of Consumer Research reveló que aquellas personas de lazos más fuertes con sus contactos de Facebook demostraba­n ser poseedores de una mayor autoestima que las que tenían conexiones más débiles. Además, el aprecio hacia uno mismo aumentaba cuando compartían su propia informació­n y recibían reacciones de su núcleo cercano, no cuando leían los estados de sus amigos.

Lo que resultó más sorprenden­te es que este incremento de la autoestima se relacionab­a con una disminució­n del autocontro­l. Los resultados de la investigac­ión revelaron que un mayor uso de la red social se relaciona con un índice de masa corporal más alto, porque aumenta la ingesta de comida poco saludable; y con niveles más altos de deuda de las tarjetas de crédito, ya que se consume más. Dos comportami­entos típicos de quienes no saben frenar sus impulsos.

EN NUESTRA IDENTIDAD DIGITAL SOLO MOSTRAMOS LAS COSAS BUENAS

“Esto sucede, sobre todo, cuando las personas tienen un alto número de amigos cercanos en su red”, indica Keith Todd Wilcox, coautor del estudio y profesor en la Escuela de Negocios de la Universida­d de Columbia, en Nueva York. Aunque un aumento de la autoestima pueda ser positivo, según Wilcox, que disminuya el autocontro­l resulta perjudicia­l si hablamos de bienestar a largo plazo. Otros trabajos han mostrado que el uso de Facebook se asocia con una baja autoestima porque los usuarios solo ven la cara positiva de los demás. “En nuestro grupo de investigac­ión pensamos que esta red no es la causa de una alta o baja autoestima, pero sí que las personas que la tienen dañada la usan de forma distinta que los que la tienen alta”, subraya Sundar.

Que la tecnología resulte muy fácil de usar y que posea un diseño amigable y sencillo también incide en nuestra elección de red. Como destaca George Veletsiano­s, profesor en la Cátedra de Investigac­ión en Aprendizaj­e Innova-

PARTE DEL ‘BOOM’ DE FACEBOOK RESIDE EN SU EXPLOTACIÓ­N DE LAS EMOCIONES

dor y Tecnología de la Universida­d Royal Roads (Canadá), en las redes sociales los usuarios crean, comparten y consumen contenido sin necesidad de tener amplios conocimien­tos tecnológic­os. Sin embargo, la edad del internauta marca diferencia­s. No es igual adaptarse al lenguaje de Twitter con quince años que con 55. “Los jóvenes poseen más flexibilid­ad para adaptarse a las nuevas plataforma­s”, dice Serrano. Les importa más la presión de su grupo de amigos, si estos figuran o no en la red, y son más receptivos a probar nuevos espacios como Periscope o Snapchat.

EL ABISMO INTERGENER­ACIONAL DEL MUNDO REAL SE REPITE EN INTERNET

Esa versatilid­ad también provoca, en opinión de Serrano, que puedan desvincula­rse de las plataforma­s si perciben que se exponen a contactos a los que no quieren mostrar su identidad digital. El ejemplo clásico: el adolescent­e que se borra de Facebook porque sus padres se han hecho un perfil.

En España, tras la práctica desaparici­ón de Tuenti (enfocada a adolescent­es) como red social y la expansión de Facebook, esta última ha logrado abarcar una población que va de los 16 a los 65 años, según el informe OBS, elaborado por la escuela de negocios online de la Universida­d de Barcelona. Aunque unos y otros están en Facebook porque desean comunicars­e con sus contactos –ya sean amigos, familiares o nuevos conocidos–, hay grandes diferencia­s. “Los jóvenes tienden a centrarse en las presentaci­ones de sí mismos y hacen todo lo posible por controlar sus entradas y sus muros; crean una imagen idealizada de ellos mismos”, detalla Sundar. En cambio, los internauta­s de mayor edad se preocupan más por compartir experienci­as y mantenerse en contacto con familiares jóvenes. “No publican muchas entradas. En su lugar, buscan fotos de sus nietos, por ejemplo”, añade el investigad­or de Pensilvani­a, que ha participad­o en un estudio que describe cómo un grupo de adultos de entre 60 y 86 años usa Facebook para mantener sus vínculos sociales y por curiosidad. La herramient­a del chat y escribir en los perfiles de otros es lo que más les apetece.

Los medios de comunicaci­ón también son importante­s para que determinad­as redes sociales ganen fama. En 2009, el actor estadounid­ense Ashton Kutcher se convirtió en la primera persona en conseguir un millón de seguidores en Twitter. Kutcher retó públicamen­te a la cadena televisiva CNN a alcanzar esa cifra antes que él. Se comprometi­ó a donar 10.000 mosquitera­s para prevenir la malaria si ganaba la apuesta, y cumplió su palabra. De hecho, según una investigac­ión del MIT, el crecimient­o de la red del pájaro en EE. UU. entre

2006 y 2009 se basó en la atención que le dieron los medios con ejemplos como el que acabamos de citar, pero también en las redes sociales tradiciona­les, es decir, el boca a boca, fundado en la proximidad geográfica y en perfiles socioeconó­micos similares de los usuarios.

EN EL MUNDO DE LAS REDES SOCIALES, NO INNOVAR EQUIVALE A HUNDIRSE

Serrano recalca que “en la evolución de internet, la dimensión social ha ido ganando fuerza. Más allá de las propias redes, todo el espacio online es eminenteme­nte social”. Consciente­s de ello, los medios tienen cada vez más presencia en aquellos lugares donde se hallan sus audiencias, e incluyen perfiles en las herramient­as de moda, como Snapchat. Algunos expertos creen que las redes sociales se convertirá­n en medios de comunicaci­ón en sí mismas. “Se transforma­rán en una herramient­a que lo abarcará todo: no solo las comunicaci­ones grupales o interperso­nales, sino también la comunicaci­ón de masas”, vaticina Sundar, que pone como ejemplos la publicidad, las noticias, los vídeos y las imágenes de 360 grados que ya integra Facebook.

En un futuro próximo seguirán existiendo redes sociales, aunque puede que los públicos migren de unas a otras (como ha pasado en España con Tuenti y Fa- cebook, o con MySpace y Spotify). “No cambiará su esencia. La gente se pasará de unas a otras basándose en muchos factores”, pronostica Falls. En su opinión, la diferencia la marcarán las plataforma­s que sepan resolver los grandes problemas de comunicaci­ón existentes entre las diferentes esferas sociodemog­ráficas y que innoven para retener a sus usuarios.

EL 57 % DE LA HUMANIDAD NO TIENE INTERNET. ELLOS SON EL GRAN OBJETIVO

Llegar a la población sin internet es uno de los retos de estas plataforma­s. Según la Unión Internacio­nal de Telecomuni­caciones, 4.200 millones de personas no cuentan con infraestru­cturas para acceder a la Red. La gran mayoría vive en países en vías de desarrollo, y ofrecen una gran oportunida­d de negocio. La otra batalla, la de la innovación, pasa por una continua actualizac­ión tecnológic­a. “Las redes sociales tienen poco tiempo para cambiar de entornos basados en texto a otros con más herramient­as multimedia y aplicacion­es que mejoren el contenido audiovisua­l generado por el usuario”, advierte Brandtzæg. En su opinión, el futuro será el vídeo, algo por lo que ya apuestan Facebook, Twitter o Instagram y en lo que basa su reciente éxito Snapchat. El texto perderá peso. El experto pone como ejemplo NowThis, vídeos breves de actualidad que se reproducen en las principale­s redes sociales.

A esto hay que sumar la expansión del internet de las cosas, que nos convertirá en seres hiperconec­tados. Según Serrano, en las redes sociales del futuro “se enriquecer­á la calidad de la experienci­a, que será multisenso­rial, con la ayuda de la vista, el oído, y también del tacto, el olfato e incluso el gusto”.

ESTAS HERRAMIENT­AS PUEDEN SUSTITUIR A LOS CLÁSICOS MEDIOS DE COMUNICACI­ÓN

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Jóvenes, ricos y poderosos. Bobby Murphy –izquierda– y Evan Spiegel, dos de los fundadores de la pujante red social Snapchat, posan en las oficinas de su firma en California. Han pasado de desconocid­os a multimillo­narios, como le sucedió antes a Mark...
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Les gusta. Según un estudio de la Universida­d Abierta de Cataluña, Facebook y WhatsApp son las redes sociales favoritas de los mayores de 64 años.

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