Muy Interesante

Silenciada­s

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La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) estima que una de cada tres mujeres en el mundo que ha mantenido una relación ha sufrido algún tipo de agresión física o sexual en algún momento de su vida. Aunque se tiende a pensar que estos episodios son más frecuentes en las familias con menos ingresos o un bajo nivel educativo, un reciente estudio sostiene que las mujeres de clases acomodadas no son ajenas en absoluto a este problema. Es más, la presión por mantener las apariencia­s –por ejemplo, para mostrar que su matri- monio es perfecto– disuade a muchas de abandonar a una pareja violenta o destapar el hecho de que son maltratada­s. Así lo indican Megan L. Haselschwe­rdt y Jennifer Hardesty, profesoras de Desarrollo Humano y Estudios Familiares en las universida­des de Auburn e Illinois (EE. UU.).

Atrapadas sin salida. En su opinión, la cultura de la riqueza, que ensalza el bienestar material, el perfeccion­ismo y el estatus social, produce unas expectativ­as sociales que evitan que muchas mujeres se decidan a pedir ayuda. Y ello a pesar de que, supuestame­nte, las féminas acomo- dadas cuentan con más recursos y herramient­as para escapar de esa situación.

Para determinar­lo, Haselschwe­rdt entrevistó a diez mujeres casadas que habían sufrido violencia machista en el hogar y a diecisiete asistentes sociales, todas ellas de un próspero barrio. En un ensayo publicado en el Journal of Marriage and Family, esta experta señala que todas menos una contaron que sus cónyuges las sometían a frecuentes episodios de violencia de diverso tipo que iban a más con el tiempo. Estos ejercían el control mediante diversas formas de abuso: amenazas, golpes, insultos y espiando y vigilando todos sus movimiento­s... Algunos incluso les impedían el acceso a las cuentas bancarias o les quitaban las tarjetas de crédito. DENUNCIA LOS MALOS TRATOS EN EL 016.

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