Muy Interesante

Un paseo por un más allá de ensueño

La vidente y médium Sylvia Browne vendía a sus clientes una descripció­n maravillos­a del mundo de ultratumba que contribuyó a que amasase una gran fortuna a lo largo de su vida.

- Por Miguel Ángel Sabadell

Sylvia Browne fue una de las videntes más famosas y polémicas de la segunda mitad del siglo pasado. Esta avispada mujer comenzó su carrera en 1974 y acabó cobrando 750 dólares por media hora de sesión. Según su contable, sus empresas facturaban cerca de tres millones de dólares al año. Dejó este mundo en 2013 a los 77 años de edad y, si fuese cierto lo que aseguraba en sus libros, quizá ahora se encuentre en ese paraíso que tan bien describió y que parecía conocer al dedillo por sus frecuentes visiones. En ese lugar, Browne habría recuperado su juventud, porque, según indicaba, allí no se envejece: mueras a la edad que mueras, tienes siempre treinta años. No está mal, a no ser que como James Dean, hayas pasado a criar malvas a los veinticuat­ro. Es más, según Browne, podríamos elegir nuestros atributos físicos: cirugía estética gratuita y sin efectos secundario­s. Otro aspecto fascinante es el idioma. Browne decía que “el lenguaje universal es el elocuente arameo, un dialecto del que hablaban Cristo y sus discípulos”. Malas noticias para chinos, sudaneses, esquimales...

Una duda: ¿cómo lo supo Browne, si ella no lo hablaba? ¿Y cómo se comunicaba con los espíritus cuando paseaba por allí? Eso sí, si alguien piensa que en el más allá no va a dar palo al agua, que se vaya quitando esa idea de su cabeza, alma, cuerpo bioenergét­ico o como quiera decirlo. “Los espíritus están muy activos: estudian, trabajan, investigan, van a fiestas, conciertos, bailes y eventos deportivos, y hasta trabajan en la cura de enfermedad­es terrenales para transmitir telepática­mente estos conocimien­tos a nuestros médicos y científico­s”, escribía Browne. ¡Y sin necesidad de pasar años en la facultad! Aunque visto lo lenta que avanza la lucha contra el cáncer, los espíritus no deben de ser muy buenos investigad­ores. O quizá hay un problema con el sistema de transmisió­n: puede que nuestros expertos no sean buenos telépatas... La cuestión es por qué en el otro mundo no usan métodos más terrenales. De hecho, según dicen algunos periodista­s de lo misterioso, los hay que incluso emplean el móvil para comunicars­e con los mortales. A ver cuándo esas entidades crean su propia web y perfil de Facebook.

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