El abecé del alfabeto
No hay noticias fiables respecto a cuándo y cómo surgió el alfabeto. Los griegos reconocían haberlo tomado de los fenicios, que disponían de uno primitivo, sin vocales, compuesto de veintidós signos. A partir de ahí su origen es incierto. Del griego, es cierto, proviene el nombre, que hace referencia a sus dos primeras letras: alfa y beta.
Una pregunta frecuente es si alfabeto y abecedario significan lo mismo, y aunque la definición en el diccionario de la Real Academia es muy similar, el último alude exclusivamente a las letras de un idioma, mientras que alfabetos los hay de muy diversos tipos, como el morse, el braille y el dactilológico, que permite comunicarse a personas mudas. El mismo término sirve para designar a quien sabe leer y escribir, y de ahí surgen analfabeto –su contrario– o el verbo alfabetizar.
En la actualidad, el alfabeto –o abecedario– castellano tiene veintisiete letras. Antes de 1947, la uve se llamaba ve, de modo que para no confundirla con su gemela fonética, la be, se la conocía popularmente como ve corta o ve baja. Otras curiosidades son que la equis es igual en plural que en singular o que la q no incluye la propia letra en su nombre, pues se escribe cu.
Y para terminar, se denomina pangrama a aquel texto que contiene todas las letras del abecedario. Resulta muy útil en mecanografía, porque obliga a utilizar todos los dedos, o en tipografía, ya que permite mostrar la totalidad de las fuentes. Uno de los pangramas más conocidos en español dice así: “El veloz murciélago hindú comía feliz cardillo y kiwi. La cigüeña tocaba el saxofón detrás del palenque de paja”.