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El bluf de los nativos digitales

Un reciente ensayo sostiene que, a pesar de lo que se cree, los usuarios nacidos en la era de internet no tienen por qué albergar especiales habilidade­s tecnológic­as.

- Por Marta Peirano

En general, se dice que los nativos digitales son las personas que vinieron al mundo a mediados de los 90, con el ratón bajo el brazo, por así decirlo. Crecieron jugando a los videojuego­s y chateando en el IRC, y asistieron a la llegada de Google, los blogs, los smartphone­s... Hay quien cree que están tan lejos de la generación anterior como el Homo sapiens del Homo rhodesiens­is, que ya tenía un respetable cráneo de 1.250 cm³, pe- ron o había desarrolla­do el comportami­ento moderno quede muestra que estás en la pomada evolutiva. Con ellos, lo moderno sería colgarse trozos de roca pintada para salir por la noche. Ahora, se trata de compartir cada segundo de tu vida, hacer fotos a la comida o conocer a todos los miembros del clan Kardashian.

Y, sin embargo, un nuevo libro pone todo ello en jaque.

Se titula Los nativos digitales no existen, y argumenta que haberte criado entre ordenadore­s no te inserta habilidade­s técnicas en los genes. Lo firman Susana Lluna y Javier Wicho Pedreira, editor del mítico Microsierv­os y responsabl­e de informátic­a de los Museos Científico­s Coruñeses, aunque es un ensayo colectivo. Este viene a recordarno­s que el dominio de Instagram o Twitter solo sirve para usar esas plataforma­s comerciale­s, y que los nativos digitales son tanto o más analfabeto­s en el mundo tecnológic­o que sus padres.

Saber usar una plataforma no significa entender

cómo funciona la tecnología que hay detrás; ni siquiera significa saber usar otras tecnología­s parecidas, porque las interfaces de usuario cambian de empresa a empresa. La mayor parte de esos nativos digitales no entienden HTML, el lenguaje con el que se construye la Red, ni conocen ningún lenguaje de programaci­ón. Vivir enganchado a la Red sin hablar ni una de sus lenguas no es ser un nativo digital, es ser un analfabeto digital.

“Muchos chicos tienen el dispositiv­o, pero no

miento. A su vez, numerosose­l conoci- padres tampoco acompañan a sus hijos porque no poseen unas capacidade­s básicas”, explica Lluna. El libro busca devolverle­s la ambición de educarlos, en lugar de dar por sentado que la brecha digital que los separa es infranquea­ble. Aunque lo publican con licencia Creative Commons, también se puede comprar. El dinero va a parar al proyecto Mak3rs de Ayuda en Acción, una iniciativa que acerca la tecnología a jóvenes en riesgo de pobreza y exclusión social.

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