VENTAJAS DE SER GENEROSO
Dar algo nuestro para ayudar a los otros es una conducta tan humana y natural como el egoísmo. Los científicos explican esta contradicción a la luz de la evolución.
Nunca he dado un solo dólar que necesitara”. Así de escéptico fue el multimillonario Warren Buffett cuando recibió un premio en agradecimiento a sus muchas obras de filantropía, que lo han situado entre los magnates más generosos de Norteamérica. En 2014 se convirtió en la persona que más dinero había donado en una acción individual, cuando cedió 2.100 millones de dólares a la Fundación Bill y Melinda Gates. Claro que su fortuna ascendía a más de 74.000 millones de dólares. Con sus palabras, Buffett estaba reconociendo que habría podido donar diez veces esa cantidad y continuar siendo muy rico.
LAS VISITAS, SI QUIEREN LLAMAR POR TELÉFONO, QUE SE RASQUEN EL BOLSILLO
Por supuesto, nada le obligaba a donar ni un céntimo, y existen otros casos de multimillonarios que, a pesar de tener más dinero que el que podrían gastar en cien vidas, se han portado como verdaderos tacaños. Es conocida la anécdota de Jean Paul Getty –reconocida por él mismo en su autobiografía–, quien instaló en su mansión un teléfono de pago para las visitas. Pero la sinceridad de Buffett plantea una cuestión interesante
sobre la verdadera naturaleza de la generosidad. Se pueden hacer muchas más cosas con 2.100 millones de dólares que con cien dólares, pero quizá esta última donación sea más dadivosa si procede de una persona que no puede permitirse despilfarrar lo poco que tiene.
Si en algo coinciden tanto quienes trabajan en organizaciones dedicadas a la solidaridad y el altruismo como los estudios sobre esta conducta es en su componente de sacrificio. O, al menos, de molestia. Ser generoso implica dar algo de lo que no andamos sobrados –no necesariamente dinero– y que, por tanto, vamos a echar en falta. Y lo damos sin esperar nada a cambio ni pensar en que obtendremos una retribución más allá de un sencillo “gracias”. A veces, ni eso.
En esas condiciones, ¿hay personas que practiquen la verdadera generosidad? Según declara a MUY Natalia Peiró, directora de Comunicación, Sensibilización e Incidencia de Cáritas Española, hay más de las que parece: “Tenemos algunas aportaciones grandísimas, de millones, de algún donante. Pero la media de nuestros donativos es de cien euros esporádicos, gente que dona de poquito en poquito, pero son miles y miles de personas. Y muchos manifiestan que no pueden hacerse socios o que no pueden garantizar que vayan a aportar una cantidad fija al mes, pero el mes que pueden, dan”. Desde el punto de vista de algunos investigadores clásicos, este comportamiento no solo es antinatural, sino casi suicida. Y más en medio de una crisis económica como la que sufrimos, donde los cien euros que donamos hoy pueden resultarnos imprescindibles mañana.
Pero las cifras muestran que la gente es bastante antinatural: es precisamente en este marco económico cuando las campañas de recogida del Banco de Alimentos han batido continuamente sus propios récords –22 millones de kilos el pasado diciembre, según datos de dicha organización– y cuando esas pequeñas donaciones de Cáritas han aumentado un 43 % en los últimos cinco años.
TAMBIÉN ALGUNOS ANIMALES SACRIFICAN SU VIDA POR OTROS CONGÉNERES
Parece que a mucha gente le encanta ir en contra de la lógica, y esto no es nuevo. Aristóteles definía la generosidad como “la más estimada entre todas las variedades de virtud”, lo que demostraría que es algo que existe desde el principio de la humanidad o quizá desde antes, en las épocas anteriores a la aparición del Homo
sapiens. Incluso ha sido detectada en algunas especies animales, donde determinados individuos se sacrifican –a veces, literalmente– por el beneficio de otros. Este tema le supuso abundantes jaquecas a los padres de la ciencia evolutiva, con Darwin a la cabeza: ser generoso y sobrevivir como especie, pensaba, es contradictorio e imposible. Ser un egoísta de tomo y lomo resultaría mucho más práctico a la hora de asegurarse la supervivencia.
En su libro Qué es el altruismo. La búsqueda científica del origen de la genero
sidad, el profesor e historiador científico Lee Alan Dugatkin recuerda el problema que se le planteó a Darwin cuando sus investigaciones sobre la selección natural tropezaron con el comportamiento de las abejas: “Las obreras de una colmena son altruistas. No se reproducen y suministran todo tipo de recursos a las reinas, que sí son reproductivas. Esa característica ya bastaría para calificarlas de generosas, pues pagan un coste individual para beneficiar a otros. Pero, además, algunas obreras defienden la colmena y sacrifican, si es necesario, su propia vida. La esterilidad y el rol suicida de estas abejas eran rasgos que la selección natural no podía favorecer”.
Esto influyó en el debate que mantuvieron dos discípulos de Darwin, el biólogo británico Thomas Henry Huxley y el anarquista ruso Piotr Kropotkin. El primero concebía la idea de un mundo
supercompetitivo, sin lugar para preocuparse por los otros, y el segundo sostenía que el apoyo mutuo podía darse y de hecho se daba en varias especies.
Finalmente, el propio Darwin se inclinó por la segunda opción, pues entendió que las obreras estériles obtenían ventajas de su altruismo, ya que se beneficiaban de las actividades que hacían otros miembros de la colmena. Era el “todos para uno y uno para todos” del reino animal: “Se comprobó que las relaciones consanguíneas y la colaboración entre parientes eran la clave para resolver los problemas de Darwin sobre la esterilidad y el altruismo”, según Dugatkin. Algunos individuos sacrificaban su vida y con ello aseguraban la supervivencia de la especie.
LOS INDIVIDUOS QUE COOPERAN SE ADAPTAN MEJOR QUE LOS EGOÍSTAS
Obviamente, una abeja no es un ser humano. Los insectos no son conscientes de si sus actos son o no generosos. Pero si escarbamos en nuestros orígenes, vemos que desde el momento en que nuestros antepasados bajaron de los árboles y establecieron comunidades, aparecieron comportamientos altruistas. En su libro El enigma de la esfinge, el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga dedica un capítulo a la cuestión. En principio, estipula, podemos pensar, como Darwin, que un individuo egoísta tendría más posibilidades de sobrevivir –por ejemplo, una ardilla que acumula comida para pasar el invierno–. Pero Arsuaga también se hace eco de las ideas de George Williams, según el cual en la sociedad humana prehistórica ya se veía que los individuos socialmente aceptables estaban mejor adaptados al ambiente que los egoístas y aprovechados: “Solo se tiene que cumplir el requisito de que la ayuda proporcionada a otros sea devuelta ocasionalmente para que resulte favorecida por la selección natural. No es necesario ni que el donante ni que el receptor sean conscientes de ello”.
Arsuaga añade que “la explicación que los etólogos daban al comportamiento altruista es que mira por el ‘bien de la especie’, algo que sencillamente es incompatible con la selección natural a nivel del individuo, que es la única forma de selección que admite el neodarwinismo”. Pero ese nivel individual parece quedar subordinado al grupo, o dicho de otro modo: las sociedades egoístas duran poco.
Estos patrones comportamentales apenas han cambiado desde entonces en pequeñas sociedades repartidas por todo el globo. Ferrán Cobertera, del Departamento de Voluntariado de Cruz Roja, declara a MUY que “en Burundi, donde las unidades más básicas de nuestra organización están en las colinas, los voluntarios son gente pobre que se ayuda mutuamente. Se reúnen una vez a la semana y hacen cosas muy sencillas: si alguien se ha roto una pierna, otro se ofrece a arar su campo o a comprar medicinas”. Y los masáis del Serengueti practican lo que ellos llaman osotua –palabra que puede traducirse como ‘cordón umbilical’–, una especie de ley no escrita por la cual cualquier miembro del pueblo puede pedir, y recibir, ayuda de otros.
Como este pueblo africano practica fundamentalmente el pastoreo, es bastante frecuente que un miembro pierda todo o parte de su ganado, por sequías o enfermedades. Entonces los demás pastores le ayudan cediéndole algunas vacas, aunque conserven para sí las suficientes para su propia supervivencia. Ni el pastor beneficiado está obligado a devolver el favor, ni nadie lleva la cuenta de quién ayuda o es ayudado. Se trata sencillamente de no dejar abandonado a ningún miembro de la comunidad, ya que eso contribuye al fortalecimiento de esta: nadie está libre de sufrir una desgracia, pero todos saben que, si ocurriera, contarán con la ayuda necesaria.
NO SOLO ES COSA DE PRIMOS O PARA RECIBIR A CAMBIO UNA PREBENDA
La conducta de los masáis fue la base del Human Generosity Project, creado por los investigadores Lee Cronk, de la Universidad de Rutgers, y Athena Aktipis, de la Universidad de Arizona, con el fin de investigar la interrelación entre las influencias culturales y biológicas en la generosidad humana, según su página web. En conversación telefónica con MUY, Aktipis explica que “los únicos motivos por los que se manifiestan el altruismo
o la cooperación son, de acuerdo con muchos estudios, el parentesco, cuando ayudas a aquellos con los que mantienes lazos familiares; o la reciprocidad, porque esperas obtener algo a cambio. Pero el comportamiento de los masáis se alejaba de estos patrones y nos intrigó”.
COMIDA, TRABAJO, DINERO Y HASTA TIERRAS PARA LOS NECESITADOS
Los campos de estudio del Human Generosity Project se han ampliado a otras comunidades como los habitantes de la isla de Yasawa, en el archipiélago de Fiyi, donde viven unas 1.200 personas que practican el kerekere: aportan a los necesitados comida, trabajo, dinero e incluso tierras, siempre que no excedan las capacidades del donante; o a los rancheros de Nuevo México, que no dudan en ayudarse entre ellos y sus familias cuando alguno queda incapacitado de resultas de alguna herida o lesión.
Los resultados de las investigaciones han sido analizados en modelos computacionales en busca de patrones que rijan el comportamiento generoso. En primer lugar, explica Aktipis, para establecer las probabilidades de evolución que tiene una sociedad que las practique a largo plazo: “Este entorno simulado permite valorar el éxito de estas reglas en términos de riqueza y supervivencia durante cincuenta, cien o mil años. No podríamos obtener esa información del trabajo de campo”. Y luego, para establecer algunas llamativas conclusiones: “Hay normas, como la osotua masái, a las que llamamos transferencias basadas en la necesidad; y hay otras, llamadas reglas de contabilidad, donde a un individuo se le da algo pero se espera que pague por ello en un plazo determinado. Si no lo hace, se le dice entonces que no se le volverá a ayudar jamás. Pues bien, hemos descubierto que las transferencias basadas en la necesidad son mucho más beneficiosas para estas sociedades simuladas que las contables”. Y añade: “También son la mejor estrategia para los individuos, porque si operas sobre una base de necesidad con alguien, contribuirás a que viva más, y cuando tengas que moverte por un mundo peligroso, siempre te vendrá bien contar con un compañero, aunque este no siempre tenga suerte”.
CÓMO FORRARSE A COSTA DE LA BUENA VOLUNTAD DE LOS DEMÁS
Parece, pues, que los patrones de generosidad de las sociedades homínidas primitivas siguen entre nosotros, pero la investigación del Human Generosity Project se refiere a comunidades reducidas donde, al fin y al cabo, todo el mundo se conoce. La generosidad siempre se da más en el ámbito más íntimo: ayudamos a amigos o familiares no solo porque es más fácil sino porque los conocemos, están dentro de nuestro círculo de confianza.
A medida que la ayuda se aleja, es más difícil determinar si llega a buen puerto o si alguien se aprovecha de la buena fe. El caso de Nadia Nerea Blanco Garau, la ni-
ña afectada de tricotiodistrofia cuya enfermedad fue supuestamente aprovechada por sus padres para obtener cientos de miles de euros en donaciones, descubierto el pasado diciembre, es un ejemplo desolador de hasta dónde llega la codicia humana y el abuso de la confianza ajena. Después se ha sabido incluso que los progenitores poseían fotos pornográficas de la pequeña y el juez abrió otro proceso por delito sexual contra Fernando Blanco y Marga Garau. Estas conductas detestables, como la de la violinista británica Bethan Doci, que obtuvo 300.000 libras en donaciones tras pedir ayuda para combatir un cáncer que no tenía, acaban afectando para mal a otras personas y organizaciones que sí están verdaderamente comprometidas con la tarea de apoyar a otros.
Pero la generosidad no es solo dinero, y si bien el daño ocasionado por la falta de escrúpulos de unos pocos puede afectar a las contribuciones económicas, no perjudica tanto a quienes se dedican a la ayuda directa, donde lo que se entrega es el tiempo libre: “Disponemos de tecnología y herramientas que nos facilitan el trabajo y, sin embargo, parece que cada vez tenemos menos tiempo para hacer cosas”, declara Cobertera, dando así valor al trabajo hecho por puro altruismo.
Según datos de la Plataforma del Voluntariado de España, este ha pasado del 8 % de la población en 2015 al 9,3 % en 2016, alrededor de cuatro millones de personas que dedican parte de sus horas de ocio a mejorar la vida de otros. Cobertera puntualiza que la edad de los voluntarios juega un importante papel en sus motivaciones, según una encuesta realizada en Cruz Roja: “Jóvenes y adultos coincidían en decir que lo hacían porque querían expresar solidaridad, porque son personas comprometidas, porque querían mejorar la experiencia vital de otros seres más vulnerables. […] Sin embargo, entre los jóvenes hay razones de tipo más personal: desean conocer a gente, adquirir experiencia. Y es que tienen la vida por delante, los adultos lo enfocamos de otra manera”.
La forma de canalizar el altruismo juvenil también se está transformando, aunque no menguando: “En los años ochenta y noventa había compromisos más estables; ahora parece que están más implicados en causas concretas, algo que empieza y termina y luego van a otra y así. Es un vínculo diferente”, dice Cobertera. También es distinto el nivel de satisfacción. Quienes practican el voluntariado gozan de la satisfacción de comprobar al instante los beneficios de su acción: “Una de las cosas que más les aporta a los implicados en el altruismo es el reconocimiento de las personas vulnerables con las que trabajan”, manifiesta este miembro de Cruz Roja.
EL ALTRUISMO ES BUENO PARA EL SUJETO Y BUENO PARA EL CONJUNTO
“Nuestros voluntarios ayudan un par de días a la semana, van a los centros a dar clases de inglés, a enseñar a hacer currículums y meterlos en Infojobs, en internet... Es más comprometido, porque cuando empiezas a ayudar en un sitio es difícil luego decir que te largas”, declara Peiró. ¿El voluntariado es lo que mantiene hoy la red de ayuda mutua de las pequeñas comunidades? Aktipis considera que entendemos bastante bien nuestra naturaleza egoísta, pero que queda mucho por estudiar para conocer las claves de nuestro lado altruista. Lo que parece claro es que la generosidad garantiza la supervivencia del grupo, “no solo de grandes sociedades; ocurre lo mismo en familias, en grupos pequeños, entre dos amigos. Para el individuo, sigue siendo la mejor estrategia”, remata Aktipis.
LOS VECINOS DE YASAWA, EN FIYI, PRACTICAN LA AYUDA Y LA COOPERACIÓN COMUNAL