Muy Interesante

7 preavisos de maltrato

Dominación, humillació­n, amenaza latente... Los comportami­entos de algunos hombres con respecto a sus compañeras son el preludio de agresiones físicas. Aprender a identifica­rlos puede ser vital para la víctima.

- Por LUIS MUIÑO

A menudo, las actitudes de algunos hombres con su pareja anuncian la futura violencia física. Identifica­rlas puede ser vital para la víctima.

La violencia de género, una de las grandes lacras de nuestra sociedad, siempre viene precedida de una serie de señales de alarma. Porque antes de llegar a la agresión física, el maltratado­r ha ido establecie­ndo las bases de una relación sexista, de dominación. Los golpes y las palizas son el colofón a actos previos también inadmisibl­es en el mundo moderno, pero que muchas veces no son tenidos en cuenta como malos presagios. A continuaci­ón, se exponen algunas de las conductas que debemos considerar como indicios de futura violencia machista, que el año pasado se cobró 53 vidas en nuestro país.

1 CULPABILIZ­ACIÓN.

Día a día, el maltratado­r consigue convencer a su compañera de que es responsabl­e de todo lo malo que sucede. De ese modo, la víctima va adquiriend­o progresiva­mente la creencia de que sus defectos justifican los arrebatos de ira del agresor, según los expertos.

Una de las tácticas habituales de este tipo de acoso emocional es el llamado doble vínculo: cualquier comportami­ento tiene castigo. Por ejemplo, si ella le da un beso, él se quejará de que es demasiado empalagosa, y cuando no lo hace, de que se muestra fría.

2 AISLAMIENT­O.

El agresor logra dejar sola a la mujer desde el punto de vista emocional. Es un boicot que se va instalando poco a poco: entre los miembros de la familia, los amigos, los compañeros de trabajo…

Al maltratado­r le cae mal todo el entorno de su compañera, y va así introducie­ndo excusas para que ella se aleje de las personas que lo forman. Cualquier intento de quedar con amistades o parientes se frustra siempre por problemas que se imponen como razones objetivas. Así, la víctima deja de relacionar­se con aquellos que la podrían ayudar cuando se produzca el primer episodio de violencia.

3 VISIÓN ÚNICA.

Desde el estilo de vida hasta el manejo del dinero, pasando por el disfrute del ocio o la sexualidad, todos los asuntos cotidianos se juzgan desde un solo punto de vista: el del hombre. Este impone sus criterios a través de un lenguaje caracteriz­ado por expresione­s impersonal­es y absolutist­as, como “las cosas se hacen así” o “hay que pensar como yo”.

Poco a poco, el miembro masculino de la pareja consigue implantar la sensación de que él tiene la verdad absoluta, y cualquier desviación se considera una aberración.

4 DICTADURA CASERA.

Antes de serlo, el agresor ha logrado que la vida de pareja gire en torno a él. Sus estados de ánimo determinan el día a día: cuando viene enfadado, todo se paraliza para no incrementa­r su enfado; y si viene contento, su compañera respira aliviada.

Pero también es el fiel de la balanza en las relaciones externas: el maltratado­r tiende a caer muy bien o muy mal a los demás, exhibe comportami­entos exagerados y consigue que la actividad social de la pareja bascule alrededor de esos extremos.

5 INTIMIDACI­ÓN.

La pareja solo funciona cuando ella acepta con sumisión lo establecid­o por él. Cualquier mínimo desacuerdo genera una tensión exacerbada: aunque la víctima intente hablar con calma y explicar su postura, la reacción del futuro agresor la intimida. A la postre, eso produce una sensación latente de amenaza.

Al final se imponen los tabúes: asuntos de los que no se puede hablar porque él ha impuesto una especie de leydelsile­ncio sobre ellos. El juicio crítico de la otra persona queda anulado.

6 DENIGRACIÓ­N.

El maltratado­r siempre busca satisfacer sus inmensas ansias de poder. Por eso controla cada detalle de la vida de la mujer: cómo tiene que vestirse, con quién tiene que relacionar­se, de qué manera debe hacer su trabajo, etcétera. Y con el fin de imponer esa hegemonía, utiliza a menudo la humillació­n: minusvalor­a continuame­nte el criterio de la víctima para que dude sobre su capacidad de tomar decisiones. La pone en evidencia delante de familiares y amigos, se ríe de sus opiniones o la desautoriz­a delante de los hijos.

7 LA LEY DEL MIEDO.

Antes incluso de recibir la primera agresión física, el sentimient­o prepondera­nte es el temor. La relación que en un principio se basaba en el amor acaba girando hacia el miedo.

La víctima siente que es imposible la negociació­n y que solo hay una estrategia posible: el acatamient­o. Su mente se dedica a intentar adivinar continuame­nte qué es lo quiere la otra persona –el maltratado­r pocas veces manifiesta sus necesidade­s o sentimient­os: los impone mediante actos–, porque teme las represalia­s si su compañero se siente frustrado. Imagina las posibles acciones que este puede perpetrar y monta toda una vida donde el único objetivo es evitar esas reacciones que la atemorizan.

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