Los jesuitas son expulsados de España
Las monarquías europeas ilustradas consideraban que los intereses de los jesuitas eran contrarios a los de la Corona. En España, se los acusó de alentar una revuelta en 1766, y Carlos III decretó su expulsión.
La Compañía de Jesús nació en 1540, en un momento en que la Iglesia católica creía necesitar un concilio para hacer frente al avance del protestantismo. Por entonces, las principales órdenes religiosas habían conformado sus idearios a partir de la regla de Benito de Nursia, del siglo VI, y las aportaciones de Agustín de Hipona, que vivió entre los siglos IV yV, y de Domingo de Guzmán o Fran- cisco de Asís, ambos del XIII. En este sentido, la Compañía, fundada por el militar y religioso guipuzcoano Ignacio de Loyola, resultaba moderna, y se la distinguía como renacentista, culta y amante de la libertad en sus iniciativas, siempre que ello fuera “a mayor gloria de Dios”.
Sus miembros profesos, a los que se conocería como jesuitas, tenían votos de pobreza, castidad y obediencia, que debía ser absoluta hacia el papa. La Compañía desempeñaría un papel importante en la Contrarreforma y en la evangelización de América.
EL PODER CREA ENEMIGOS. En el siglo XVII, los jesuitas actuaban en la sociedad española a través de la educación, pues dominaban la enseñanza secundaria. Además, habían ejercido gran influencia como confesores reales de Felipe V y Fernando VI. Su creciente éxito los terminó enemistando con otras órdenes, la corte y el pueblo. A mediados del XVIII, su defensa a ultranza del papado los llevó a chocar con el poder político. En 1759 fueron expulsados de Portugal y en 1764, de Francia. Carlos III, que, al contrario de sus predecesores, representaba una monarquía ilustrada, laica y absoluta, tampoco era partidario de los jesuitas.
ACCIÓN SIMULTÁNEA. Al amanecer del 2 de abril de 1767, sus 146 casas en España fueron cercadas por los soldados del rey. Entonces, se les comunicó la orden de expulsión que recogía la Pragmática Sanción dictada por el monarca. Se confiscaron sus bienes y fueron incomunicados; se les permitió llevar consigo sus efectos personales, pero no los libros. El decreto no concretaba los motivos: “Por gravísimas causas relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia mis pueblos, y otras urgencias, justas y necesarias que reservo en mi Real ánimo”.
Custodiados por las tropas, 2.746 jesuitas fueron conducidos a distintos puertos desde donde partieron en barcos que terminarían en Córcega, pues el papa Clemente XIII no les permitió entrar en los Estados Pontificios. La expulsión tuvo también efecto en los territorios de ultramar, donde afectó a 2.630 profesos.
PELIGRO PARA LA CORONA. Una pesquisa reservada del fiscal Campomanes consideraba a los jesuitas responsables de instigar una revuelta sucedida en Madrid en 1766. Esta surgió contra las decisiones del marqués de Esquilache, al que se culpaba del alza del precio del pan y de tomar medidas muy impopulares, como intentar suprimir el chambergo y la capa ancha, aunque con esto intentaba reducir la delincuencia.
La Compañía sería restablecida en España en 1814 por Fernando VII, pero de nuevo debería abandonar nuestro país en 1835, durante la regencia de María Cristina de Borbón, y en 1932, con la Segunda República. Desde 1938 realiza libremente su actividad en España. e