Recuerdos falsos como mentiras
“¿ Te acuerdas de aquella vez que te perdiste en un centro comercial y lloraste hasta que una señora mayor se acercó a ti y te ayudó a encontrarme?”, te pregunta tu madre. “Sí, sí, como si fuera ayer”, respondes de inmediato. Pero eso nunca sucedió. Hace dos décadas, un experimento de la psicóloga Elizabeth Loftus, de la Universidad de California, demostró que se puede convencer al menos a una de cada cuatro personas de que se perdieron en un centro comercial cuando eran pequeñas. Y con ayuda de una fotografía manipulada, es posible persuadir a uno de cada dos sujetos de que viajaron en un globo aerostático de niños. En definitiva, instaurar un falso recuerdo no es muy complicado. Este defecto de fábrica del cerebro humano puede acarrear graves problemas. Demasiados sospechosos de delitos han sido condenados erróneamente tras ser acusados por testigos y víctimas que aseguraban reconocerlos sin ninguna duda. Hasta que el ADN demostraba que su memoria fallaba, como ha puesto en evidencia el proyecto Inocencia de California, que dispone de una larga lista de personas absueltas tras lograr la anulación por identificaciones incorrectas por parte de testigos oculares. Lo sorprendente es que, escudriñando los mecanismos neuronales, científicos del MIT han comprobado que los procesos de la memoria autobiográfica o episódica son idénticos para los recuerdos verdaderos y los falsos. Y que en ambos casos se activan grupos específicos de las células del hipocampo –a los que se llama engramas– que dejan huellas en la memoria de cada experiencia que tenemos... o creemos haber tenido.