El megalodón murió de hambre
Considerado uno de los mayores depredadores que han habitado el planeta, el tiburón megalodón, Carcharocles megalodon, fue el terror de los mares del Cenozoico. Este escualo, que alcanzaba los 18 metros de longitud, lucía una enorme boca equipada con 276 dientes triangulares de casi 20 centímetros y capaz de realizar una mordida de 182.201 newtons. Pese a ello, se extinguió misteriosamente hace 2,6 millones de años.
Una era de frío y escasez. Pues bien, un equipo internacional de investigadores de distintas instituciones coordinado por expertos de la Universidad de Pisa, en Italia, afirma que, en esencia, se quedó sin comida. Según explican en la revista Palaeogeography, Palaeoclimatolo- gy, Palaeoecology, un cambio climático acabó con los animales que constituían su dieta, especialmente con las focas de la especie Piscophoca pacifica y las pequeñas ballenas Piscobalaena nana, que no superaban los 5 metros. Sus fósiles, encontrados en Perú, muestran marcas de mordiscos de megalodontes.
Según los científicos, todas ellas acabaron pereciendo co- mo consecuencia de un enfriamiento de las aguas del mar: a diferencia de los grandes cetáceos, no lograron emigrar a otras zonas en busca de alimento. Sin ellas, estos tiburones perdieron su principal fuente de sustento y, a su vez, acabaron desapareciendo.
Otras investigaciones señalan, no obstante, que en la lucha por los recursos acabaron imponiéndose otros depredadores, como las orcas o los tiburones blancos, con los que no estaban emparentados.