El poder de la línea de comandos
La mayoría de los usuarios interactúa con su ordenador mediante iconos, pero cada vez son más los que optan por los comandos, como se hacía hace décadas.
Hace poco me contaron por qué a algunas personas les gusta el cilantro y a otras no. Aparentemente, la culpa la tiene una variación genética localizada en las inmediaciones de ocho receptores olfativos que modifica nuestra percepción de esta hierba. Por eso, a unos el cilantro les sabe a primavera, y a otros, a jabón. Pienso que nos ocurre lo mismo con las interfaces gráficas, esa especie de metáfora ideada para facilitar la interacción con nuestros ordenadores que convierte la pantalla en escritorio; los directorios de los discos duros, en carpetas;y el montón de correo, en una bandejadeentrada. Hay personas a las que les facilita enormemente la vida, y hay otras, entre las que me cuento, a las que les genera una profunda confusión. En el principio de todo –parafraseando el título de un famoso ensayo de Neal Stephenson–, estaba la línea de comandos. La interfaz
era una caja negra y las mismas órdenes, abreviaciones de operaciones habituales – por ejemplo, mk, de makedirectory, para crear un directorio–, servían para todos los equipos. La distancia entre el usuario y el proceso que ponía en marcha era corta y, por tanto, la ejecución, rápida y limpia. Con la llegada de las interfa
ces gráficas cada sistema operativo comenzó a usar su propia lengua franca para hablar con el ordenador, pero todas reflejan su cuna: las oficinas de los años 70, dominadas por el papel. Hoy, los milénicos hablan de las carpetas de su escritorio sin relacionarlas con las que colgaban de los pupitres metálicos de entonces. Con la metáfora desvinculada del origen, el lenguaje entre usuario y computadora resulta arbitrario.
Esto le suma capas de complejidad y ralentiza su funcionamiento. No es verdad que todo el
mundo prefiera las interfaces gráficas, pero casi nadie sabe que existe otra opción. La línea de comandos aún persiste bajo esas capas metafóricas que imponen los sistemas operativos por defecto. Si eres de esas personas que prefieren tener el escritorio vacío y los menús escondidos es probable que tengas la misma variación genética que yo. Aprender a usar la línea de comandos no es difícil, y para entrenarse hay manuales gratuitos online. Una vez hecho, muchos notarán que se han quitado un peso de encima. Los demás seguirán usando carpetas e iconos, pero habrán aprendido algo sobre su herramienta de trabajo.