¿POR QUÉ ES TAN REBELDE EL CÁNCER DE PÁNCREAS?
Es uno de los tumores más agresivos y difíciles de detectar. Su diagnóstico es casi una sentencia de muerte, pero la ciencia no se rinde y explora nuevas formas de plantarle cara.
Pocos pronósticos son tan letales como los que se condensan en estas tres palabras: cáncer de páncreas. Cuando las células de esta glándula de unos quince centímetros de largo que se esconde detrás del estómago comienzan a multiplicarse sin control, lo hacen de forma sigilosa, sin dar síntoma alguno hasta que, por lo general, es demasiado tarde. Quien recibe semejante diagnóstico fallecerá por culpa de esta dolencia en los siguientes cinco años, con una probabilidad de más de un noventa por ciento. No es un tumor frecuente –supone el 2,1 % del total–, pero su incidencia ha aumentado constantemente desde los años 50.
Uno de los factores que hacen de este tumor uno de los más temidos es justo ese: no existen buenos métodos para detectarlo de forma temprana, como pueden ser las mamografías para el cáncer de mama, las tasas de PSA –antígeno prostático específico– para el de próstata o el test de sangre oculta en las heces para el de colon. Pero hay más. Se trata de un tumor agresivo para el que no se han encontrado tratamientos eficaces, y que causa metástasis incluso en estadios muy tempranos.
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Lo más esperanzador que puede escuchar un afectado de cáncer de páncreas es que su tumor resulta operable. Eso significa que aún no se ha extendido, o que lo ha hecho con timidez, de forma que se pueden extirpar las células malignas. Esto sucede solo en uno de cada cinco casos. Y de entre estos afortunados, solo un 20 % vivirá para contarlo. Para el resto, aquellos a quienes no se les puede quitar el tumor, los tratamientos son prácticamente palia-
HAY POCOS ENFERMOS MENORES DE 45 AÑOS; EL TUMOR SUELE SURGIR A PARTIR DE LOS 65
tivos: la efectividad de la radioterapia es muy dudosa; y la quimio proporciona beneficios muy parciales, aunque mejora en algo la calidad de vida de quienes la reciben y consigue alargar su supervivencia, según los especialistas.
Pero ¿por qué surge esta enfermedad devastadora? ¿Se puede evitar? Como en casi todos los cánceres, su aparición se debe a una serie de factores desconocidos, otros que parecen aumentar las probabilidades y una buena porción de azar. Muchos divulgadores comparan las posibilidades de padecer cáncer con los juegos de azar. Jugar equivale a vivir, así que, hagamos lo que hagamos, a todos nos puede tocar. Pero unas personas tienen más boletos que otras.
Se ignora qué mecanismos internos del organismo propician este cáncer, pero se ha comprobado que existen algunos factores de riesgo que aumentan las probabilidades de ganar en este sorteo; y algunos de ellos son evitables. Entre ellos, el principal es fumar. Aunque no se sabe muy bien el porqué, el peligro de desarrollar un tumor de este tipo es aproximadamente el doble de alto entre los fumadores. Según la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer (ACS, por sus siglas en inglés), entre el 20 % y el 30 % de los cánceres pancreáticos se explican por este hábito.
LOS HOMBRES Y LAS PERSONAS NEGRAS ESTÁN MÁS AMENAZADOS
Otro elemento relacionado sin duda con la dolencia es la obesidad, que incrementa las posibilidades de que te toque en un 20 %. Un perímetro excesivo del abdomen también es dañino, incluso cuando no va unido a un gran sobrepeso. Además, ciertas sustancias químicas usadas en tintorerías e industrias metalúrgicas se relacionan con una mayor aparición de estos tumores.
El alto consumo de carnes rojas y procesadas, café y alcohol, y la inactividad física también son sospechosos de tener que ver con un mayor riesgo de cáncer de páncreas. Pero en estos casos las investigaciones no resultan concluyentes, y abundan los estudios contradictorios, así que no se puede decir con certeza que ingerir este tipo de alimentos y bebidas y apoltronarse en el sofá aumente de forma apreciable el peligro.
Hasta aquí, los boletos que, de una u otra forma, las personas pueden comprar o no, dependiendo de sus hábitos. Pero hay otros inevitables. La edad es el principal: es muy infrecuente que los pacientes sean menores de 45 años, y alrededor de dos tercios tienen al menos 65; el diagnóstico llega, como promedio, a los 71, según la ACS. Las mutaciones genéticas están tras aproximadamente el 10 % de los tumores, así que los antecedentes familiares también dan una pista del mayor o menor riesgo. Los hombres y las personas de raza negra en general padecen mayores tasas de cáncer pancreático, pero es muy posible que se deba a los índices de alguna de las conductas mencionadas en los párrafos anterio-
res. También tienen más probabilidades de sufrirlo los enfermos de diabetes tipo 2 –la desarrollada en la edad adulta–, pancreatitis y cirrosis, así como los que muestran problemas estomacales.
En los últimos treinta años se han registrado escasos avances en la lucha contra esta amenaza sigilosa: la supervivencia ha crecido solo un 1 %. Esto, junto al incremento de la esperanza de vida, ha hecho que nuestro protagonista vaya escalando posiciones entre los cánceres más mortales, tanto en posibilidades de supervivencia a un lustro del diagnóstico –lidera esta negra estadística– como en vidas segadas. Sin ir más lejos, en España ya es el tercer tumor que más mata, por detrás del de pulmón y el colorrectal. Y si no se da con algún tratamiento efectivo, nada impedirá que siga ascenciendo en el podio.
Un ejemplo ilustra muy bien la letalidad del cáncer de páncreas: según los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en 2014 se diagnosticaron en nuestro país casi 28.000 cánceres de mama y algo menos de 7.000 de páncreas. Pues bien, por el primero murieron 6.213 personas, 65 menos que a causa del segundo.
En opinión de numerosos expertos, el mayor hallazgo de las tres últimas décadas para aumentar la esperanza de vida de los afectados ha sido un trabajo elaborado por investigadores de varias universidades y centros europeos, y publicado el pasado mes de enero en la revista médica más prestigiosa del mundo: The Lancet. Mediante una combinación de dos fármacos —la capecitabina y la gemcitabina—, la tasa de supervivencia entre los pacientes operados ha pasado del 12 % al 29 %. Resulta un incremento nada desdeñable, según los coordinadores del estudio de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), pero no puede aplicarse a la mayoría de los enfermos, a los que no se les puede extirpar quirúrgicamente el tumor.
BUSCANDO UNA DIANA TERAPÉUTICA DESESPERADAMENTE
“Necesitamos un tratamiento revolucionario que mejore el pronóstico de este tumor tan agresivo”, sentencia Enrique de Madaria, médico miembro de la Asociación Española de Pancreatología (AESPANC). La clave, en su opinión, se encuentra en el diagnóstico precoz, aunque de momento no existen dianas terapéuticas claras: “Cada vez se habla más del concepto de biopsia líquida: la detección de células tumorales o de material genético tumoral en muestras de sangre, para el diagnóstico, el pronóstico y la aplicación de tratamientos más efectivos. Se están publicando estudios en los que se secuencia todo el genoma tumoral que permiten dar pistas sobre futuras dianas
terapéuticas, todo ello en el contexto de una medicina cada vez más personalizada, como ya pasa con en el cáncer de pulmón o el de mama”. Francisco Real, jefe del Grupo de Carcinogénesis Epitelial del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), no es optimista: “Honestamente, excepto si tenemos un golpe de suerte, es poco probable que las perspectivas cambien de forma inminente”. En su opinión, son muchos los hallazgos necesarios para lograr avances significativos. En primer lugar, encontrar algún método de cribado útil en pacientes de alto riesgo: con antecedentes familiares, con una diabetes recién diagnosticada, fumadores… En segundo, dar con algún fármaco no muy tóxico que resulte activo contra el tumor, se pueda administrar antes de la cirugía y aumente así la proporción de pacientes con posibilidades de pasar por una operación. En tercer lugar, encontrar un buen tratamiento para la enfermedad ya avanzada. Y, por último, indagar en la manera de mejorar la calidad de vida de los pacientes, porque una proporción importante de ellos se presenta en la consulta con un mal estado general y son muy mayores. Muchos retos por delante con una sola forma de conseguirlos: “Más investigación”.
EL CÁNCER DE PÁNCREAS SE RESISTE A LAS TÉCNICAS MÉDICAS TRADICIONALES: SOLO QUEDA INNOVAR
“Tenemos que ser creativos”, afirma Manuel Hidalgo, director del Centro Clínico de Cáncer del Hospital Beth-Israel Deaconess de Boston y uno de los científicos más reputados del mundo en la investigación de los tumores pancreáticos. Desde hace años, este médico español trabaja con varios equipos en soluciones personalizadas para cada paciente a través de la inmunoterapia. Se trata de un abordaje totalmente distinto de los tradicionales –operación, quimioterapia y radioterapia– en la lucha contra el cáncer, que abre enormes y esperanzadoras posibilidades y que ya ha mostrado cierta efectividad contra otros tumores, pero que tiene un largo camino por delante para convertirse en una alternativa generalizada y eficaz.
En resumen, esta técnica, que en realidad se compone de muchas distintas, se basa en estimular al sistema inmune para que detecte las células cancerosas y luche contra ellas de forma más efectiva. El método se enfrenta a la dificultad de que los tumores de páncreas se caracterizan por contar con la protección de un tejido celular que los rodea y defiende, lo que frena la respuesta inmunitaria y limita la exposición del cáncer a la quimioterapia entregada a través del torrente sanguíneo. “Hemos aprendido que si se dan las condiciones adecuadas, el sistema inmune es muy eficaz”, dice el doctor Hidalgo. Y añade: “Ahora, la investigación busca esos factores que todavía ni conocemos ni controlamos que harían a las defensas del organismo más eficaces contra el cáncer de páncreas”. Entre las varias líneas en las que trabaja este investigador, una de las más prometedoras es una vacuna desarrollada a partir del propio tumor del paciente. Para ello, se extraen células malignas del enfermo, se hacen crecer en un animal
CREAR VACUNAS A PARTIR DE CÉLULAS CANCEROSAS SE PERFILA COMO EL TRATAMIENTO MÁS PROMETEDOR
o en un organoide –una especie de pequeño órgano creado en laboratorio–, y luego se mezclan con las de su sistema inmune, para que estas aprendan a reconocer y combatir a las malas, lo que se consigue con técnicas biomédicas.
El siguiente paso es reintroducir estas células adiestradas en el paciente. “En leucemias se ha demostrado que la respuesta es muy eficaz. Lo más seguro es que a finales de este mismo año podamos probar la terapia con el primer paciente”, afirma el doctor Hidalgo.
LOS AFECTADOS RECIBEN MENOS INFORMACIÓN DE LA NECESARIA
Aunque la teoría resulta esperanzadora, estos ensayos no siempre arriban a buen puerto. Más bien sucede lo contrario. Incluso en las investigaciones exitosas, los avances tardan años en llegar a la práctica clínica. Es probable que en el medio y largo plazo, la inmunoterapia se convierta en una verdadera alternativa para derrotar al cáncer de páncreas –tal vez combinada con quimioterapia–, pero no lo veremos pronto ni será barato, ya que se trata de tratamientos personalizados para cada paciente.
La realidad para quienes sufren esta dolencia continúa siendo muy desesperanzadora. Cristina Sandín, presidenta de la Asociación Cáncer de Páncreas, la primera creada en España para apoyar a los enfermos e incentivar la investigación, se queja de la falta de información que sufren los pacientes: “No solo es que sientan terror, ya que se enfrentan prácticamente a una sentencia de muerte, es que se muestran confundidos y los tratamientos no suelen estar coordinados: por ejemplo, el oncólogo casi nunca tiene comunicación con el endocrino, algo que sería fundamental, puesto que la alimentación es uno de los grandes problemas de quien padece esta dolencia”.
SIN DINERO NO HABRÁ CURA: HACE FALTA MÁS INVERSIÓN PÚBLICA
Sandín se lamenta también de la acuciante falta de recursos: pese a que este es uno de los tumores que más vidas se cobra, denuncia que solo el 2 % de las ayudas públicas para la investigación oncológica van a parar al cáncer de páncreas. En sus poco más de dos años de existencia, esta asociación privada ha ofertado dos becas de investigación, la última con un montante de 60.000 euros. Pero esta acción, por meritoria que sea, no soluciona el problema.
No todo son malos augurios. La dura realidad nos obliga a ser muy prudentes y no dar falsas expectativas, pero incluso los más escépticos, como el doctor Real, abren una puerta a la ilusión: “Aunque no haya datos muy esperanzadores, es posible que el escenario cambie, porque hay muchos grupos trabajando. Nunca se sabe cuándo va a llegar la suerte”.