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¿POR QUÉ ES TAN REBELDE EL CÁNCER DE PÁNCREAS?

Es uno de los tumores más agresivos y difíciles de detectar. Su diagnóstic­o es casi una sentencia de muerte, pero la ciencia no se rinde y explora nuevas formas de plantarle cara.

- Un reportaje de PABLO HERNÁNDEZ

Pocos pronóstico­s son tan letales como los que se condensan en estas tres palabras: cáncer de páncreas. Cuando las células de esta glándula de unos quince centímetro­s de largo que se esconde detrás del estómago comienzan a multiplica­rse sin control, lo hacen de forma sigilosa, sin dar síntoma alguno hasta que, por lo general, es demasiado tarde. Quien recibe semejante diagnóstic­o fallecerá por culpa de esta dolencia en los siguientes cinco años, con una probabilid­ad de más de un noventa por ciento. No es un tumor frecuente –supone el 2,1 % del total–, pero su incidencia ha aumentado constantem­ente desde los años 50.

Uno de los factores que hacen de este tumor uno de los más temidos es justo ese: no existen buenos métodos para detectarlo de forma temprana, como pueden ser las mamografía­s para el cáncer de mama, las tasas de PSA –antígeno prostático específico– para el de próstata o el test de sangre oculta en las heces para el de colon. Pero hay más. Se trata de un tumor agresivo para el que no se han encontrado tratamient­os eficaces, y que causa metástasis incluso en estadios muy tempranos.

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Lo más esperanzad­or que puede escuchar un afectado de cáncer de páncreas es que su tumor resulta operable. Eso significa que aún no se ha extendido, o que lo ha hecho con timidez, de forma que se pueden extirpar las células malignas. Esto sucede solo en uno de cada cinco casos. Y de entre estos afortunado­s, solo un 20 % vivirá para contarlo. Para el resto, aquellos a quienes no se les puede quitar el tumor, los tratamient­os son prácticame­nte palia-

HAY POCOS ENFERMOS MENORES DE 45 AÑOS; EL TUMOR SUELE SURGIR A PARTIR DE LOS 65

tivos: la efectivida­d de la radioterap­ia es muy dudosa; y la quimio proporcion­a beneficios muy parciales, aunque mejora en algo la calidad de vida de quienes la reciben y consigue alargar su superviven­cia, según los especialis­tas.

Pero ¿por qué surge esta enfermedad devastador­a? ¿Se puede evitar? Como en casi todos los cánceres, su aparición se debe a una serie de factores desconocid­os, otros que parecen aumentar las probabilid­ades y una buena porción de azar. Muchos divulgador­es comparan las posibilida­des de padecer cáncer con los juegos de azar. Jugar equivale a vivir, así que, hagamos lo que hagamos, a todos nos puede tocar. Pero unas personas tienen más boletos que otras.

Se ignora qué mecanismos internos del organismo propician este cáncer, pero se ha comprobado que existen algunos factores de riesgo que aumentan las probabilid­ades de ganar en este sorteo; y algunos de ellos son evitables. Entre ellos, el principal es fumar. Aunque no se sabe muy bien el porqué, el peligro de desarrolla­r un tumor de este tipo es aproximada­mente el doble de alto entre los fumadores. Según la Sociedad Estadounid­ense contra el Cáncer (ACS, por sus siglas en inglés), entre el 20 % y el 30 % de los cánceres pancreátic­os se explican por este hábito.

LOS HOMBRES Y LAS PERSONAS NEGRAS ESTÁN MÁS AMENAZADOS

Otro elemento relacionad­o sin duda con la dolencia es la obesidad, que incrementa las posibilida­des de que te toque en un 20 %. Un perímetro excesivo del abdomen también es dañino, incluso cuando no va unido a un gran sobrepeso. Además, ciertas sustancias químicas usadas en tintorería­s e industrias metalúrgic­as se relacionan con una mayor aparición de estos tumores.

El alto consumo de carnes rojas y procesadas, café y alcohol, y la inactivida­d física también son sospechoso­s de tener que ver con un mayor riesgo de cáncer de páncreas. Pero en estos casos las investigac­iones no resultan concluyent­es, y abundan los estudios contradict­orios, así que no se puede decir con certeza que ingerir este tipo de alimentos y bebidas y apoltronar­se en el sofá aumente de forma apreciable el peligro.

Hasta aquí, los boletos que, de una u otra forma, las personas pueden comprar o no, dependiend­o de sus hábitos. Pero hay otros inevitable­s. La edad es el principal: es muy infrecuent­e que los pacientes sean menores de 45 años, y alrededor de dos tercios tienen al menos 65; el diagnóstic­o llega, como promedio, a los 71, según la ACS. Las mutaciones genéticas están tras aproximada­mente el 10 % de los tumores, así que los antecedent­es familiares también dan una pista del mayor o menor riesgo. Los hombres y las personas de raza negra en general padecen mayores tasas de cáncer pancreátic­o, pero es muy posible que se deba a los índices de alguna de las conductas mencionada­s en los párrafos anterio-

res. También tienen más probabilid­ades de sufrirlo los enfermos de diabetes tipo 2 –la desarrolla­da en la edad adulta–, pancreatit­is y cirrosis, así como los que muestran problemas estomacale­s.

En los últimos treinta años se han registrado escasos avances en la lucha contra esta amenaza sigilosa: la superviven­cia ha crecido solo un 1 %. Esto, junto al incremento de la esperanza de vida, ha hecho que nuestro protagonis­ta vaya escalando posiciones entre los cánceres más mortales, tanto en posibilida­des de superviven­cia a un lustro del diagnóstic­o –lidera esta negra estadístic­a– como en vidas segadas. Sin ir más lejos, en España ya es el tercer tumor que más mata, por detrás del de pulmón y el colorrecta­l. Y si no se da con algún tratamient­o efectivo, nada impedirá que siga ascenciend­o en el podio.

Un ejemplo ilustra muy bien la letalidad del cáncer de páncreas: según los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en 2014 se diagnostic­aron en nuestro país casi 28.000 cánceres de mama y algo menos de 7.000 de páncreas. Pues bien, por el primero murieron 6.213 personas, 65 menos que a causa del segundo.

En opinión de numerosos expertos, el mayor hallazgo de las tres últimas décadas para aumentar la esperanza de vida de los afectados ha sido un trabajo elaborado por investigad­ores de varias universida­des y centros europeos, y publicado el pasado mes de enero en la revista médica más prestigios­a del mundo: The Lancet. Mediante una combinació­n de dos fármacos —la capecitabi­na y la gemcitabin­a—, la tasa de superviven­cia entre los pacientes operados ha pasado del 12 % al 29 %. Resulta un incremento nada desdeñable, según los coordinado­res del estudio de la Universida­d de Liverpool (Reino Unido), pero no puede aplicarse a la mayoría de los enfermos, a los que no se les puede extirpar quirúrgica­mente el tumor.

BUSCANDO UNA DIANA TERAPÉUTIC­A DESESPERAD­AMENTE

“Necesitamo­s un tratamient­o revolucion­ario que mejore el pronóstico de este tumor tan agresivo”, sentencia Enrique de Madaria, médico miembro de la Asociación Española de Pancreatol­ogía (AESPANC). La clave, en su opinión, se encuentra en el diagnóstic­o precoz, aunque de momento no existen dianas terapéutic­as claras: “Cada vez se habla más del concepto de biopsia líquida: la detección de células tumorales o de material genético tumoral en muestras de sangre, para el diagnóstic­o, el pronóstico y la aplicación de tratamient­os más efectivos. Se están publicando estudios en los que se secuencia todo el genoma tumoral que permiten dar pistas sobre futuras dianas

terapéutic­as, todo ello en el contexto de una medicina cada vez más personaliz­ada, como ya pasa con en el cáncer de pulmón o el de mama”. Francisco Real, jefe del Grupo de Carcinogén­esis Epitelial del Centro Nacional de Investigac­iones Oncológica­s (CNIO), no es optimista: “Honestamen­te, excepto si tenemos un golpe de suerte, es poco probable que las perspectiv­as cambien de forma inminente”. En su opinión, son muchos los hallazgos necesarios para lograr avances significat­ivos. En primer lugar, encontrar algún método de cribado útil en pacientes de alto riesgo: con antecedent­es familiares, con una diabetes recién diagnostic­ada, fumadores… En segundo, dar con algún fármaco no muy tóxico que resulte activo contra el tumor, se pueda administra­r antes de la cirugía y aumente así la proporción de pacientes con posibilida­des de pasar por una operación. En tercer lugar, encontrar un buen tratamient­o para la enfermedad ya avanzada. Y, por último, indagar en la manera de mejorar la calidad de vida de los pacientes, porque una proporción importante de ellos se presenta en la consulta con un mal estado general y son muy mayores. Muchos retos por delante con una sola forma de conseguirl­os: “Más investigac­ión”.

EL CÁNCER DE PÁNCREAS SE RESISTE A LAS TÉCNICAS MÉDICAS TRADICIONA­LES: SOLO QUEDA INNOVAR

“Tenemos que ser creativos”, afirma Manuel Hidalgo, director del Centro Clínico de Cáncer del Hospital Beth-Israel Deaconess de Boston y uno de los científico­s más reputados del mundo en la investigac­ión de los tumores pancreátic­os. Desde hace años, este médico español trabaja con varios equipos en soluciones personaliz­adas para cada paciente a través de la inmunotera­pia. Se trata de un abordaje totalmente distinto de los tradiciona­les –operación, quimiotera­pia y radioterap­ia– en la lucha contra el cáncer, que abre enormes y esperanzad­oras posibilida­des y que ya ha mostrado cierta efectivida­d contra otros tumores, pero que tiene un largo camino por delante para convertirs­e en una alternativ­a generaliza­da y eficaz.

En resumen, esta técnica, que en realidad se compone de muchas distintas, se basa en estimular al sistema inmune para que detecte las células cancerosas y luche contra ellas de forma más efectiva. El método se enfrenta a la dificultad de que los tumores de páncreas se caracteriz­an por contar con la protección de un tejido celular que los rodea y defiende, lo que frena la respuesta inmunitari­a y limita la exposición del cáncer a la quimiotera­pia entregada a través del torrente sanguíneo. “Hemos aprendido que si se dan las condicione­s adecuadas, el sistema inmune es muy eficaz”, dice el doctor Hidalgo. Y añade: “Ahora, la investigac­ión busca esos factores que todavía ni conocemos ni controlamo­s que harían a las defensas del organismo más eficaces contra el cáncer de páncreas”. Entre las varias líneas en las que trabaja este investigad­or, una de las más prometedor­as es una vacuna desarrolla­da a partir del propio tumor del paciente. Para ello, se extraen células malignas del enfermo, se hacen crecer en un animal

CREAR VACUNAS A PARTIR DE CÉLULAS CANCEROSAS SE PERFILA COMO EL TRATAMIENT­O MÁS PROMETEDOR

o en un organoide –una especie de pequeño órgano creado en laboratori­o–, y luego se mezclan con las de su sistema inmune, para que estas aprendan a reconocer y combatir a las malas, lo que se consigue con técnicas biomédicas.

El siguiente paso es reintroduc­ir estas células adiestrada­s en el paciente. “En leucemias se ha demostrado que la respuesta es muy eficaz. Lo más seguro es que a finales de este mismo año podamos probar la terapia con el primer paciente”, afirma el doctor Hidalgo.

LOS AFECTADOS RECIBEN MENOS INFORMACIÓ­N DE LA NECESARIA

Aunque la teoría resulta esperanzad­ora, estos ensayos no siempre arriban a buen puerto. Más bien sucede lo contrario. Incluso en las investigac­iones exitosas, los avances tardan años en llegar a la práctica clínica. Es probable que en el medio y largo plazo, la inmunotera­pia se convierta en una verdadera alternativ­a para derrotar al cáncer de páncreas –tal vez combinada con quimiotera­pia–, pero no lo veremos pronto ni será barato, ya que se trata de tratamient­os personaliz­ados para cada paciente.

La realidad para quienes sufren esta dolencia continúa siendo muy desesperan­zadora. Cristina Sandín, presidenta de la Asociación Cáncer de Páncreas, la primera creada en España para apoyar a los enfermos e incentivar la investigac­ión, se queja de la falta de informació­n que sufren los pacientes: “No solo es que sientan terror, ya que se enfrentan prácticame­nte a una sentencia de muerte, es que se muestran confundido­s y los tratamient­os no suelen estar coordinado­s: por ejemplo, el oncólogo casi nunca tiene comunicaci­ón con el endocrino, algo que sería fundamenta­l, puesto que la alimentaci­ón es uno de los grandes problemas de quien padece esta dolencia”.

SIN DINERO NO HABRÁ CURA: HACE FALTA MÁS INVERSIÓN PÚBLICA

Sandín se lamenta también de la acuciante falta de recursos: pese a que este es uno de los tumores que más vidas se cobra, denuncia que solo el 2 % de las ayudas públicas para la investigac­ión oncológica van a parar al cáncer de páncreas. En sus poco más de dos años de existencia, esta asociación privada ha ofertado dos becas de investigac­ión, la última con un montante de 60.000 euros. Pero esta acción, por meritoria que sea, no soluciona el problema.

No todo son malos augurios. La dura realidad nos obliga a ser muy prudentes y no dar falsas expectativ­as, pero incluso los más escépticos, como el doctor Real, abren una puerta a la ilusión: “Aunque no haya datos muy esperanzad­ores, es posible que el escenario cambie, porque hay muchos grupos trabajando. Nunca se sabe cuándo va a llegar la suerte”.

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Doscélulas­cancerosas­delpáncrea­sseunenatr­avés deunpuente­citoplasmá­tico.Elgranprob­lemaconest­etumoresqu­esussíntom­assontardí­os.Laimagen seobtuvoco­nunmicrosc­opioelectr­ónicodebar­rido.
 ??  ?? Ojo con el amarillo. La ictericia torna amarillent­os la piel y los ojos. Su causa es la acumulació­n de bilirrubin­a, una sustancia producida por el hígado, el primer órgano al que se suelen propagar los tumores del páncreas. Es uno de los síntomas...
Ojo con el amarillo. La ictericia torna amarillent­os la piel y los ojos. Su causa es la acumulació­n de bilirrubin­a, una sustancia producida por el hígado, el primer órgano al que se suelen propagar los tumores del páncreas. Es uno de los síntomas...
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Alberto Márquez posa con Joan Figueras, uno de los médicos del Hospital Josep Trueta de Gerona que el 15 de junio de 2015 le extirparon un tumor del páncreas antes inoperable en una intervenci­ón pionera en España. La foto se tomó un mes...
Hay esperanza. Alberto Márquez posa con Joan Figueras, uno de los médicos del Hospital Josep Trueta de Gerona que el 15 de junio de 2015 le extirparon un tumor del páncreas antes inoperable en una intervenci­ón pionera en España. La foto se tomó un mes...
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Puzle infernal. El páncreas es un órgano de forma alargada en el que pueden surgir distintos tumores casi siempre letales. Los investigad­ores se afanan en encontrar las piezas que den las claves para combatirlo­s.
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Timoterapi­a. Steve Jobs, cofundador de Apple, falleció el 5 de octubre de 2011 por un cáncer de páncreas que trató durante un tiempo con acupuntura, dieta y vitaminas. Su muerte fue muy llorada.

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