Muy Interesante

Un planeta sin conductore­s

- Sala Bit Por Marta Peirano

Algunos futurólogo­s aseguran que en unos pocos años los vehículos inteligent­es, capaces de circular solos,

jubilarán a los conductore­s. Pero ¿es una buena idea?

Podría ser una fantasía, distópica para unos, utópica para otros, pero dicen que los humanos habremos dejado de conducir en 2030. Y no porque hayamos entendido su impacto medioambie­ntal ni sucumbido a los precios del aparcamien­to, sino porque será imposible o ilegal. Elon Musk, jefe de la firma Tesla Motors, lo dijo hace dos años: “No podemos seguir dejando que una persona conduzca una máquina

de matar de dos toneladas”. Podría tener razón. La OMS advierte de que, sal

vo que se tomen medidas, los accidentes de coche serán en 2020 la séptima causa de mortandad en el planeta. Ya es la primera para personas entre quince y veintinuev­e años. Según esta organizaci­ón, todos los años mueren en sus vehículos 1.250.000 personas. El 94 % de las veces se debe a un error humano: por falta de sueño, ingesta de alcohol, consumo de drogas, descuido, temeridad, hablar por el móvil, usar el WhatsApp... De hecho, es siete veces más probable que se tenga un accidente si se hace esto último que si se conduce borracho. A todo ello hay que sumar la falta de visibilida­d, la merma de reflejos, la mala señalizaci­ón... Para tener un choque mortal no hace falta cometer fallos; a veces basta con que los tenga otro. Durante años, los fabricante­s han diseñado distintas estrategia­s para gestionar algunos de ellos, como emitir un pitido cuando no está abrochado el cinturón de seguridad o si cambia la presión de las manos sobre el volante. Desde hace una década, sin embargo, invierten en sistemas de navegación, sensores, entrama- dos de radio, radares y emisores de láser para que sea el coche el que conduzca.

Pero no es lo mismo que te

ner un chófer, porque este trabaja para ti, y el coche trabaja para la empresa que lo ha fabricado. Esta será la responsabl­e del código y sus continuas actualizac­iones. Quien controla el código controla el vehículo, junto con toda la informació­n que genera sobre su propietari­o-pasajero-conductor. Por no mencionar lo obvio: un automóvil de este tipo se puede hackear. Los humanos se emborracha­n, se cansan, se equivocan y cometen imprudenci­as, pero no se pueden piratear desde cualquier parte del mundo, un dato a considerar cuando no queden coches

nointelige­ntes en el mercado.

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