HABLAN LAS MOMIAS DE SEIS MUJERES PODEROSAS
Llevaron vidas de prestigio, riqueza y poder, y fueron enterradas con el boato y la solemnidad que normalmente se reservaba a los hombres en las sociedades antiguas. El examen de sus cuerpos aporta datos sobre el remoto tiempo en que vivieron.
Las momias femeninas no son tan habituales como las masculinas, al no haber ocupado las mujeres la cúspide de la sociedad más que en contadas ocasiones y no haberse beneficiado tampoco, en su paso a la otra vida, de los mismos privilegios, como lo fue tradicionalmente la momificación, que se consideraba un símbolo de estatus. Quizá por eso los ejemplos que existen resultan de un magnetismo indescriptible.
Los expertos distinguen entre momias deliberadas, las que los embalsamadores prepararon intencionadamente para su conservación en el tiempo, y momias espontáneas, aquellas a las que determinadas circunstancias ambientales o climáticas preservaron de manera tan accidental como afortunada para la posteridad. En este reportaje destacamos seis ejemplos de reinas, princesas, sacerdotisas o incluso niñas sagradas a las que la mano del experto o el azar del clima llevaron por caminos muy distintos a un mismo destino: la subsistencia de sus cuerpos durante siglos o milenios. Contemplarlas hoy, casi como fueron en vida, es como tocar el pasado.
Encontramos mujeres conservadas para la eternidad en todas las latitudes del planeta. Aunque momias y Egipto sean palabras que van siempre unidas, los egipcios no fueron los primeros de la historia en preservar de esa forma a sus muertos. Ese título habría que atribuírselo a una poco conocida cultura del norte de Chile, los chinchorros, que practicaron la momificación a gran escala –no limitada a los reyes– 5.000 años antes de Cristo.
Las féminas de este reportaje tienen en común también el que sus hermosos cuerpos, adorados en vida, proporcionan información de primera mano sobre periodos difíciles de entender por la escasez de pruebas materiales, e incluso sobre civilizaciones perdidas. Es el caso de la Bella de Xiahoe, que podría pertenecer a la enigmática estirpe de los tocarios, habitantes de la actual Región Autónoma Uigur de Sinkiang, en el oeste de China. La aplicación de técnicas de análisis genético o de datación muy precisa de los materiales a sus cuerpos y los objetos que las acompañaban en su tránsito abre un campo muy rico para mejorar el trabajo de los detectives de la historia.