La Doncella de los Andes
VOLCÁN LLULLAILLACO
Parecería que estuviese viva, pero murió hace quinientos años. En YouTube pueden verse las imágenes de unos científicos con bata y máscaras transportando el cuerpo de una joven de cara, piel y pelo sorprendentemente frescos y tersos. Cualquiera diría que se va a levantar de la camilla donde reposa y salir andando. Fue una doncella inca a la que su pueblo dejó morir en el volcán Lullaillaco, en la frontera entre las provincias de Salta (Argentina) y Antofagasta (Chile), para obtener el favor de los dioses. El sacrificio tuvo lugar en la cima, a 6.739 m , y pudo formar parte de la capac cocha, una ceremonia religiosa anual, o ser consecuencia de una sequía u otro desastre natural que hubiera requerido una ofrenda especial. A la joven, apenas una quinceañera, le dieron hojas de coca y chicha, un aguardiente de maíz, para que se adormeciera.
El frío hizo el resto. El final de la Doncella de los Andes estaba sellado hacía tiempo. Su belleza no es casual. Los incas buscaban por todos los pueblos a las jóvenes más atractivas para los sacrificios. Las llamaban aclla y las destinaban a servir en los ritos a los sacerdotes, a los que ayudaban a preparar la chicha. Hasta que llegaba su hora.
En compañía joven. En el mismo santuario de la cima del volcán se hallaron dos momias más: la de un niño de siete años sentado mirando hacia el sol naciente con adornos en la cabeza y el pecho; y la de una niña algo más pequeña (cinco o seis años), también sentada, con las piernas flexionadas. Tenía parte del cuerpo y sus vestidos dañados por el impacto de un rayo, por lo que se la conoce como la niña del rayo.
El Lullaillaco fue colonizado por los incas en el momento de máxima expansión de su imperio, hacia 1480. El sacrificio debió de realizarse entre esa fecha y su caída a manos de los españoles. La ceremonia de la capac cocha empezaba con la santificación de los niños como hijos del sol. Luego los llevaban a las montañas o apu, consideradas por los incas divinidades vivientes. A la doncella y sus compañeros los drogaron y emborracharon, pero otros cuerpos momificados por los incas recibieron otro trato: a un niño en el Aconcagua lo golpearon en la cabeza y a una niña en el cerro Chuscha la hirieron por la espalda con un objeto punzante.