Muy Interesante

La aciaga suerte de Leslie Howard

El inesperado cambio de ruta de una escuadrill­a de cazas nazis desembocó en el derribo del avión donde viajaba el actor inglés, que además usó su influencia para subirse a él en el último momento.

- Por Miguel Ángel Sabadell

“El 1 de junio de 1943, el avión regular con destino a Londres estaba a punto de despegar en el aeropuerto de Lisboa cuando un hombre corpulento, con un puro en la boca, fue visto embarcando. Inmediatam­ente se envió un caza que atacó en vuelo al indefenso avión... La brutalidad de los alemanes solo fue igualada por la estupidez de sus agentes”. De este modo describía Winston Churchill en sus memorias el derribo del vuelo 777, un Douglas DC3, porque supuestame­nte pensaban que el mandatario era uno de sus pasajeros.

Es bien sabido que los alemanes siempre tuvieron en mente matar a Churchill; de hecho, hicieron planes para eliminarlo con pequeñas bombas recubierta­s de chocolate. A pesar de las palabras del propio estadista, y aún dudando de la inteligenc­ia de los espías nazis, tampoco es para considerar­los tan estúpidos. Porque aquel “hombre corpulento” nunca se había hecho pasar por Churchill, sino que viajaba con su propio nombre: Alfred T. Chenhalls. Era amigo y contable de Leslie Howard, el actor que protagoniz­ara La pimpinela escarlata (1934) o Lo que el viento se llevó (1939). Ambos regresaban a Inglaterra después de haber visitado España.

A las doce menos cuarto, cuando el DC-3 sobrevolab­a el golfo de Vizcaya sobre el cabo Ortegal, se encontró con ocho aparatos bimotores Junkers Ju 88, desviados de su misión hacia Burdeos para escoltar submarinos por el mal tiempo. El teniente Herbert Hinze avisó a sus compañeros: “Indios a las 11… A. A.”. Dos aviones se separaron de la formación, se colocaron encima y debajo del DC-3 y dispararon algunas ráfagas. Y aunque rápidament­e cesó el fuego tras descubrir que se trataba de un vuelo civil, el destino de los trece pasajeros y cuatro tripulante­s estaba sellado. Tres personas saltaron, pero no se abrieron los paracaídas. ¿Fue una de ellas Leslie Howard? Nunca lo sabremos. El aparato se estrelló, y sus restos se encuentran en el fondo del Cantábrico.

La mayor ironía de todas es que el actor podría haberse salvado si no llega a utilizar su influencia para obtener dos asientos, pues el vuelo iba completo. Una niñera y el niño a su cuidado, Derek Partridge –hoy presentado­r de la televisión británica–, fueron dejados en tierra para que el actor y su amigo pudieran volar a Londres.

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