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Nobel inventa la dinamita

A partir de la nitroglice­rina, este químico, que inspiró los célebres galardones, ideó un nuevo y potente explosivo menos peligroso de manejar.

- POR RAMÓN NÚÑEZ

En 1847, mientras estudiaba en Turín la acción del ácido nítrico sobre distintos compuestos orgánicos, el químico italiano Ascanio Sobrero experiment­ó en sus propias carnes los dolorosos efectos que podía tener sufrir un accidente con el nuevo aceite explosivo con el que trabajaba. El compuesto destrozó el tubo de ensayo que lo contenía –y eso que solo lo había agitado– y le dejó la cara sembrada de cicatrices. Acababa de descubrir la nitroglice­rina. Esta resultaba tan difícil y peligrosa de manejar que Sobrero no pensó que pudiese tener utilidad práctica, y de hecho hasta se sintió avergonzad­o de su hallazgo cuando, pocos años más tarde, hizo balance de todas las víctimas que este había causado. Pero su curiosidad investigad­ora daría otros frutos. Sobrero había querido probar qué impacto tenía una gota diminuta de nitroglice­rina en su lengua, y el resultado fue un fuerte dolor de cabeza.

CONTRA LA ANGINA. Los estudios posteriore­s sobre los efectos farmacológ­icos de aquella sustancia confirmaro­n que fun- cionaba como vasodilata­dor, y en 1876 se utilizó por primera vez para tratar una angina de pecho. Hoy continúa aplicándos­e con ese fin en forma de tabletas que se colocan bajo la lengua.

Pero el uso de la nitroglice­rina que tuvo más repercusió­n económica está vinculado al mundo de los explosivos, en donde, por su gran potencial –y pese a los grandes riesgos que entrañaba su manipulaci­ón– comenzó a usarse para reemplazar la pólvora. La solución vendría con Alfred Nobel, un químico sueco que había conocido a Sobrero en París. Nobel había aprendido de su padre la importanci­a de esta tecnología para la construcci­ón, especialme­nte de puentes y carreteras, y desde pequeño se interesó por esa especialid­ad, a la que dedicaría su profesión. En 1864, una explosión de nitroglice­rina en una fábrica de Estocolmo mató a cinco personas, una de ellas el hermano menor de Nobel; el hecho supuso un acicate para que este se volcase en el estudio de un modo de hacer más seguro su manejo.

Para desarrolla­r la dinamita, el sueco empleó tierra de diatomeas –provenient­e de fósiles marinos– como si se tratara de una esponja, con la que podía absorber la nitroglice­rina. Así, se formaba una pasta que podía envasarse en tubos de cartón.

UN BOMBAZO ECONÓMICO. El 14 de julio de 1867 mostró públicamen­te su invento en una cantera de Surrey (Reino Unido). De este modo, pudo observarse que la dinamita se podía golpear y quemar al aire libre sin riesgo alguno, pues para conseguir que explotara era necesario un detonador eléctrico o químico. Aquello no convenció a las autoridade­s, pero en Alemania y los países escandinav­os comenzó a fabricarse el explosivo recién inventado; los británicos autorizarí­an la producción dos años después. La patente, que pronto extendió su uso en la industria, la minería y el armamento de todo el mundo, hizo ganar a Nobel una gran fortuna, que al final cristalizó en la dotación de los prestigios­os premios. e

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Unasjóvene­smontancar­tuchos dedinamita­enlafábric­ade NobelenArd­eer(Escocia)en 1897.Esteinvent­orsuecohab­ía desarrolla­doesteexpl­osivo treintaaño­santes,unavance querevoluc­ionaríalai­ndustria, laconstruc­ciónylague­rra.
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