SU INTELIGENCIA MARAVILLA A LOS CIENTÍFICOS
Recuerdan, manipulan objetos, juegan... Las capacidades cognitivas de pulpos, sobre todo, pero también de sepias y calamares, asombran a los investigadores, que toman su sistema nervioso como modelo para entender el nuestro.
Amediados del siglo XX, la comunidad científica empezó a preguntarse si existen animales con un encéfalo parecido al nuestro y qué conductas podrían darnos pistas sobre su funcionamiento. Los cefalópodos eran candidatos perfectos para investigar en este campo, ya que poseen un órgano pensante similar al de los vertebrados, aunque simplificado. Además, comprender los circuitos neuronales y los procesos cognitivos de criaturas muy diferentes a nosotros ayuda a entender la evolución del cerebro en el ser humano.
Un ejemplo: tras analizar el sistema nervioso de los calamares, los investigadores Alan Lloyd Hodgkin y Andrew Fielding Huxley descubrieron la manera en que se producen los impulsos eléctricos entre neuronas, hallazgo que se pudo trasladar en parte a los humanos y por el que se les concedió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1963. El neurocientífico estadounidense Eric Richard Kandel también lo ganó 37 años después por descubrir los mecanismos moleculares y genéticos de la memoria y el aprendizaje en otro tipo de molusco
llamado liebre de mar borracha, Aplysia californica.
Por añadidura, los cefalópodos son la prueba viva de que el cerebro animal evolucionó por dos caminos diferentes, lo que se denomina convergencia evolutiva. El ejemplo clásico es el de las aves, mariposas y murciélagos: los tres poseen alas, pero no provienen de un ancestro común, sino que la selección natural los moldeó por rutas separadas.
UNA PIEL LLENA DE RECEPTORES PARA CAPTAR ESTÍMULOS LUMINOSOS
Este fenómeno nos permite averiguar si existe una jerarquía en las piezas que conforman nuestro cerebro; es decir, si es necesario que se desarrollen antes algunas estructuras para que aparezcan otras más complejas, como las que posibilitan la capacidad de imitar, ponerse en el lugar de otros (empatía) o conside- rar un asunto desde varias perspectivas.
Con el fin de entender la atracción que ejercen los cefalópodos para la ciencia, debemos recordar algunos datos básicos sobre su biología. Existen unas ochocientas especies, que pertenecen al filo de los moluscos y se agrupan en sepias, calamares, nautilos y pulpos. Una característica chocante es que su piel está repleta de fotorreceptores como los que se encuentran en la retina de los mamíferos, aunque se ignora si esa información viaja hasta al cerebro para formar imágenes.
La simple existencia de sistema nervioso –son cordados– ya los convierte en animales potencialmente susceptibles de sentir dolor. Los pulpos, por ejemplo, reaccionan cuando se les hace daño, y encogen las extremidades lesionadas si están enfermos. Aunque, paradójicamente, también son capaces de automutilarse para escapar de depredadores. Con el paso de las semanas, el
EL ESTUDIO DEL SISTEMA NERVIOSO DE LOS CALAMARES AYUDÓ A DESCUBRIR CÓMO FUNCIONAN NUESTRAS NEURONAS
tentáculo desaparecido vuelve a crecer. En los años setenta, el zoólogo Andrew Packard determinó que el sistema nervioso de los cefalópodos no solo es el más grande de todos los invertebrados, sino que también supera al de reptiles y peces, lo que desencadenó una especie de efecto llamada para neurólogos y expertos en cognición de todo el mundo.
DOS TERCIOS DE LAS CÉLULAS NERVIOSAS ESTÁN EN LOS BRAZOS
El organismo de los pulpos, por ejemplo, contiene hasta quinientos millones de neuronas, algo increíble si lo comparamos con otros animales de su mismo filo. Dos tercios se encuentran en la periferia del cuerpo, especialmente en las extremidades. Esto permite que cada uno de sus ocho brazos o tentáculos –que de esas dos maneras pueden llamarse– sientan e interpreten señales químicas de manera independiente, sin la necesidad de una señal procedente un sistema central o cerebro.
Los estudios paleontológicos indican que los cefalópodos han evolucionado nada menos que durante quinientos millones de años, desde el periodo Cámbrico. Cada vez más grandes y complejos, desarrollaron ganglios nerviosos y pequeños nudos que se extendieron y conectaron por todo su cuerpo. Al final, muchas neuronas se agruparon en algo parecido a un cerebro, que a su vez se divide en subestructuras, como el sistema bucal, con el que recoge información química, y varios lóbulos, como los dos que procesan los datos visuales. Esta red de asociaciones neuronales no tiene parangón entre los invertebrados.
Otras convergencias evolutivas con los mamíferos no dejan de sorprender a los expertos. En 1991, el neuroetólogo Theodore Bullock y su equipo realizaron una investigación pionera: analizar mediante electroencefalograma las señales eléctricas que emite el cerebro de la sepia común, Sepia officinalis. Los resultados mostraron que eran muy similares a las que se detectan en la masa gris de los vertebrados.
Por ejemplo, los pulpos y calamares poseen lateralidad. Eso significa que tienen preferencias sobre con qué extremidad agarran un objeto o con cuál de los dos ojos mirar para buscar comida, como pasa en nuestra especie, dividida en diestros y zurdos. Este fenómeno suele sugerir que un lado del encéfalo está especializado o es dominante en determinados procesos cognitivos, aunque este asunto aún no ha sido aclarado del todo.
Entonces, ¿hasta qué punto podemos decir que son inteligentes? El aprendizaje, que depende en gran parte del mecanismo de la memoria, es uno de los indicadores clásicos para medirlo. Así, los biólogos italianos Graziano Fiorito y Pietro Scotto enseñaron a varios pulpos a escoger una bola de determinado color, mediante calambres –cuando falla- ban– y comida –si lo hacían bien–. En un tanque vecino, otro grupo de individuos observaron la prueba y luego acertaron 129 veces de 150, y sin necesidad de estímulo o castigo.
Como en este experimento, si un pulpo mira a un congénere entrenado para abrir botes, cuando él lo intente ejecutará la tarea mucho más rápido que el propio profesor. También aprenden a moverse o navegar por laberintos. De acuerdo con las investigaciones, el neurobiólogo Benny Hochner, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en Israel, usan la memoria a largo plazo, tanto en pruebas visuales como táctiles.
LOS PULPOS DUERMEN DE MODO SIMILAR A AVES Y MAMÍFEROS
Asimismo se cree que las sepias usan áreas de su sistema central que en los mamíferos vinculamos con el aprendizaje para tomar decisiones. Por ejemplo, su lóbulo llamado vertical recuerda a nuestro hipocampo, según los influyentes trabajos del zoólogo británico John Zachary Young (1907-1999). No solo por la forma, sino también porque lo emplean para retener información y aprender.
La psicóloga Jennifer Mather, de la Universidad de Lethbridge (Canadá), esgrime otro argumento para adjudicarles un elevado grado de inteligencia, e incluso consciencia: duermen de una manera similar a las aves y los mamíferos. De hecho, los pulpos pasan la mayor parte del tiempo retirados en grietas, donde estrechan las pupilas de sus ojos, adoptan un color del cuerpo muy concreto –gracias a sus cromatófo-
EN UN LABORATORIO DE NUEVA ZELANDA, APRENDIERON A APAGAR LA LUZ LANZANDO CHORROS DE AGUA A LOS INTERRUPTORES
ros, células con pigmentos en su interior que tienen la propiedad de reflejar la luz– y no reaccionan si se les estimula durante esas siestas.
Además, como nos pasa a nosotros, experimentan un efecto rebote o me
moria del sueño. Si se les despierta y no se les deja reanudar el reposo, luego deben recuperarlo y duermen más tiempo al día siguiente. Antes se pensaba que se mantenían en un estado de alerta o semiactivación, siempre pendientes de los depredadores, pero ahora sabemos que descansan de manera más profunda, lo que es coherente con un cerebro o red neuronal estrechamente conectada.
¿FABRICAN RECUERDOS LAS SEPIAS MIENTRAS DUERMEN?
Jean Boal, de la Universidad de Millersville, en Pensilvania, ha observado que las sepias duermen por etapas y experimentan algo parecido a nuestra fase REM –movimientos oculares rápidos–. De ser cierto, es importante, porque ese estadio onírico se asocia a los sueños y la memoria episódica, la que nos permite recordar y aprender de la experiencia. Otro ejemplo de flexibilidad cefaló
poda es la rápida adaptación a los nuevos ambientes. Cuando pasan unos días en los acuarios, los pulpos se vuelven muy curiosos y nadan de un lado a otro del tanque, analizando cada centímetro cuadrado. Pasado un tiempo, incluso tratan de escapar. El experto en pulpos David Scheel, de la Universidad Alaska Pacific, cree que buscan, sutilmente, maneras de saber si los miras. Algo muy útil si tenemos en cuenta el gran número de depredadores que acechan a estos moluscos: barracudas, focas, elefantes marinos, ballenas, delfines, etcétera.
En la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) aprendieron a apagar las luces lanzando chorros de agua sobre los interruptores, lo que provocaba cortocircuitos en el sistema eléctrico. Como la broma comenzó a salir cara para el departamento, optaron por dejarlos en libertad. Estos casos nos indican que dentro de esas mentes suceden más cosas de las que nos imaginamos: los pulpos tienen temperamentos diferentes y les gusta manipular objetos de su entorno, tanto en libertad como en cautiverio.
En lo que se refiere a su vida social, no hay demasiada información. Aunque son solitarios en su mayoría, algunas especies, como las del género Abdopus, viven en grupos con complejos patrones de interacción aún sin desvelar, mientras que otros se reúnen durante la época de reproducción.
A principios de los ochenta, los científicos Martin Moynihan y Arcadio Rodaniche descubrieron en las aguas del Pacífico, en Panamá, las primeras colonias de pulpos, que estaban formadas por entre treinta y cuarenta ejemplares. Se trataba de una misteriosa especie, hasta entonces desconocida, de variedad rayada.
HEMBRAS QUE NO ATACAN AL MACHO DESPUÉS DEL COITO
Décadas después, los biólogos Richard Ross y Roy Caldwell consiguieron llevar varios individuos a su acuario y corroboraron no solo su carácter gregario, sino otras conductas sorprendentes, como la cohabitación pacífica entre machos y hembras; normalmente, estas últimas muestran una conducta violenta hacia sus compañeros después del coito.
Algunos calamares y sepias también se mueven en grandes grupos sin problemas. A veces se acercan, se inspeccionan y se acarician con sus brazos o tentáculos. En libertad, pueden mostrar esta actitud cariñosa con los humanos, hasta el extremo de desmontar sus cámaras u otros objetos que lleven.