Cuando lo artificial supera a lo natural
Crear un programa capaz de vencer a un gran maestro del ajedrez supuso décadas de trabajo. Dar a luz a AlphaGo, la inteligencia artificial de Google que derrotó en marzo de 2016 al surcoreano Lee Sedol, campeón mundial de Go, un juego de mesa aún más complejo que el ajedrez, llevó apenas dos años. Nuevas técnicas de aprendizaje automático y la mayor capacidad de los procesadores han conseguido que las tareas que pueden ser evaluadas y resueltas por sistemas expertos y ordenadores se multipliquen y alcancen disciplinas que parecían a salvo de la automatización. También que el tiempo necesario para desarrollar este tipo de programas se reduzca de forma significativa. INFARTO A LA VISTA. Los juegos siguen siendo un excelente terreno donde demostrar estas habilidades. A principios de este año, Libratus, un software desarrollado en la Universidad Carnegie Mellon (EE. UU.), venció a varios profesionales del póker en una serie de partidas jugadas en el casino Rivers de Pittsburgh (Pensilvania). Este juego de naipes se considera extremadamente complejo para una máquina, porque la información que el sistema obtiene en cada turno es incompleta y obliga a emplear conceptos teóricos para elegir una estrategia, o a cambiarla sobre la marcha si el resto de jugadores la descubre.
En medicina, la inteligencia artificial también ha superado ya la capacidad de diagnóstico de los humanos. Sistemas expertos desarrollados en la universidad citada son capaces de detectar con horas de antelación si un paciente ingresado en la unidad de cuidados intensivos va sufrir un infarto de miocardio.
Watson, la supercomputadora desarrollada por IBM, crea terapias personalizadas contra el cáncer basadas en el perfil genético de cada paciente, y descubre nuevos medicamentos en tiempo récord. Esto último lo hace analizando los efectos de ciertos compuestos sobre diferentes tejidos y célu- las, y mucho más rápido que el mejor biólogo, gracias a su veloz procesamiento.
La rápida capacidad de análisis y la habilidad para detectar patrones han resultado útiles también en campos como la lingüística. En el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) hay sistemas capaces de traducir sin normas previamente fijadas lenguas antiguas ya extintas, o de resumir textos largos en un párrafo corto. VENCER AL CREADOR. Ni siquiera los propios ingenieros y programadores que inventan estos sistemas se libran de verse superados. Google Brain, la división de Google encargada de desarrollar herramientas de inteligencia artificial, ha creado un sistema que elabora programas basados en aprendizaje automático mucho más efectivos que los que hasta ahora producían los ingenieros. “Esta es una de nuestras líneas de investigación más prometedoras”, asegura Jeff Dean, responsable de la división en la compañía.