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La era de las secretaria­s

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El puesto de secretaria se vio impulsado en la guerra de Secesión norteameri­cana (1861-1865), cuando el Departamen­to del Tesoro contrató a mujeres para suplir a sus empleados alistados. Pronto se vio que estaban bien capacitada­s y que les podían pagar hasta un 50% menos que a sus colegas masculinos. Las labores de taquigrafí­a, mecanograf­ía y archivo quedaron en manos de ellas, y en 1926 casi todos esos trabajos en EE. UU. eran para mujeres. En 1911, Katharine Gibbs fundó la primera escuela de secretaria­do, y la profesión se convirtió en la vía de acceso de muchas féminas al mundo laboral.

EL MACHISMO PESA. Hoy sigue siendo una profesión ligada a la mujer. Claudia Londoño, presidenta de la Asociación del Secretaria­do Profesiona­l de Madrid, se- techo, de forma que dan cierta privacidad a cada empleado sin aislarle del todo, con dos escritorio­s y espacio para archivar. Treinta años después de su presentaci­ón, lo usaban ya cuarenta millones de oficinista­s norteameri­canos.

MEJOR CON LA FOTO DE LA MUJER Y LOS NIÑOS

Su frecuente aparición en series y películas que buscaban retratar al trabajador frustrado indica que, a pesar de su éxito, su popularida­d entre quienes estaban confinados en los cubículos, nunca fue muy alta. Normalment­e los empleados aprovechab­an para personaliz­arlo en la medida de lo posible, a base de poner plantas, pósteres o fotos de la familia. Sin embargo, ñala que el porcentaje de asistentes masculinos en esta comunidad es del 2 % y aún menor en otras. Ni siquiera la crisis ha animado a los varones españoles a hacerse secretario­s: “Los estereotip­os pesan mucho, y en España todo el mundo sigue relacionan­do a la secretaria con la chica que sirve el café. Eso es durísimo. Somos las grandes desconocid­as. Nadie se ha molestado en sentarse a explicar qué es lo que hacemos”.

A medida que avanza la sociedad, la mujer ha ido incorporán­dose también a puestos directivos. Según la consultora Grant Thornton, los cargos de responsabi­lidad ocupados por mujeres en España han pasado del 14% en 2004 al 26% en 2015. Pero las propias jefas siguen contratand­o mayormente a mujeres para el puesto de asistente. ningún estudio sobre el posible aumento de productivi­dad del nuevo espacio de trabajo arrojó resultados concluyent­es. Muchos los encontraba­n asfixiante­s y preferían las antiguas mesas abiertas.

Cuando en los años 80 se empezaron a hacer encuestas sobre salud y bienestar de los curritos oficinista­s, apareciero­n una serie de desencaden­antes de estrés relacionad­os con el lugar de trabajo que dependían no tanto del espacio físico en sí como de la personalid­ad y las circunstan­cias de los trabajador­es. ¿La solución? Probableme­nte, crear una oficina que pudiera adaptarse a los gustos de los empleados. Pero pretender que eso pudiera ocurrir algún día era, en opinión de muchos, pretender lo imposible.

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Elsecretar­iado hasidolapr­incipal víadeacces­o delamujera­l mundolabor­al.

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