Muy Interesante

¿La mayor conspiraci­ón de silencio de la historia?

Lo increíble no es que las autoridade­s de EE. UU. hayan mantenido en secreto el supuesto ovni de Roswell desde 1947, sino que miles de personas crean posible semejante discreción.

- Por Miguel Ángel Sabadell

ste año se cumple el 70 aniversari­o del “caso Roswell”, la joya de la corona de la ufología. Según el mito, en julio de 1947 se estrelló una nave extraterre­stre en Nuevo México. Desde entonces, los estadounid­enses custodian en secreto el vehículo y los cadáveres de sus tripulante­s. El misterio no es este, sino el proceso mental que lleva a mucha gente normal a creer tal patochada.

¿Cómo podría haberse mantenido oculto durante siete décadas semejante hecho? Pensemos en la cantidad de personas que habrían sabido algo del incidente: militares de alta graduación, los responsabl­es de las bases donde se guardaron los restos, los suboficial­es y soldados a cargo de la vigilancia, los científico­s que hubieran estudiado la nave y a sus ocupantes, los sucesivos presidente­s, secretario­s y funcionari­os de alto nivel, el personal de la CIA y el FBI... Y los familiares más cercanos de todos ellos. ¿Quién sería capaz de callar toda una vida y no decirle a su pareja que ha trabajado con un ovni?

Los ufólogos defienden que hay una conspiraci­ón de silencio a escala inimaginab­le. ¿Quién puede creerlo? Nunca ha existido, ni posiblemen­te exista jamás,

Eun sistema de seguridad tan perfecto. Alguien se habría ido de la lengua. Alguien en su lecho de muerte, al que no le importara revelar cualquier secreto; alguien que quisiera obtener ventajas políticas; alguien con una crisis de conciencia; alguien que hubiera querido enriquecer­se vendiendo sus memorias; alguien que trabajara para una potencia extranjera; alguien deseoso de contribuir a la verdad; un espía industrial... La cantidad de oportunida­des para quebrar el silencio habría sido infinita.

Es imposible callar a muchos por mucho tiempo. La historia lo demuestra. El mejor ejemplo lo tenemos en la fabricació­n de la bomba atómica. El control de cada brizna de informació­n que salía de Los Álamos fue exhaustivo y la vigilancia de los involucrad­os férrea, pero a los rusos les llegaron los secretos de su creación de inmediato. Algo parecido puede decirse de casos como el Watergate o las filtracion­es sobre las vidas de la familia real inglesa en la época de Diana de Gales. Si ya es difícil guardar secretos en círculos muy reducidos de individuos muy bien pagados y motivados, hacerlo durante largos periodos y con mucha gente involucrad­a es inviable.

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