¿Hay ardillas negras?
Pues son bastante raras, pero sí. En realidad, se trata de un subgrupo de dos ardillas grises –la de las Carolinas ( Sciurus carolinensis) y la zorro oriental ( Sciurus niger)– que habitan algunas zonas del noroeste estadounidense, Canadá y, últimamente, el Reino Unido. Aquí está considerada como una especie invasora que transmite enfermedades y amenaza el hábitat de las rojas autóctonas.
Como descubrieron científicos británicos de la Universidad Anglia Ruskin en 2014, la tonalidad totalmente oscura se debe a una mutación genética que afecta a la pigmentación. Si lo observamos de cerca, el pelaje de sus congéneres grisáceas es una combinación de rayas blancas, naranjas y negras, pero el gen responsable de controlar la mezcla cromática falla en la variedad que nos ocupa y solo activa un color.
Los investigadores sugieren que esta alteración del ADN podría proporcionar al roedor algunas ventajas evolutivas. De hecho, en otros animales como el leopardo y el jaguar, el ennegrecimiento ha conllevado la mejora del sistema inmunitario y un aumento en los niveles de la testosterona, hormona asociada a la agresividad y al atractivo sexual de los machos.
Al ser de la misma especie, las ardillas grises y negras se cruzan sin problemas, y sus crías pueden nacer con el pelo marrón oscuro.