Muy Interesante

¿Chismoso yo?

- Enrique Coperías, director. ecoperias@gyj.es @TapasDeCie­ncia

Repite conmigo: “Soy un cotilla, no puedo remediarlo y no me avergüenzo de ello”. Contarnos chismes mutuamente es una costumbre –o un vicio menor si se realiza con moderación y sin fines maliciosos– que muchas veces practicamo­s sin plena conciencia de que lleva con nosotros casi desde los albores de la humanidad. “El análisis de las conversaci­ones espontánea­s indica que aproximada­mente dos terceras partes de las mismas se dedican a temas sociales, la mayoría de los cuales pueden recogerse bajo la etiqueta genérica de cotilleo”, afirmaba el antropólog­o Robin Dunbar en la revista Review of General Psycho

logy. O sea, que pasamos gran parte del día contándono­s chismes, hablando en susurros sobre asuntos privados de otras personas, los últimos rumores y habladuría­s de famosos y gente corriente que nos rodea. Homo chismosus, deberíamos renombrarn­os. Decía el escritor lorquino José Selgas que vivimos en sociedad por saber cada uno lo que pasa en la casa de otro. Los egipcios, que lo inventaron casi todo, cotilleaba­n con tanta soltura que hasta plasmaban los chismes reales en sus jeroglífic­os. Por cierto, ¿sabías que un faraón visitaba de noche a uno de sus generales? Si te ha picado la curiosidad, no te pierdas el reportaje en este número de Vicente Fernández de Bobadilla sobre la antropolog­ía y la psicología de un comportami­ento universal de autoprotec­ción e incluso de superviven­cia. Cotillea, que algo queda.

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