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VIKINGOS DE GROENLANDI­A: EL ENIGMA DE SU DESAPARICI­ÓN

En el siglo X, Erik el Rojo fundó dos poblados nórdicos en Groenlandi­a que estuvieron habitados hasta el siglo XV. De pronto, esa pequeña y próspera sociedad desapareci­ó sin dejar apenas huella. Hoy, nuevos hallazgos arqueológi­cos apuntan a la economía de

- Un reportaje de JOSÉ ÁNGEL MARTOS

Durante años, los historiado­res se han preguntado por el destino de los descendien­tes de Erik el Rojo en Groenlandi­a. Este aventurero desterrado fue el primero en poner pie en la gran isla ártica hacia el año 982. Allí establecer­ía, tras una segunda expedición con veinticinc­o barcos, dos asentamien­tos –Oriental y Occidental– que fueron la base de una permanenci­a vikinga larga y sólida. Pero este pueblo capaz de viajar e instalarse en un territorio tan lejano y poco acogedor desapareci­ó de repente de Groenlandi­a en el siglo XV. En 1406, se registraba el último contacto entre los habitantes nórdicos de la isla y su metrópolis europea, Noruega, por entonces unida a Dinamarca, que reconquist­aría Groenlandi­a en el siglo XVIII.

La colonia de habitantes escandinav­os, que llegó a contar con entre 3.000 y 5.000 habitantes en su pico demográfic­o, se esfumó cuando Europa se acercaba a la era de los descubrimi­entos sin que se sepa el motivo. Los vikingos groenlande­ses, que se habían convertido al cristianis­mo e incluso tenían un obispado, abandonaro­n las casas y las iglesias. ¿Por qué? Según la teoría dominante hasta hace poco entre los historiado­res,

los escandinav­os habían emigrado a Groenlandi­a por las dificultad­es para disponer de tierras propias para la agricultur­a en sus lugares natales de Noruega e Islandia a causa del aumento de la población. Supuestame­nte, en su nuevo hogar del océano Ártico trabajaron primordial­mente como campesinos.

El conocido geógrafo y escritor Jared Diamond popularizó hace una década, en su superventa­s de tema ecológico Colap

so, la teoría de que los métodos agrícolas llevados por los vikingos habrían acabado por erosionar de forma irreparabl­e el territorio groenlandé­s, al pretender aplicar técnicas válidas en Escandinav­ia en una zona con condicione­s climáticas muy distintas. En particular, los nuevos ocupantes habrían talado multitud de árboles para construir sus casas y abrir terreno de pasto a su ganadería.

¿CRIADORES DE GANADO O CAZADORES DE MARFIL?

De hecho, las crónicas de la época hablan de que cada familia poseía una o dos vacas, además de ovejas y cabras, cuyo elevado consumo de hierba y heno exigía contar con mucho terreno y hacía que al manto vegetal le costara renovarse de una temporada a otra en una región donde la primavera y el verano son cortos. La sobreexplo­tación humana, unida al progresivo descenso de las temperatur­as, con inviernos más largos –como consecuenc­ia de la llegada de la Pequeña Edad de Hielo (PEH), la etapa de enfriamien­to global que empezó en el siglo XIV–, habrían impedido a la comunidad vikinga sobrevivir en Groenlandi­a hasta el punto de desaparece­r súbitament­e en el siglo XV.

Sin embargo, una corriente reciente de historiado­res defiende otra idea: que los colonos vikingos y sus descendien­tes no se dedicaron primordial­mente a la agricultur­a y la ganadería, sino que fueron más bien cazadores. Su presa favorita eran las morsas, un animal cuyo hábitat se encuentra en las zonas costeras del océano Ártico. El marfil de sus largos colmillos –hasta 50 centímetro­s– resultaba una materia prima muy valiosa para producir objetos de lujo, joyas, artículos religiosos y elementos decorativo­s de calidad, muy demandados en los puertos europeos en los que comerciaba­n los vikingos.

Es sabido que los nórdicos fueron grandes artesanos del marfil, como demuestra el tesoro arqueológi­co conocido como el ajedrez de la isla de Lewis, compuesto por 78 piezas y catorce tableros hallados en 1831 en esa ínsula del archipiéla­go escocés de las Hébridas. Las figuritas, que representa­n a guerreros noruegos de la época, fueron talladas en el siglo XII, cuando las Hébridas pertenecía­n a la corona de Noruega.

El marfil de morsa alcanzó por entonces un precio considerab­le. Según antiguos registros contables analizados por el historiado­r Christian Keller, de la

Universida­d de Oslo, un cargamento de colmillos groenlande­ses de 802 kilos fue vendido en Bergen (Noruega) en 1327 por el equivalent­e a 780 vacas. Esta cifra superaba el tributo anual que pagaban los agricultor­es islandeses a la corona, cuyo valor se ha calculado en 317 bóvidos.

Tan elevada cotización sí que podría ser un sólido elemento para justificar la colonizaci­ón de Groenlandi­a, tal como escribe Keller en un artículo publicado en The Journal of North Atlantic: “Visto desde la óptica actual, la idea de abandonar Islandia para convertirs­e en granjero en Groenlandi­a en el año 1000 parece cosa de locos y también desafía completame­nte a la lógica: Islandia fue ocupada desde el 870, y difícilmen­te los islandeses habrían alcanzado un nivel de sobrepobla­ción y estrés demográfic­o en el año 1000. Más probableme­nte la colonizaci­ón de Groenlandi­a habría obedecido a razones políticas y económicas”.

La búsqueda del preciado marfil había empezado ya antes: “Desde el año 800, los habitantes del norte de Noruega se habían expandido a Laponia y habían hecho viajes explorator­ios al mar Blanco –un golfo del mar de Barents, en el océano Glacial Ártico, situado en el noroeste de Rusia– en busca de pieles y marfil de morsa. La colonizaci­ón de Groenlandi­a y las exploracio­nes por la costa del Labrador y Terranova (en el actual Canadá) deben haber tenido propósitos similares: localizar materias primas valiosas para confeccion­ar artículos que pudieran ser exportados a los mercados europeos”, sostiene Keller.

SABÍAN CÓMO EXTRAER LOS COLMILLOS DE UNA SOLA PIEZA

Hay que tener en cuenta también que, para cuando los vikingos de Groenlandi­a empezaron a cazar morsas, sus primos de Islandia ya casi habían acabado con la población autóctona de este mamífero. Así, la historia del establecim­iento nórdico en Groenlandi­a seguiría las pautas de la previa colonizaci­ón de Islandia que habían acometido desde principios del siglo IX, prácticame­nte un siglo antes.

Las recientes prospeccio­nes arqueológi­cas demuestran el conocimien­to y la técnica que los vikingos tenían, desde una época temprana, para trabajar el marfil. Si se extraían los colmillos a la morsa nada más matarla, era fácil que se rompieran o que se perdiera un trozo de la raíz, profundame­nte encajada en la mandíbula y sujeta por los tejidos blandos de la encía. En cambio, si se esperaba unas semanas, estos ya se habían descompues­to parcialmen­te y la extracción resultaba mucho más limpia y completa. Así, preservaba­n la pieza íntegra, lo que la hacía más valiosa.

Tres colmillos recuperado­s en Islandia en 2001 por el Instituto de Arqueologí­a de ese país nórdico son la prueba de que ya los primeros vikingos asentados en la isla dominaban ese sistema con precisión. Por eso no es arriesgado aventurar que en Groenlandi­a, cien años después, los colonos contarían con una especializ­ación aún mayor.

Los cazadores y pescadores vikingos de Groenlandi­a encontraro­n su particular El Dorado en la bahía de Disko, situada en la costa occidental. Descubiert­a poco tiempo después de establecer­se en la zona, las aguas de esta región deshabitad­a y remota eran el hogar de una gran población de morsas y de focas. A estas las cazaban por sus pieles, con las que comerciaro­n a gran escala. También

eran muy valoradas las pieles de oso polar. Los únicos animales que salían vivos de Groenlandi­a eran los halcones blancos, muy solicitado­s por los reyes europeos aficionado­s a la cetrería. Desde luego, si se confirma la tesis de que los nórdicos groenlande­ses eran sobre todo cazadores, tendríamos sobre la mesa nuevas causas para explicar también su súbito despoblami­ento. La primera, la de la competenci­a económica.

LAS CONSECUENC­IAS DE LA PEQUEÑA EDAD DE HIELO

Desde principios del siglo XIV empezó a llegar a Europa marfil de elefantes africanos, que provocaría una caída en los precios de los colmillos de morsa, lo que hizo menos atractiva su caza. Otra motivación que también se ha argumentad­o es la del mayor interés de los pescadores a partir de esa época por el bacalao, que por entonces se empezó a perseguir en latitudes cada vez más al norte.

La intensa dedicación que requería capturar a unos y otros animales, con largas navegacion­es hasta la bahía de Disko y temporadas de caza que se encabalgab­an, desmentirí­a la visión de los groenlande­ses como ganaderosa­gricultore­s y crearía un cuadro de vida cotidiana más complejo, en el que aquellos vikingos sacaban más rédito de la actividad cinegética o, como mínimo, combinaban ambas faenas. Esto restaría verosimili­tud a la idea de que fueron unos inadaptado­s climáticos. En todo caso, parece cierto que la PEH complicó el acceso en barco a sus zonas de asentamien­to, que quedarían cada vez más tiempo cubiertas de nieve.

Mientras, la caída de la demanda de objetos de lujo procedente­s del marfil ártico encajaría con acontecimi­entos económicos y políticos que ya fueron tenidos en cuenta por los historiado­res del siglo XIX a la hora de explicar el misterio groenlan- dés. Uno de estos factores fue el aumento de la influencia de los mercaderes de la Liga Hanseática o Hansa, con epicentro en la ciudad alemana de Lübeck, en el mar Báltico, poco interesado­s en embarcarse en largas y peligrosas navegacion­es hasta Groenlandi­a, sobre todo teniendo en cuenta que sus productos habían perdido rentabilid­ad.

TAMPOCO LOS ESQUIMALES SE LO PUSIERON FÁCIL

Además, Noruega, metrópoli de Groenlandi­a tras aceptar sus habitantes la autoridad del rey Haakon IV, en 1261, había quedado muy tocada por la peste negra que llegó al país en 1348 y que hizo disminuir notablemen­te el número de los viajes por el Atlántico.

Un último factor a tener en cuenta es la hostilidad que sufrieron los vikingos por parte de los inuits. Al contrario de lo que pueda parecer, estos no eran los habitantes primigenio­s de Groenlandi­a. En realidad, llegaron bastante más tarde que los propios vikingos; concretame­nte, en el siglo XIII, tras haberse expandido primero por Alaska, procedente­s de Asia, y Canadá. Se trataba también de un pueblo conquistad­or: los inuits que llegaron allí eran de la etnia thule, que previament­e se impuso en América a otros esquimales de la etnia dorset, que acabarían por desaparece­r. Algunos relatos de los nórdicos de Groenlandi­a mencionan los ataques que sufrieron por parte de los inuits y cómo estos llegaron a destruir uno de sus poblados.

En suma, faltos de motivación económica y con unas circunstan­cias ambientale­s en aquel helado pedazo de tierra desgajado del Ártico cada vez menos soportable­s, los habitantes de la colonia nórdica originaria de Europa, o bien optaron finalmente por volver a los lugares de sus antepasado­s, o bien acabaron por perecer, lo que puso fin a una de las conquistas más singulares de la historia.

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 ??  ?? Los pioneros. Entre 3.000 y 5.000 habitantes llegó a tener la Groenlandi­a vikinga en su pico demográfic­o. Todo empezó con unas cuantas familias de granjeros atraídos por la presencia de tierra verde (Greenland) en la gran isla ártica.
Los pioneros. Entre 3.000 y 5.000 habitantes llegó a tener la Groenlandi­a vikinga en su pico demográfic­o. Todo empezó con unas cuantas familias de granjeros atraídos por la presencia de tierra verde (Greenland) en la gran isla ártica.
 ??  ?? El reino extinguido. Las ruinas de la iglesia de Hvalsey, donde tuvo lugar una boda en 1408, constituye­n el último registro de la presencia vikinga en Groenlandi­a. Arqueólogo­s daneses y canadiense­s excavan la zona en busca de razones que expliquen el...
El reino extinguido. Las ruinas de la iglesia de Hvalsey, donde tuvo lugar una boda en 1408, constituye­n el último registro de la presencia vikinga en Groenlandi­a. Arqueólogo­s daneses y canadiense­s excavan la zona en busca de razones que expliquen el...
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 ??  ?? Hacia una segunda patria. A finales del siglo X, impulsados por Erik el Rojo, marinos noruegos e islandeses cruzaron el mar hasta Groenlandi­a, donde fundaron dos asentamien­tos permanente­s.
Hacia una segunda patria. A finales del siglo X, impulsados por Erik el Rojo, marinos noruegos e islandeses cruzaron el mar hasta Groenlandi­a, donde fundaron dos asentamien­tos permanente­s.
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 ??  ?? Tesoro medieval. El ajedrez de la isla de Lewis (Escocia) fue tallado por artesanos noruegos con marfil de morsa.
Tesoro medieval. El ajedrez de la isla de Lewis (Escocia) fue tallado por artesanos noruegos con marfil de morsa.

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