EL SOL ENFADADO, UNA AMENAZA PARA LA TIERRA
Tormentas, viento, eyecciones de plasma... Nuestra estrella orquesta el clima del Sistema Solar e influye en la Tierra de muchas y a veces temibles maneras. La clave es comprender su actividad magnética.
“L as manifestaciones extremas de clima espacial podrían afectar a servicios esenciales como el tendido eléctrico, el abastecimiento de agua, la sanidad y el transporte. Tienen el potencial para trastocar la seguridad de continentes enteros”, advertía Barack Obama en uno de sus últimos decretos desde la Casa Blanca, a finales de 2016, donde urgía a las agencias gubernamentales estadounidenses a prepararse para una posible tormenta solar.
Suena un poco apocalíptico, aunque no moriremos sin remedio, ni arderán nuestras casas. En sí, los humanos no corremos más peligro que el que corren todas nuestras infraestructuras tecnológicas y eléctricas. Estas son las que sufrirían daños por la perturbaciones geomagnéticas del Sol sobre la Tierra.
Al parecer, la decisión de Obama estuvo acelerada por la poderosa erupción solar que impactó la sonda Stereo A de la NASA, que orbitaba nuestro planeta con la misión de observar el astro rey, en agosto de 2015. En ese caso, sus daños se quedaron en el espacio. No hubo la misma suerte con la eyección de plasma solar que, en marzo de 1989, inutilizó un transformador en Nueva Jersey y dejó sin abastecimiento eléctrico a seis millones de personas en la provincia canadiense de Quebec. Y tampoco se pudo prevenir la perturbación magnética que, en octubre de 2003, quemó varios transformadores en Suecia y Sudáfrica.
“Las tormentas solares nos influyen hoy más que nunca porque afectan a la navegación aérea, los satélites, los GPS, los teléfonos móviles... Nuestra dependencia de la tecnología nos hace mucho más vulnerables que en otras épocas”, cuenta Héctor Socas, científico del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Si se estropearan de golpe cosas como los sistemas de comunicación y los servicios eléctricos,“el mundo podría sumirse en una crisis económica global”, afirma Socas. A la misma conclusión ha llegado un equipo de investigación del Centro de Estudios sobre Riesgo de la
Universidad de Cambridge, publicado J en el Space Weather Journal, en enero de 2017. Solo en Estados Unidos, los costes por daños directos y pérdidas en el comercio internacional podrían suponer entre 7.000 y 48.500 millones de dólares, en función de la gravedad del evento. Un riesgo del que ya advirtió el Foro Económico Mundial en 2014, Naciones Unidas y compañías aseguradoras como Lloyds y Allianz. Un año antes, la primera calculaba que una erupción solar masiva podría afectar a entre 20 y 40 millones de personas, en función de “la disponibilidad de piezas de recambio de transformadores”. El coste global de la recuperación oscilaría entre 600.000 millones y 2,6 billones de dólares.
“Estados Unidos lleva tiempo preparándose para un gran evento solar. Sin embargo, todavía no tenemos herramientas para predecirlo con antelación. Lo único que se puede hacer hoy es observar la estrella mediante telescopios y, si se produce una erupción que despida plasma hacia aquí, calcular cuánto tardará en llegar, algo que llevaría entre uno o dos días”, señala Socas. Por otra parte, la probabilidad de que suceda es de un 10 % cada década.
Eso sí, desde el anuncio de la Casa Blanca, las tormentas solares se han puesto de moda. Se está investigando,
incluso, su efecto sobre los cetáceos. “Los campos magnéticos que usan para orientarse sufren interferencias. Tal vez, esto podría explicar que pierdan el rumbo y queden varados en las playas de todo el mundo”, apunta el heliofísico Antti Pulkkinen, director de este estudio subvencionado por la NASA. Sin embargo, la astrofísica María Jesús Martínez se muestra un tanto escéptica: “Siempre se ha hablado de cómo nos afectan, como cuando dicen que incrementan las migrañas. Pero, por ahora, solo son suposiciones, no se ha demostrado nada”. EL MISTERIO DEL CLIMA ESPACIAL ESTÁ EN EL CAMPO MAGNÉTICO DEL SOL
Las erupciones de las que hablamos son producidas por la interacción entre el plasma solar y sus campos magnéticos, dinámicos y cambiantes. “Es un sistema muy caótico. No se han encontrado, por el momento, reglas ni modelos que puedan anticipar estas interacciones, así que seguimos trabajando en una forma de preverlas. Se trata de buscar los patrones y condiciones que se repiten antes de una gran explosión”, apunta Martínez.
Es a lo que se dedican en el Instituto de Astrofísica de Canarias, donde esta investigadora se centra en las protuberancias, nubes de gas suspendidas en la superficie del astro rey. “Llama la atención que, a pesar de que son más densas que su entorno, no se caen. Se cree que es porque las sujeta una especie de sistema de andamiaje de campo magnético”, apunta. En las imágenes, se ven como tornados rotando sobre la superficie solar. “Las líneas de sus campos están retorcidas como una doble hélice, se van enroscando cada vez más. Son elásticas; se comportan como un resorte. Al retorcerse, se acumula energía y tensión magnética, hasta que al final se rompen, es decir, explotan, liberando la energía de forma violenta. Esto produce las erupciones que conocemos”, nos explica. ¿Y qué pasa después de uno de estos estallidos? “Tiene lugar una reconexión magné-