LAS AVES SE VAN DE LAS CIUDADES. ASÍ PODEMOS EVITARLO
La contaminación, el ruido y la destrucción de sus nidos están diezmando las poblaciones de gorriones, vencejos, golondrinas y otras especies de pájaros. ¿Qué hacen para sobrevivir, y cómo podemos ayudarlas a conseguirlo?
Imagina despertarte y no oír ningún trino. Ni siquiera si sales a la calle o paseas por un parque. Ni rastro de gorriones, golondrinas, mirlos o vencejos. “Sería de lo más triste que podría ocurrirle a una ciudad”, asegura Nicolás López-Jiménez, responsable de Programas de Conservación de Especies Amenazadas de SEO/ BirdLife. La situación guardaría muchas similitudes con la descrita por Rachel Carson en el ensayo Primavera
silenciosa (1962), considerado la obra cumbre de la conciencia ambiental.
En el libro, una hipotética ciudad norteamericana se ve envuelta en una enigmática plaga –relacionada con el pesticida DDT– y amenazada por enfermedades. Las pocas aves que se veían se hallaban moribundas: temblaban violentamente y no podían volar. Era una primavera sin voces, relataba la bióloga. “Lo mismo cabe señalar ahora: si las aves desaparecieran de los ecosistemas urbanos, nosotros sufriríamos también las consecuencias de su marcha”, sostiene José Antonio González Oreja, profesor de la Facultad de Biología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México).
A pesar de que esta situación apocalíptica no parece que vaya a ocurrir en los próximos años, lo cierto es que aves típicamente urbanitas, como el gorrión común, Passer domesticus, están viendo cómo su población disminuye a pasos agigantados. Entre 2015 y 2016, cayó un 7 % en España, un
EN ESPAÑA EXISTEN HOY 25 MILLONES
MENOS DE GORRIONES QUE EN EL AÑO 2000. ES UNA DISMINUCIÓN DEL 15 %
porcentaje que se agrava si analizamos los últimos dieciocho años, con un descenso del 15 %, lo que supone una cifra de veinticinco millones de gorriones menos, según los datos aportados por SEO/BirdLife.
Fuera de España, en el ámbito de países como Holanda, su densidad de población ha mermado hasta la mitad desde los años ochenta, mientras que en grandes núcleos urbanos, como Londres, sus ejemplares cayeron un 60 % entre 1994 y 2004, tal y como apunta Daniel Sol, investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
“Para las aves hay dos elementos clave del hábitat: el alimento y las posibilidades de reproducción”, explica Javier Pérez-Tris, investigador del Departamento de Zoología y Antropología Física de la Universidad Complutense de Madrid. Los servicios de limpieza en las ciudades y el tratamiento de residuos disminuyen considerablemente el alimento disponible para estos animales, sin olvidar que hay muchos menos invertebrados con los que también se alimentan. En cuanto a la gestación y cría de sus polluelos, las nuevas construcciones urbanas, sin huecos en los tejados donde puedan anidar, dificultan bastante sus posibilidades de reproducción.
Junto a estos dos problemas, los pesticidas y la contaminación atmosférica también juegan en su contra. “Existen evidencias de que la polución puede afectar a las aves, lo que podría estar avi- sándonos de que la contaminación del aire es peligrosa para la salud de los animales, incluidos nosotros”, advierte el investigador.
Además de los gorriones, el vencejo común, Apus apus, y la golondrina común, Hirundo rustica, también están siendo víctimas de la despoblación que afecta a la jungla de asfalto. Según datos del programa de seguimiento de aves Sacre, llevado a cabo por SEO/BirdLife, su presencia en ambientes urbanos ha disminuido llamativamente respecto a 1998. PAREJAS DE AVES ‘DIVORCIADAS’ POR CULPA DE LA URBANIZACIÓN
“A medida que se produce la urbanización, hay especies que ya no viven o no se reproducen en las nuevas construcciones”, cuenta Christopher Lepczyk, profesor asociado en la Universidad de Auburn, en Alabama (EE. UU.). “También hay pájaros que viven en áreas urbanas y se reproducen, pero no tienen la suficiente población o su reproducción no es tan alta como para que esos lugares les resulten finalmente sostenibles”, añade Lepczyk.
En algunos casos, la expansión urbanística provoca que parejas de aves rompan, tal y como revela un estudio publicado en la revista PLOS ONE. Los investigadores monitorizaron cientos de ejemplares de seis especies cantoras comunes en la periferia de Seattle (EE. UU.). Durante diez años, los ornitólogos rastrearon su actividad en tres tipos de paisajes del área: reservas forestales, barrios desarrollados y vecindarios que empezaban a formarse a partir de una zona boscosa. Los científicos colocaron bandas alrededor de las patas de los animales y averiguaron si se reubicaron, se separaron de sus parejas o permanecieron en el mismo lugar.
“Cuando un bosque se reemplaza por casas, césped y una mezcla de árboles, los machos permanecen en su territorio, que ahora es muy diferente. Como no consiguen atraer a sus parejas, acaban trasladándose a otras zonas forestales”, comenta John M. Marzluff, profesor de la Facultad de Ciencias Ambientales y Forestales de la Universidad de Washington y autor principal de este estudio realizado en Seattle.
Por otra parte, la reacción de las hembras fue marcharse también en busca de nuevas zonas boscosas, pero sin acompañar a su pareja, por separado, por lo que se produjo el mencionado
divorcio, que repercute en sus futuras crías. “Al año siguiente tuvieron menos éxito reproductivo con sus nuevas parejas”, afirma Marzluff. EN MEDIO DEL ESTRUENDO DE LAS GRANDES CIUDADES NO HAY PÁJARO QUE SE ENTIENDA
No obstante, los investigadores observaron asimismo que algunas especies más generalistas e igualmente habituales no se movían a pesar de que el ser humano fuera conquistando su territorio y, de hecho, seguían conservando sus parejas.
Además de todos los daños causados por la imparable expansión urbanística, la contaminación, por su parte, perjudica seriamente a estas comunidades cantoras, sobre todo la acústica enrarecida por los miles de sonidos urbanos. “Afecta a todas las especies y dificulta la comunicación entre ellas en funciones esenciales como la atracción de pareja, las alertas ante depredadores y el mantenimiento de los territorios”, enumera Moisés Pescador, investigador del Departamento de Fisiología y Farmacología de la Universidad de Salamanca.
En un estudio publicado en Acta Ornithologica, Pescador y otros científicos han descubierto que el canto del chochín común (Troglodytes tro
glodytes) se vuelve más complejo en las ciudades, si se compara con el que emiten en las zonas rurales y periféricas. Aunque está claro que es el ruido el que provoca estos cambios, los investigadores desconocen el porqué. “Puede ser para evitar enmascarar sus trinos y así hacerse oír a otros congéneres, o también puede deberse a que las aves aprendan a cantar en función de lo que escuchan y, al haber más ruido, para los chochines no suene como tal y lo adapten a sus canciones”, baraja el científico.
Como hemos visto, los pájaros se comunican, entre otras muchas razones, para alertarse entre ellos de la presencia de posibles enemigos. Otro estudio reveló que el ruido del tráfico reducía su capacidad para escuchar una llamada de alarma, lo que aumentaba su vulnerabilidad frente a, por ejemplo, los depredadores naturales. Según los autores, la lentitud de las aves a la hora de responder a estas advertencias, cuando se mezclan con el ruido de los coches, les puede hacer desaprovechar su ventaja frente al atacante. EN EL AEROPUERTO HAY QUE PONERSE MUY TEMPRANO A CANTAR
Además de los chochines, otras especies que han cambiado su comportamiento en función del ruido que las rodea son las que viven cerca de aeropuertos, como el madrileño Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Competir con el sonido que genera un avión al despegar o aterrizar no es nada fácil, así que la estrategia seguida por especies como el petirrojo europeo (Erithacus rubecula), el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) y el mirlo común (Turdus merula) ha sido adelantar sus trinos al amanecer, cuando el tráfico aéreo es menor. Es la principal conclusión de un estudio publicado en la revista Behavioral
Ecology, que analizó el fenómeno en los alrededores del aeropuerto madrileño y también en otros aeródromos españoles y alemanes. En todos se repetía de modo invariable el mismo patrón: las aves cuyos trinos coincidían con el tráfico de aviones adelantaban sus cantos. Los científicos están investigando de qué manera este cambio horario trastoca sus vidas.
“Hasta ahora hemos constatado que se produce un adelanto a la hora del canto, y que eso cambia un poco el ritmo circadiano que caracteriza a las aves, pero todavía no tenemos datos de cómo les afecta en su adecuación biológica”, indica Diego Gil, investigador del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y uno de los autores del estudio.
Lo que están investigando en estos momentos es la salud de los ejemplares, su sistema inmunitario y cómo les influye el entorno a la hora de seleccionar pareja. Para sorpresa de los científicos, aparentemente, las aves