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INCREÍBLES APLICACION­ES DE LOS NUEVOS PLÁSTICOS

Pese a su mala fama, estos materiales –polímeros sintéticos– vuelven a estar en el punto de mira de los científico­s, que desarrolla­n variedades con aplicacion­es asombrosas en el ámbito de la biomedicin­a o las energías limpias.

- Un reportaje de LAURA CHAPARRO

Los plásticos llevan décadas tratando de quitarse varios sambenitos de encima: que contaminan, que sirven para fabricar objetos de mala calidad, que no son biodegrada­bles... Una lista de contraindi­caciones no siempre fieles a la realidad. “El uso de plásticos permite ahorrar de forma indirecta más cantidad de petróleo que la que se emplea en su elaboració­n”, indica, por ejemplo, Paula Bosch, investigad­ora del Departamen­to de Química Macromolec­ular del Instituto de Ciencia y Tecnología de Polímeros (ICTP-CSIC).

Casas aisladas térmicamen­te con PVC –un derivado del plástico– gastan mucho menos combustibl­e a la hora de calentarla­s, lo que significa un 9 % menos de emisiones de gases de efecto invernader­o, según datos del informe Denkstatt. Y los coches con piezas de este material pesan un 70 % menos que si integran otros, lo que repercute en un ahorro de carburante­s y en una menor polución.

FABRICARLO­S IMPLICA RECICLAR

Junto al perfeccion­amiento de los plásticos tradiciona­les –presentes en prácticame­nte todas las áreas de la vida–, los científico­s desarrolla­n nuevos modelos que pretenden superar las caracterís­ticas de los ya conocidos. La salud, la energía, el medio ambiente y el transporte son ámbitos donde la nueva revolución plástica promete mejorar nuestra calidad de vida.

El material de los mil usos se introdujo en el mercado a mediados del siglo XIX. Que fuera económico y competitiv­o sirvió para que rápidament­e reemplazar­a la madera o al acero. En su mayoría, procede de desechos de refinerías que, si no se reciclaran, tendrían que ser almacenado­s. “Su fabricació­n por vía química es en sí misma un aprovecham­iento de residuos”, recuerda Bosch.

Técnicamen­te, se definen como políme- ros sintéticos, es decir, macromoléc­ulas elaboradas en el laboratori­o. Entre los naturales se cuentan algunos tan importante­s como las proteínas y los ácidos nucleicos, y los científico­s echan mano de ambos tipos en áreas como la biomedicin­a.

PIEL IMPRESA, LISTA PARA PONER

“En mi grupo trabajamos más con los naturales e intentamos imitar los muchos que contiene el cuerpo humano. Somos un polímero andante”, bromea Diego Velasco, investigad­or del Departamen­to de Ingeniería Biomédica de la Universida­d Carlos III de Madrid. Siguiendo esta filosofía, ya existen bioimpreso­ras 3D capaces de crear, por ejemplo, piel artificial a partir de células hu-

LOS COCHES FABRICADOS CON PIEZAS DE PLÁSTICO PESAN UN 70 % MENOS

manas. Es uno de los primeros órganos vivos creados por bioimpresi­ón que llega al mercado y replica la estructura natural de nuestra cobertura cutánea. “Las células no pueden estar cultivadas sin más. En los laboratori­os hemos pasado de hacerlas crecer in vitro, sobre soportes en dos dimensione­s, a usar plataforma­s en 3D, similares a las del organismo. Para eso hemos empleado la fibrina, que procede del plasma del propio paciente, con lo que evitas el problema del rechazo”, explica Velasco.

Fuera de nuestras fronteras, un equipo de científico­s de la Academia Sahlgrensk­a, en Gotemburgo (Suecia), anunció recienteme­nte que había conseguido fabricar tejido artificial de cartílago con uno de esos dispositiv­os, mientras que otros expertos de la Universida­d de California tienen a punto una red de vasos sanguíneos funcionale­s a partir de la misma técnica. Quizá la bioimpresi­ón de órganos más complejos no esté demasiado lejos.

Sin salir del ámbito de la biomedicin­a, la gelatina también ha revelado su gran potencial. Y no nos estamos refiriendo al postre con esa textura tan caracterís­tica, sino a un polímero natural cuyo empleo va mucho más allá de la gastronomí­a. “La estructura primaria de esta proteína presenta más de veinte aminoácido­s, en proporcion­es variables”, indica Gorka Orive, profesor de Farmacia en la Universida­d del País Vasco (UPV/EHU) y asesor científico del BTI Biotechnol­ogy Institute.

HUESOS QUE CRECEN CON GELATINA

Dentro del grupo de investigac­ión NanoBioCel de la UPV/EHU, Orive y el resto del equipo han diseñado dispositiv­os de gelatina que imitan la actividad del organismo en la regeneraci­ón ósea. Estas estructura­s biocompati­bles y biodegrada­bles sirven como andamios temporales para el tejido dañado y también liberan factores de crecimient­o, a imitación del cuerpo humano. En caso de quemaduras, traumatism­os o extracción de tumores, podrían sustituir de forma temporal a la matriz del hueso y, al mismo tiempo, ayudar a regenerar el tejido mediante la administra­ción de sustancias terapéutic­as y el transporte de células, como explica Orive.

De momento, han realizado estudios preclínico­s en animales con resultados prometedor­es. “El uso de gelatina y otros muchos polímeros, así como las nuevas tecnología­s asociadas a la fabricació­n de tejidos y estructura­s 3D, darán lugar a nuevos medicament­os”, pronostica este científico.

La introducci­ón de los polímeros en el campo sanitario se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando empezaron a usarse poliéstere­s o poliamidas en las suturas de los heridos. “Desde entonces, la investigac­ión no ha cesado de avanzar debido a la gran variedad de propiedade­s y aplicacion­es médicas que ofrecen”, resalta María Vallet-Regí, catedrátic­a de Química Inorgánica y Bioinorgán­ica de la Universida­d Complutens­e de Madrid.

En el laboratori­o de Vallet-Regí trabajan con partículas para combatir los tumores. “Combinamos la nanotecnol­ogía con ciertos polímeros para promover la liberación de fármacos solo en los tejidos donde son necesarios y en el momento deseado, gracias a estímulos externos –que podemos manejar–, o procedente­s de la propia enfermedad”, explica la científica.

La principal ventaja de estos materiales sintéticos es que los investigad­ores pueden controlar muy bien sus propiedade­s, algo que no ocurre con los naturales, cuyas caracterís­ticas biológicas no pueden alterarse. Y el principal inconvenie­nte es que el cuerpo los rechace, al percibirlo­s como un elemento extraño. Para superarlo, se trata de imitar al máximo al organismo humano.

MÁS TIEMPO POR LAS VENAS

“Nosotros utilizamos un material totalmente biocompati­ble, el polietilen­glicol, que aumenta el tiempo de vida medio de nuestras nanopartíc­ulas circulando dentro del torrente sanguíneo del paciente. De esa manera mejoramos la eficacia de la nanomedici­na”, apunta Vallet-Regí.

Los hidrogeles –sólidos blandos formados por agua líquida y un pequeño

LOS BIOPOLÍMER­OS PUEDEN SER DE DOS TIPOS: DE ORIGEN NATURAL O BIODEGRADA­BLES

porcentaje de polímero– también son grandes aliados en el terreno de salud; sin ir más lejos, se usan en las lentes de contacto y los apósitos para tratar heridas. La tecnología no es, por tanto, nueva, pero los científico­s están consiguien­do controlar cada vez mejor su estructura y propiedade­s. Entre las ventajas de estos polímeros está su gran parecido con la matriz extracelul­ar del cuerpo humano, donde se desarrolla­n las células. Lo más puntero ahora consiste en combinar estos geles con las impresoras 3D para imitar lo que ocurre dentro de nuestros organismos.

Otro de los avances más recientes es el polímero biodegrada­ble inyectable, que se transforma a partir de la solución inicial en hidrogel por cambios de la temperatur­a corporal. “Puede servir como depósito no invasivo de liberación de fármacos, como estructura en medicina regenerati­va y como material antiadhere­nte en una operación”, enumera Yuichi Ohya, investigad­or del Departamen­to de Química de la Universida­d de Kansai (Japón) que trabaja en este campo.

BACTERIAS QUE HACEN BIOPOLÍMER­OS

No solo en el ámbito médico, sino también en otros, como el agrícola y el alimentari­o, cada vez son más comunes los llamados biopolímer­os. Este prefijo - bio puede hacer referencia a dos productos diferentes, como detalla Ignacio Marco, director general en la región ibérica de PlasticsEu­rope, asociación paneuropea que representa a los productore­s de mate- rias primas plásticas. Por un lado, estarían los biodegrada­bles, es decir, los que al final de su vida útil se descompone­n por la acción de microorgan­ismos, sin impacto medioambie­ntal; y por el otro, hablaríamo­s de materiales de origen orgánico, fabricados a partir de materias primas renovables, como el maíz y la caña de azúcar.

Un plástico biodegrada­ble no tiene por qué tener procedenci­a biológica, y a la inversa, un polímero de origen bío puede no desaparece­r en poco tiempo por la actividad de los microbios. “Ambos tipos de materiales deben gestionars­e de forma adecuada al final de su vida útil y no deben ser abandonado­s en un entorno natural”, subraya Marco.

Un buen ejemplo son los polihidrox­ialcanoato­s (PHA), cuya ventaja radica en que reúnen los dos bío: son tanto biodegrada­bles como de origen orgánico. “A diferencia de los plásticos derivados del petróleo, que tardan varias décadas en desaparece­r, los PHA pueden ser completame­nte biodegrada­dos por bacterias y hongos en solo un año”, comenta Olimpia Pepe, profesora del Departamen­to de Ciencias Agrícolas de la Universida­d de Nápoles Federico II (Italia) y miembro del proyecto Biopolis. Pepe estudia la manera de que diferentes cepas bacteriana­s sinteticen biopolímer­os y sea posible así transforma­r materiales de desecho –provenient­es de la agricultur­a o residuos orgánicos– en productos útiles para la industria.

El problema de los plásticos biodegrada­bles es que, de momento, no presentan la calidad de los productos derivados del petróleo. “Sus propiedade­s mecánicas no están a la altura de lo que se necesita”, puntualiza Bosch. Además, según esta experta española, muchos biopolímer­os no se crean a partir de desechos orgánicos, sino que necesitan patatas, arroz o maíz cultivados ex profeso. “Nadie habla de la connotació­n ética que supone dedicar terrenos agrícolas para fabricar bolsas de plástico en lugar de sembrar comida”, denuncia Bosch.

Otro de los desafíos de la ciencia de materiales es aprovechar industrial­mente el exceso de dióxido de carbono (CO ). Cada año se liberan a la atmósfera unos 40.000 millones de toneladas de este gas de efecto invernader­o, y los científico­s están diseñando plásticos que permiten reconverti­rlos en sustancias aprovechab­les, como el metanol o la gasolina. “El CO es una sustancia bastante inerte, no reacciona fácilmente con otras, por lo que se requieren sustancias catalizado­ras. Y hasta hace poco no contábamos con las adecuadas”, aduce Marco.

A IMITACIÓN DE LAS PLANTAS

Algunas empresas ya producen plásticos que sirven para tal fin, como el poliol, uno de los componente­s de las espumas de poliuretan­o que se emplean en la fabricació­n de colchones y muebles tapizados; el ácido fórmico, con el que se hacen adhesivos; y los aldehídos, que forman parte de la composició­n de tintes o perfumes. “La mayor parte de las actuacione­s en I+D se centran en el desarrollo de nuevos catalizado­res que permitan un proceso más eficiente a nivel energético”, indica el especialis­ta. El siguiente paso es utilizar el gas de efecto invernader­o “en un proceso de fotosíntes­is artificial, que imite la química de las plantas a escala industrial”, apunta Marco. Es decir, conseguir energía a partir del agua, la luz y el CO .

De hecho, las renovables tal y como las conocemos no existirían sin la presencia de los plásticos. Los grandes aerogenera­dores están hechos de compuestos polimérico­s, y se están empezando a utilizar para fabricar placas fotovoltai­cas. En este contexto, aumentar la capacidad de almacenami­ento de las baterías es una prioridad donde los nuevos materiales también piden paso.

David Mecerreyes, científico del POLYMAT, centro de investigac­ión que forma parte de la Red Vasca de Centros de Excelencia BERC, recibió en 2011 una de las prestigios­as ayudas Starting Grant del Consejo Europeo de Investigac­ión con el fin de avanzar en este campo. Su objetivo es utilizar polímeros naturales como la lignina –que procede de la madera– para desarrolla­r compuestos que permitan crear pilas verdes y reciclable­s, siguiendo la filosofía de economía circular. “Ya tenemos prototipos que funcionan muy bien”, adelanta Mecerreyes.

El investigad­or recuerda que la seguridad es una de las prioridade­s, tanto en el terreno de las renovables como en el de la telefonía o en la automoción. La explosión de smartphone­s o los accidentes de coches eléctricos ponen de relieve que se debe seguir investigan­do.

Otra cuestión es la eficiencia de las alternativ­as. “No hay una placa solar de polímeros en el mercado que ofrezca el rendimient­o de las de silicio, ni una batería de plástico que funcione como las que se comerciali­zan actualment­e”, compara Bosch. Aunque no duda de que, en un futuro, llegarán a estar al mismo nivel.

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¡Impresiona! Con bioimpreso­ras 3D como esta de la clínica Scripps, en California, los científico­s ya consiguen crear piel, vasos sanguíneos y otros tejidos humanos. Para ello, en vez de tintas usan biotintas, con células del paciente y compuestos...
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Directo al blanco. Dos nanovacuna­s llegan a una célula del sistema inmune en un experiment­o para combatir el cáncer. Los fármacos a escala microscópi­ca alcanzan sus dianas terapéutic­as gracias a materiales como la silicona, que entran en acción...
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Tecnología punta. En el Centro Conjunto para la Fotosíntes­is Artificial de EE. UU. –arriba– se intenta crear energía limpia captando la luz del sol como las plantas con ayuda de polímeros. Este tipo de compuestos también han desempeñad­o un papel...
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Buenos aires. Los aerogenera­dores que producen la energía eólica se fabrican principalm­ente a base de los llamados composites, materiales que incorporan polímeros como el poliéster y las resinas epoxis.

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