Muy Interesante

Algunos finales muy sonados

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AJulio César se atribuye la frase “la mujer del césar no solo debe ser decente, sino parecerlo”. Fue su justificac­ión para divorciars­e de su esposa Pompeya, porque, en una fiesta religiosa solo para mujeres organizada por esta en su casa, se coló un joven patricio que intentó seducirla. No lo logró, pero ya lo dijo el mandatario: el honor, por encima de todo.

En la Inglaterra del siglo XVI, la separación de Enrique VIII primero de Catalina de Aragón y luego de Ana de Cléveris, su cuarta esposa, marcó la ruptura con el Vaticano y la creación de la Iglesia anglicana. Con ello también se estableció una legalidad menos denigrante para las reinas rechazadas, pues en tiempos anteriores sus maridos se deshacían de ellas a su antojo. El rey carolingio Lotario II (825-869) encarceló a su primera esposa Teutberga tras acusarla de incesto y así poder casarse con su amada Waldraba. Su antepasado Carlomagno ya había rechazado a Desiderata, con quien se había casado para firmar la paz con los lombardos.

EL DINERO, LO PRIMERO. Claro que no todas se dejaron ningunear. Leonor de Aquitania incitó a su marido Luis VII de Francia a divorciars­e para poder contraer nupcias con Enrique de Anjou, quien acabaría encerrándo­la en una torre. Eso sí, de ambos matrimonio­s nacieron dos futuros reyes de Inglaterra: Juan I y Ricardo I.

Cuestión sucesoria fue el divorcio de Napoleón y Josefina, o al menos así se presentó, obviando el hecho de que ambos llevaban ya tiempo de amante en amante. Así pudo el emperador francés desposar a María Luisa de Austria para que le diera un heredero a la dinastía Bonaparte.

En los últimos tiempos la relevancia de los divorcios se mide no solo en términos de fama y poder sino del dinero que emana de la separación. El presidente Donald Trump tuvo que dar a su exmujer Ivana 25 millones de dólares en efectivo, la mansión familiar de 41 habitacion­es de Connecticu­t, un millón de viviendas de subsidio, 5.350.000 dólares anuales de pensión alimentici­a, todas sus joyas y el 49% de Mar-a-Lago, la casa de Palm Beach.

A Paul McCartney, la modelo Heather Mills le dejó sin una buena parte de su fortuna: 40 millones de dólares le costó cerrar el acuerdo de disolución del matrimonio en 2008 tras un amargo proceso ante los tribunales. Parecida suerte corrió Mel Gibson al separarse de Robyn Moore. A Antonio Banderas, el divorcio le costó tener que pagar una pensión mensual de 65.000 euros a Melanie Griffith, una menudencia comparada con el divorcio hasta ahora más caro de la historia: 4.500 millones de dólares tuvo que pagar a su exesposa Elena el empresario ruso Dmitri Rybolóvlev.

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DonaldTrum­p–izquierda–,enunactopú­blicojunto­a suexmujerI­vana, cuyodivorc­iole costó25mil­lones dedólaresm­ás unabuenapa­rte desuscasas­y otrosbiene­s.TambiénPau­lMcCartney–arriba–tuvo quepagar40­millonesde­dólaresa lamodeloHe­ather Millstrasu­nalargo...
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