El futuro de las momias vivientes
El Valle de los Reyes del Egipto faraónico tiene su equivalente actual en Silicon Valley. Allí varias compañías investigan en las técnicas de criopreservación para que un día podamos resucitar los cuerpos.
Hay millones de niños condenados a la muerte prematura, pero cada vez se gasta más en prolongar la vida del rico
Los poderosos de hace cinco mil años se garantizaban la vida eterna haciéndose momificar y quedándose bien abastecidos de alimentos y tesoros en sus tumbas, y los de ahora mismo aspiran a algo semejante invirtiendo en biotecnología. Estar sometidos a la democracia del envejecimiento y la muerte saca de quicio a los que tienen mucho más dinero y más poder que los demás. Si ellos solos disponen de lo que es inaccesible para la inmensa mayoría, aviones privados, islas, yates gigantes con helipuertos, ¿por qué han de conformarse con el declive de la edad, con la vulgaridad de un ataúd, por muy hecho de maderas nobles que esté?
Tan asombroso como el progreso de la ciencia y de la tecnología es la persistencia de las formas más arcaicas de la soberbia humana. El Valle de los Reyes del Egipto faraónico tiene ahora su equivalente en el Silicon Valley de California. Algunas de las enfermedades más extendidas y mortíferas que afligen a la humanidad podrían curarse con medidas muy simples de previsión y de higiene, con acceso regular al agua potable, con simples mosquiteras, con preservativos, con baterías solares para el suministro de energía, con hornos de cocinar que no emitan humos tóxicos. No hay grandes necesidades de investigación para resolver los males peores de la pobreza, pero ese poco dinero y ese esfuerzo se escatiman mientras miles de millones de euros se invierten en lo que dicen los propagandistas que es la frontera definitiva de la ciencia, la paralización del envejecimiento, la prolongación de la vida humana más allá de cualquier límite biológico.
Los faraones tenían arquitectos que les erigían monumentos funerarios y médicos expertos en técnicas muy sofisticadas de momificación. En Silicon Valley, donde tienen sus complejos palaciegos y sus templos de alta tecnología los nuevos faraones del mundo, la compañía Google ha creado un centro de investigación que se llama Calico, y cuyas tareas se mantienen secretas. Lo que se sabe es que el objetivo de esos laboratorios es la investigación básica en envejecimiento. También se sabe que su presupuesto anual es de 1.260 millones de euros, el doble del dinero con el que cuenta en España el menesteroso CSIC para el conjunto de todos sus proyectos. En el mundo hay cientos de millones de niños condenados a la enfermedad y a la muerte prematura, pero en Estados Unidos y en Europa cada vez se gasta más dinero en buscar la prolongación de las vidas de los que ya disponen de todas las oportunidades para disfrutar de ella hasta la vejez.
Una de las mujeres científicas españolas que más aparece en los medios, María Blasco, ha hecho descubrimientos que permiten incrementar la vida de un ratón de laboratorio en un 40 %: a escala humana, eso equivaldría a una vida de 130 años. En Estados Unidos hay compañías dedicadas al equivalente moderno de la momificación egipcia o soviética, lo que se llama criopreservación, que es uno de los lugares comunes de la literatura y el cine de fantasía científica. Aquí ya ingresamos en una atmósfera de extrañeza futurista como de novela de Don DeLillo. Un empresario que se hace llamar a sí mismo Max More –su apellido original es O’Connor– ha fundado una compañía que tiene sus instalaciones en el desierto de Arizona, y en la que por ahora hay congelados o criopreservados 150 pacientes. Cada uno de ellos pagó 170.000 euros por el privilegio, que incluye la perfecta conservación de los tejidos y los órganos, pero que por ahora no garantiza la resurrección.
La cirugía era hasta hace poco el procedimiento preferido por los ricos para ponerse por encima de las injurias del tiempo. En las calles exclusivas del Upper East Side de Nueva York hay una concentración de caras operadas que parecen un desfile de espectros. Las personas con mucho dinero están dispuestas a pagar lo que sea para desfigurarse los rostros y los cuerpos hasta un grado en el que ya parecen momificadas en vida. Pero la cirugía estética no deja de ser bastante rudimentaria: mucho más prometedora es la biología molecular. Una especie de gurú con barbazas de Robinson que se llama Aubrey de Grey asegura que muy pronto el mantenimiento de los cuerpos será tan efectivo como el de los coches de lujo, y habrá tantos recambios para cualquier pieza averiada que será posible vivir centenares de años. A nadie le gusta envejecer y morir. Pero hay una dignidad en aceptar la desaparición, en dejar sitio a los que vengan después, en no seguir gastando en uno mismo recursos que son muy limitados. Un mundo de pobres innumerables sometidos a una minoría de monstruosos matusalenes es una pesadilla que ningún científico digno debería alentar.