El dinero nunca se quema
Parece que este billete está ardiendo, pero en realidad sale intacto de entre las llamas. ¿Cómo es posible?
Los billetes de euro están hechos con fibras de algodón; y los dólares estadounidenses, con una pasta de madera que contiene hebras de seda, lino y algodón, una mezcla que les confiere grosor y una textura áspera. Hace años que algunos bancos centrales emiten billetes de plástico, fabricados con polipropileno, porque duran más y dificultan considerablemente la falsificación. Australia, Rumanía y otros muchos países ya los utilizan.
Este mes vamos a jugar con un billete de veinte euros (nuestro bolsillo no da para más), aunque el efecto sería el mismo con cualquier otro bi- llete de curso legal que no sea de plástico. El papel moneda quedará envuelto en llamas, pero no arderá. El experimento es sencillo, y se relaciona con la termodinámica, la parte de la física que estudia las relaciones entre el calor y las demás formas de energía.
NOS TOPAMOS CON LA LEY.
Del primer principio de la termodinámica se deriva que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Del segundo, que el calor siempre va de la fuente de más temperatura a la de menor, y nunca al contrario. Así que, en teoría, la llama del encendedor debería calentar el billete y acabar prendiéndolo, pero no sucede así. ¿Por qué? La clave está en los fluidos con los que empapamos el billete (ver el Paso a
paso, abajo). Usamos agua a partes iguales con alcohol. Para una misma temperatura, el alcohol tiene una mayor presión de vapor, es decir, que pasa del estado líquido o sólido al gaseoso con más facilidad. Por eso, cuando acercamos la llama al billete, el alcohol se sitúa en la superficie de este, para evaporarse y arder, mientras que el agua se queda en segundo plano, protegiéndolo.
Además, el agua posee un alto calor específico, lo que significa que se requiere mucha energía para incrementar su temperatura. Es decir, que es el agua y no el billete lo que absorbe el calor de la llama, de forma que el algodón no llega a los 120 ºC, su temperatura de ignición.
Este experimento sirve para explicar varias leyes físicas, y se ve tanto en las actividades formativas de los museos como en espectáculos de magia. Si te atreves con él, pídele a un voluntario un billete de 50 o 100 euros. Cuanto más alta sea la apuesta, mayor será el suspense y la diversión.