El secreto mejor guardado de Lucy
El hallazgo de los restos de esta hembra de australopiteco marcó un hito en el conocimiento de nuestros más remotos ancestros. Pero uno de sus huesos celosamente guardado desde hace 43 años no es lo que parece.
Hace 43 años, el hallazgo de los restos de esta hembra de australopiteco marcó un hito en el conocimiento de nuestros ancestros. Pero uno de sus huesos no es lo que parece.
La mañana del 30 de noviembre de 1974, el paleoantropólogo Donald Johanson y su ayudante, Tom Gray, prospectaban los sedimentos próximos a Hadar, en Etiopía. Tras un par de horas de duro trabajo, decidieron regresar a su campamento. Mientras caminaban cerca de un barranco, algo captó la atención de Johanson. Se trataba del hueso del antebrazo de un hominino, un homínido capaz de caminar erguido. Para regocijo de ambos, aparecieron más restos de costillas, vértebras, parte de una pelvis y una mandíbula inferior. Aquel yacimiento, numerado como AL 288 proporcionó a Johanson el descubrimiento de su vida.
Esa tarde, todos sus colaboradores acudieron al lugar para escudriñar cada centímetro del terreno y prepararse para una campaña exhaustiva que al final duraría tres semanas. Cuando concluyó, habían recuperado cientos de piezas que representaban casi un 40 % de la osamenta de un individuo. Por la noche, el equipo celebró el hallazgo bebiendo cerveza y hablando animadamente junto al fuego. El tema de los Beatles Lucy in the Sky with Diamonds sonaba en un magnetófono y, por ello, el nuevo fósil fue apodado cariñosamente así, Lucy. Nadie recuerda quién fue el primero en proponerlo, pero su nombre y su esqueleto, de 3,2 millones de años, pronto se harían muy famosos. Hoy, esta Australopithecus afarensis aparece en todos los museos dedicados a la evolución humana. Centenares de réplicas adornan estanterías acristaladas, poniendo de manifiesto que ya era capaz de caminar de forma bípeda mucho antes de que nuestros distantes antepasados tuvieran grandes cerebros.
Los paleoantropólogos también conocen a Lucy como AL 288-1. Las siglas AL corresponden a Afar Locality –por el enclave homónimo– y los dígitos permiten identificar el yacimiento en que fue encontrada. A los huesos sueltos se les añaden otros caracteres. Por ejemplo, AL 288-1bj es un resto de costilla y AL 288-1b, un fragmento del cráneo, en concreto de un parietal izquierdo. Los expertos cuentan de este modo con un mapa de su anatomía. Esta ha sido estudiada exhaustivamente y, sin embargo, la pequeña autralopiteca aún guardaba un gran secreto.
Este comenzó a revelarse cuando Gary Sawyer y Mike Smith, del Museo Estadounidense de Historia Natural, y Scott Williams, de la Universidad de Nueva York, empezaron a trabajar con una nueva reconstrucción de Lucy. Mientras examinaban las réplicas del esqueleto, Smith observó que un trozo de vértebra, conocido como AL 2881am, no parecía encajar con el resto de los huesos de la columna. Era demasiado pequeño.
Marc Meyer, del Departamento de Antropología del Chaffey College, en California, también se unió al equipo. Él y Williams habían estado trabajando en la recreación de la columna vertebral de un Australopithecus sediba, otro antiguo hominino que vivió en Sudáfrica hace casi dos millones de años. Williams, además, había publicado un estudio sobre el hueso sacro de Lucy; ambos tenían excelentes conocimientos sobre las vértebras de los australopitecos y por ello decidieron estudiar en detalle el citado fragmento.
EN EL YACIMIENTO DONDE APARECIÓ LUCY SE HALLARON RESTOS DE OTROS ANIMALES
El espécimen, que los expertos también llaman la hora en la que tengo que acostarme, es parte de un arco vertebral. En anatomía, las vértebras torácicas también se denominan dorsales, porque abarcan la región dorsal de la espalda. Pues bien, en el estudio original de este fósil, de 1982, Johanson y sus colaboradores estimaron que -1am se situaría en la parte superior del tórax de Lucy. Debido a su estado, no pudieron precisar su posición, pero sospechaban que se ubicaría entre la primera vértebra torácica y la cuarta. Por ello, -1 am, con su curiosa forma de acento circunflejo (^), siempre encabeza la columna de Lucy en las fotos de su esqueleto completo.
Además del inadecuado tamaño, Meyer y Williams detectaron otra anomalía. Johanson y su equipo indican en su descripción que –1am tiene un aspecto pulido, como desgastado por el agua, pero es el único resto que muestra tal característica. Al final, Meyer llegó a la conclusión de que quizá no pertenecía a Lucy; había que considerar otras posibilidades, pues podría tratarse del hueso de otro individuo. La cosa se complicaba. Aunque Lucy era adulta cuando murió –tenía unos veinte años–, presenta un tamaño muy pequeño dentro del rango de variación de su espe--
cie. Aquel hipotético segundo Australopithecus afarensis debería ser, pues, extremadamente bajito. Otra alternativa es que el fragmento proviniera de algún animal. Para ello era necesario efectuar un estudio detallado de la vértebra en cuestión. Sin embargo, los investigadores norteamericanos solo disponían de réplicas, y para dilucidar el asunto había que considerar el verdadero brillo y desgaste de la pieza original.
Williams viajó en 2015 al Museo Nacional de Etiopía, en Adís Abeba, donde Lucy está guardada en una caja de seguridad muy bonita, como él mismo nos cuenta. Así comenzó una historia detectivesca al más puro estilo del CSI televisivo. “Los huesos de Lucy son hermosos; los moldes que estudié previamente eran de un apagado color beis, pero los restos auténticos son de un brillante marrón amarillento”, explica Williams. Su cometido era obtener la máxima información posible del esqueleto. “Estudié todos los fósiles de Lucy, pero me centré principalmente en las vértebras y otros huesos poscraneales, como la pelvis. Efectué medidas y tomé fotografías de todos ellos”, añade el científico.
Luego, los expertos compararon -1am con algunas vértebras similares de otros animales presentes en el afloramiento donde había aparecido. Dicho lugar se conoce en la jerga geológica como depósito KH-1s, una capa de roca arenisca que resulta especialmente rica en restos de monos cercopitécidos pertenecientes al género Theropithecus. Su representante actual es el gelada, un primate que vive en las praderas de las tierras altas de Etiopía. Asimismo, en el yacimiento se han encontrado huesos de Homotherium, un félido que poseía unos llamativos dientes de sable; varias géneros de cerdos, como el Kolpochoerus; una hiena del género Pliocrocuta; y se sabe que por allí también merodeaba el puercoespín Xenohystrix.
Cuando Lucy murió y su cuerpo se descompuso, el esqueleto quedó depositado en los primigenios sedimentos de KH-1s, que, por entonces, era un arroyo sinuoso. Este podría haber desplazado pequeños huesos de su osamenta, como los de sus dedos o las vértebras, pero -1am es el único que muestra un claro desgaste por acción del agua. ¿Por qué ningún otro presenta el mismo tipo de erosión?
La respuesta la proporcionó un detallado estudio comparativo efectuado por Meyer y sus colaboradores acerca de la fauna que vivía en la época de Lucy. En la investigación se tuvo en cuenta toda una cohorte de animales, grandes y pequeños. Se examinaron las vértebras de humanos, chimpancés, gorilas, papiones –también llamados babuinos–, cerdos, roedores, liebres, liebres saltadoras africanas y puercoespines crestados de la especie Hystrix cristata. De esta manera, el equipo encontró que la configuración anatómica de -1am presentaba unas peculiaridades claramente distintivas.
UNAS EXTRAÑAS ESTRUCTURAS ANATÓMICAS QUE NO DEBERÍAN ESTAR AHÍ
En su vista inferior o caudal, puede apreciarse una pequeña hendidura en forma de surco situada en el orifico vertebral, el agujero que encierra la médula espinal. Los humanos y los australopitecos carecen de ella; esta solo está presente en las vértebras torácicas de los papiones. Además, una de sus regiones, conocida como apófisis articular inferior, delimita una especie de alargada letra S en su borde interno. La articulación surge del arco vertebral y se va ensanchando a medida que forma la superficie de la carilla articular, por lo que adquiere un curioso aspecto, parecido al de una trompeta.
El grupo de Meyer ha descrito por primera vez esta estructura como salpinx de la apófisis articular inferior –salpinx es un término médico que, precisamente, proviene de una palabra latina que define un ‘instrumento con forma de trompeta’–. Esta también es propia de los papiones, y no se encuentra en las vértebras torácicas de los homininos.
EL FÓSIL PRESENTABA UNAS PEQUEÑAS MARCAS EXCLUSIVAS DE LOS BABUINOS
Los paleoantropólogos norteamericanos observaron que, en la parte posterior de la vértebra torácica de los mencionados papiones, hay una parte plana y de forma triangular conocida como trígono laminar. De nuevo, es una característica exclusiva de estos mamíferos, y la vértebra -1am atribuida a Lucy también la presenta. Así, el estudio comparativo demostró, a todas luces, que el fragmento no provenía de otro Australopithecus
afarensis: tenía la misma forma y tamaño que la séptima vértebra torácica de un babuino. Se trataba de un hallazgo excepcional, pero aún era preciso averiguar qué papiones vivían en la época de Lucy y a qué especie pertenecía -1am.
Para determinarlo, el equipo de Meyer estableció una serie de puntos de referencia en las vértebras mediante el programa ImageJ. “Hemos estado empleando este software desarrollado en los Institutos Nacionales de la Salud estadounidenses para medir la geometría ósea durante casi veinte años. En realidad, no utilizamos esta herramienta para el procesamiento digital de las imágenes, sino para tomar medidas en dos dimensiones. Es un programa muy conocido entre los investigadores que trabajan en distintos campos de la medicina, y ahora lo hemos usado para resolver un antiguo misterio forense”, explica Meyer a MUY.
Para el análisis estadístico subsiguiente, hicieron uso del paquete informático JPM, muy conocido por analistas, científicos sociales y especialistas en estudios de mercado. Como muestra comparativa se emplearon vértebras de humanos actuales, de Homo erectus y de otras especies de
Australopithecus. Asimismo, se incluyeron huesos de chimpancés, gorilas y babuinos actuales. También se analizaron las vértebras del papión extinto
Theropithecus brumpti, que tiene una antigüedad de 2,6 millones de años y procede del yacimiento de Tugen Hills, en Kenia. Los resultados mostraron claramente que AL 288-1am posee las proporciones y dimensiones necesarias para atribuirlas a un papión de gran porte. El babuino que más habitualmente se encuentra en el depósito KH1 es el
Theropithecus darti, también desaparecido. En las colecciones paleontológicas no existe una T7 fosilizada de T. darti, pero este extinto mono cercopitécido parece el candidato perfecto. “Aparentemente, la vértebra AL 288-1am pertenece a uno de ellos. Entre estos animales, era la especie más abundante en la región. Según parece, la vértebra de uno fue transportada por la corriente y acabó cerca de los restos de Lucy”, afirma Williams.
UN SECRETO EXPUESTO A LA VISTA DE TODOS DURANTE CUATRO DÉCADAS
No deja de ser una curiosa coincidencia: ese primate se denominó así en honor al fallecido paleoantropólogo Raymond Dart, que descubrió el niño de Taung, un Australopithecus africanus de 2,5 millones de años de antigüedad. De este modo, el falso hueso de Lucy forma parte de la historia de la paleoantropología gracias al nombre de su verdadero dueño.
Durante más de cuatro décadas, las fotografías del esqueleto de Lucy han mostrado un pequeño hueso de mono en la parte superior de su columna vertebral, como una especie de secreto arcano, sin que nadie se diera cuenta. Pero ello no desmerece en nada la labor pionera de Johanson y los investigadores de su época. “Este hallazgo demuestra cómo funciona la ciencia: siempre continuamos probando ideas, las refinamos y en muchas ocasiones revisamos lo que creemos conocer del mundo. Aunque nuestro trabajo elimina una pequeña pieza de la anatomía de Lucy, eso no cambia otros muchos aspectos relevantes, como la postura erecta que adoptaba cuando caminaba, su manera de andar, bípeda, o su condición de antepasada de los seres humanos”, explica Meyer. “Los científicos –continúa– deberían quitar este hueso de su esqueleto, pero nuestra investigación no menoscaba la importancia de Lucy en la historia de nuestra especie. En Etiopía, se refieren a ella como Dinkinesh, que significa ‘eres maravillosa’. Pues bien, el mundo debe saber que sigue siéndolo”.
LA OSAMENTA DE LUCY ES FUNDAMENTAL PARA ENTENDER LA EVOLUCIÓN HUMANA