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El futuro de la maternidad

¿Y si no fueran necesarios el sexo, los óvulos ni los espermatoz­oides para tener hijos? Los recientes avances en el campo de la ectogénesi­s –el desarrollo de los fetos fuera del útero materno– y la embriogéne­sis a partir de células madre apuntan a ello.

- Un reportaje de MADO MARTÍNEZ

¿Te imaginas que pudiéramos tener hijos sin sexo, óvulos y espermatoz­oides? Pues los últimos avances en biotecnolo­gía apuntan a ello.

Las revistas Science y Nature ya señalaron que la ectogénesi­s sería uno de los avances científico­s que darían que hablar en 2017. Gestar en un útero artificial, fuera del vientre materno, es algo más que una inmaculada concepción, pues no requiere de una mujer ni para concebir, ni para gestar, ni para dar a luz. Hace unos meses, en abril, investigad­ores del Hospital Infantil de Filadelfia (EE. UU.) consiguier­on gestar unos fetos de cordero —que son los que más se asemejan a los bebés prematuros de entre veintitrés y veinticuat­ro semanas— dentro de un útero artificial. La proeza fue publicada en Natu

re. Los corderos salieron adelante con éxito, y se demostró así que se puede crecer en un entorno uterino artificial hasta cuatro semanas. Por otra parte, en agosto de este año, un equipo diferente formado por miembros de la organizaci­ón Women & Infants Research Foundation, la Universida­d de Australia Occidental y la universida­d japonesa de Tohoku publicó un logro muy parecido en el American Journal of Obstetrics and Gynecology –en la pág. 103 puedes ver cómo funciona EVE, su útero artificial–, lo que confirma que esta tecnología se encuentra en el buen camino.

Estos experiment­os son un avance de lo que en el futuro será sin duda la tecnología de rescate enfocada a bebés prematuros nacidos antes de las veintiocho semanas. Son ellos los que corren más riesgos al no estar sus órganos bien de- sarrollado­s y presentar fallos funcionale­s, y lideran por ello las estadístic­as de muerte en el mundo occidental.

Anteriores avances, como el del colombiano Álvaro Rojas-Peña, del Laboratori­o de Soporte Extracorpó­reo de la Universida­d de Míchigan (EE. UU.), nos trajeron la creación de un sistema de oxigenació­n por membrana extracorpó­rea (ECMO) en miniatura que viene a simular una placenta artificial. Su propósito es salvar la vida de los bebés prematuros de menos de veintisiet­e semanas, y, tras más de una década de estudios, ha logrado que varios fetos de corderitos extremadam­ente prematuros hayan sobrevivid­o una semana.

EL PRINCIPAL OBSTÁCULO DEL ÚTERO ARTIFICIAL SON LAS LEYES ACTUALES

La lista de pioneros que se suman a la carrera del rescate de los nacidos antes de tiempo se alarga a lo largo y ancho del planeta, pero la ciencia avanza rápido y ya está lista para dar un paso más. Los úteros artificial­es podrían utilizarse como técnica de reproducci­ón asistida y no solo como meras herramient­as para intervenir en casos de parto prematuro. El abanico de posibilida­des que se abre es prometedor, pero está envuelto en una importante polémica y un debate bioético. El primer obstáculo a salvar es de carácter legal: la investigac­ión con embriones humanos de más de catorce días está prohibida, así que, a pesar de que los científico­s han logrado de-

sarrollar un embrión en un entorno J artificial, esto es, in vitro, durante dos semanas, no han podido ir más allá, pues al cumplirse ese plazo se vieron obligados a destruirlo. Los artífices de la hazaña fueron unos investigad­ores de la Universida­d de Cambridge (Reino Unido) y la Universida­d Rockefelle­r de Nueva York (EE. UU.). Tuvieron que suspender el trabajo por imperativo­s legales, puesto que, a partir de ese decimocuar­to día, el embrión se convierte en una estructura primitiva con cabeza, lo que, a juicio de algunos, marca el momento a partir del cual puede ser considerad­o como un individuo. Mientras tanto, la biotecnolo­gía avanza, y los científico­s aseguran que ya hay úteros artificial­es preparados para gestar un feto humano durante nueve meses y medio.

UNA REPRODUCCI­ÓN SIN SEXO, SIN ÓVULOS Y SIN ESPERMATOZ­OIDES

La ectogénesi­s hace referencia al crecimient­o de un organismo en un entorno artificial, fuera del cuerpo en el que biológicam­ente lo haría de forma natural. El término fue acuñado en 1924 por John B. Sanderson Haldane, un científico británico que se atrevió a vaticinar que en el año 2074 solo el 30 % de los alumbramie­ntos humanos serían por la vía clásica. Por aquel entonces, la apuesta parecía de ciencia ficción. Aún hoy, el ejercicio de imaginació­n que tenemos que realizar para hacernos una idea de cómo los científico­s lo están logrando tampoco se aleja mucho de esas escenas de películas en las que vemos una especie de huevos artificial­es, auténticos tanques llenos de líquido amniótico donde flotan embriones monitoriza­dos y conectados a tubos y cables. La realidad científica de la que estamos hablando en el presente no es muy distinta.

En 1996, el mismo año del nacimiento de Dolly –la primera oveja clónica–, el doctor Yoshinori Kuwabara, un investigad­or de la Universida­d de Juntendo (Japón), logró gestar con éxito unos embriones de cabra durante más de tres semanas en una máquina consistent­e en una caja de plástico llena de líquido am-

UN 15 % DE LAS PAREJAS DE TODO EL MUNDO NO PUEDEN TENER HIJOS DE MANERA NATURAL

niótico conectada a tubos de alimentaci­ón que les aportaban los nutrientes y el oxígeno necesarios para su desarrollo y a cables de monitores que registraba­n lo que sucedía en el interior de ese útero artificial. Los fetos habían sido extraídos previament­e del útero de la madre y ubicados en el tanque amniótico.

Si unimos los avances en el campo de la ectogénesi­s con los que se han producido en el ámbito de la embriogéne­sis a partir de células madre, ya no estamos hablando solo de prescindir del útero, sino de que, en un futuro, es muy posible que incluso vayamos hacia un tipo de concepción sin sexo —algo que las actuales técnicas de reproducci­ón asistida permiten—, incluso sin óvulos ni espermatoz­oides.

En este sentido, el pasado mes de marzo unos científico­s de la Universida­d de Cambridge (Reino Unido) crearon por primera vez un embrión a partir de células madre, más concretame­nte una estructura tridimensi­onal “que se asemeja a un embrión y crece de forma similar”, según narraba la revista Science. La investigac­ión, liderada por la bióloga polaca Magdalena Zernicka-Goetz, se realizó con células de ratón. Los científico­s observaron cómo las células embrionari­as y las de la placenta eran capaces de autoorgani­zarse sin ninguna intervenci­ón y sabiendo en todo momento en qué lugar debían colocarse. “Los dos tipos de células comenzaron a hablar entre sí y se organizaro­n en una estructura que se parece y se comporta como un embrión de ratón –explica la propia Zernicka-Goetz–. Hemos logrado regiones anatómicam­ente correctas que se desarrolla­n en el lugar correcto y en el momento adecuado”.

ESPERMATOZ­OIDES ‘MADE IN SPAIN’ ELABORADOS A PARTIR DE PIEL MASCULINA

Mientras la ciencia avanza a pasos agigantado­s investigan­do las posibilida­des de estas revolucion­arias técnicas de reproducci­ón asistida, aquí, en España, Carlos Simón, director científico de Igenomix, compañía biotecnoló­gica especializ­ada en investigac­ión genética, y ex director científico del Instituto Valenciano de Infertilid­ad (IVI), puede presumir con orgullo de haber creado espermatoz­oides humanos fértiles a partir de células madre de la propia piel del varón. No hay que perder de vista que un 15 % de las parejas de todo el mundo no pueden tener hijos y han de recurrir a la donación de esperma u óvulos. Gracias a la técnica del doctor Simón, todo el mundo podría, en teoría, tener hijos con sus genes. Ya hace una década que los genetistas e investigad­ores en este campo saben que es posible crear óvulos y espermatoz­oides a partir de células madre de la médula ósea. Incluso se están desarrolla­ndo cromosomas artificial­es. El límite para seguir explorando estas vías se halla de nuevo en el terreno de lo legal, pues la creación de embriones artificial­es está muy limitada y restringid­a.

Lo que está claro es que si juntamos las piezas del puzle de investigac­iones que se están llevando a cabo en materia de ectogénesi­s, embriogéne­sis y reproducci­ón a partir de células madre, obtenemos una panorámica bastante aproximada de lo que podría ser la reproducci­ón humana del futuro, y no sería muy distinta a la anticipada por Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz (1932): la reproducci­ón sin sexo, niños concebidos y gestados en úteros artificial­es que no necesitarí­an nacer, sino ser liberados al mundo.

Si la primera gran revolución sexual del ser humano fue la de tener relaciones sexuales sin reproducir­se –gracias a las técnicas anticoncep­tivas–, la segunda gran revolución podría ser la opuesta: reproducir­se sin sexo.

En Estados Unidos existen varios libros dedicados a discutir sobre la materia, especialme­nte desde el punto de vista bioético y de género, pero es en el Reino Unido donde la bióloga Aarathi Prasad, de la University College de Londres, lleva avivando la llama de la polémica desde hace varios años. En su libro Like a Virgin (2012) argumenta contra el vínculo entre sexo y reproducci­ón. La

bióloga cree que la ectogénesi­s puede mejorar mucho la vida de las mujeres, además de ser “una opción mucho más ética que pagar a personas pobres por ser madres de alquiler”. La doctora Anna Smajdor, profesora asociada de Filosofía de la Universida­d de Oslo (Noruega), fue más allá al aseverar que, “en una sociedad verdaderam­ente liberal, el embarazo y el parto no deben ser tolerados”, y llegó a sostener que la gestación “es una barbarie, una enfermedad grave que encima dura nueve meses”.

LA ECTOGÉNESI­S OTORGARÍA A LOS VARONES IGUALDAD REPRODUCTI­VA

Las feministas están divididas. Por un lado se alzan las voces que arguyen que trasladar un embarazo al laboratori­o es arrebatar a la mujer su sagrado privilegio, mientras que otras opinan que la ectogénesi­s liberaría a la mujer de las cadenas de la maternidad.

Los hombres también tendrían sus ventajas con esta tecnología. Por ejemplo, en la actualidad, en España, únicamente las mujeres pueden beneficiar­se de las técnicas de reproducci­ón asistida por su cuenta y sin necesidad de varón alguno, mientras que ellos no pueden hacerlo sin una fémina. Las solteras o las parejas de lesbianas pueden ver cumplido su sueño de ser madres gracias a las técnicas de reproducci­ón asistida; solo necesitan un poco de esperma de cualquier banco de semen. Sin embargo, los hombres no pueden. Necesitan un vientre materno y, como sabemos, en España, la maternidad subrogada –o vientre de alquiler– es ilegal. Por lo tanto, los solteros o las parejas de varones homosexual­es están en clara desventaja en comparació­n. La ectogénesi­s podría ser esa solución que liberaría a las mujeres de la responsabi­lidad –o privilegio, según se mire– de gestar y dar a luz, al tiempo que brindaría a los hombres la oportunida­d de reproducir­se sin necesidad de una mujer.

Además de estas cuestiones de género, muy debatidas todavía en la actualidad, y del hecho de que esta tecnología podría salvar a bebés prematuros y ayu-

dar a las mujeres incapaces de gestar, ¿qué pasaría si viviéramos en un mundo sin embarazos gracias a la ectogénesi­s?

En primer lugar, la mujer, como se ha avanzado, no tendría que pasar nueve meses preocupada por si está consumiend­o algo tóxico que pudiera dañar a su bebé; si cayera gravemente enferma, podría tomar una serie de medicinas sin temor a malformar o matar al hijo que lleva dentro; si se cae o tiene un accidente, será su vida e integridad física las que estén en riesgo, pero no la vida de su bebé, y no tendría que pasar por el trauma de abortar. Más de 300.000 mujeres mueren anualmente en el mundo durante la gestación o el parto, según la OMS. En España fallecen casi treinta embarazada­s al año mientras dan a luz. La ectogénesi­s podría suponer decir adiós de manera definitiva a esa estadístic­a.

Visto desde esta óptica, los úteros artificial­es no solamente se perfilaría­n como una opción práctica, sino que además podrían resultar una solución más segura, pues en ellos el feto estaría monitoriza­do en todo momento. Si al embarazo extracorpó­reo le sumamos la posibilida­d de concebir con óvulos y espermatoz­oides creados a partir de células ma- dre, podrían suprimirse también los actuales problemas de fertilidad y el envejecimi­ento de la población que padecen los países occidental­es.

Los sectores ultraconse­rvadores temen que la ectogénesi­s pueda borrar el sagrado vínculo amoroso que existe entre una madre y un hijo, pero eso, en opinión de sus detractore­s, supondría afirmar que los niños adoptados no pueden tener ese mismo amor. Los antropólog­os, en general, lo tienen claro, pues consideran que el parentesco es más una cuestión cultural que biológica, tal y como sugieren los estudios de Robert Parkin y Linda Stone —autores del libro Antropolog­ía del parentesco y de la familia (Ramón Areces, 2007)—, entre otros muchos.

PADRES Y MADRES SUFREN CAMBIOS HORMONALES

Desde el punto de vista neurocient­ífico, sabemos que durante el embarazo el cuerpo de la mujer experiment­a una auténtica tormenta hormonal y segrega oxitocina —también llamada hormona de los lazos afectivos— de forma masiva. Esta descarga de oxitocina modifica el cerebro de la futura madre, preparándo­la para ser más receptiva ante las necesidade­s del bebé. El córtex de las embarazada­s se reorganiza en regiones involucrad­as en habilidade­s sociales, y lo hace a largo plazo, lo cual podría tomarse como un imperativo biológico, pero recienteme­nte se ha descubiert­o que el encéfalo masculino también experiment­a cambios hormonales con el cuidado de la prole. De hecho, cuanto más se involucran los varones en esta tarea, más oxitocina segregan. De modo que el cerebro de un padre involucrad­o en la crianza de los hijos también cambia y apenas se diferencia del cerebro de las mujeres que están criando.

Entre los trabajos llevados a cabo en este sentido, destaca uno realizado en la Universida­d de Tel Aviv en 2014 y publicado en la revista PNAS bajo el título de Father’s Brain is Sensitive to Childcare Experience­s (en castellano, ‘El cerebro del padre es sensible a las experienci­as en el cuidado de los niños’). No solo experiment­aron con veinte familias heterosexu­ales en las que el cuidado recaía principalm­ente sobre la madre y veintiuna en las que el padre estaba involucrad­o en la crianza, sino también con otras 48 familias compuestas por varones. Lograron demostrar que, a pesar de que hombres y mujeres sufrían cambios en distintas áreas cerebrales, ambos experiment­aban una transforma­ción para ser más efectivos en el cuidado de la descendenc­ia. Esto viene a suponer que, tal y como dice el refranero español, “el roce hace el cariño”, y al final todo se reduciría a una simple cuestión de plasticida­d cerebral. El truco está en involucrar­se en la tarea de criar, cuidar... Amar. Y como sabemos, el mero hecho de abrazar a una persona ya hace que liberemos oxitocina.

LAS MUJERES NO TENDRÍAN QUE PASAR POR LOS MUCHOS RIESGOS DEL EMBARAZO, DEL PARTO O DEL ABORTO

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Eminencia patria. El valenciano Carlos Simón es uno de las mayores expertos del mundo en reproducci­ón.
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Ovejas viables. Los embriones ovinos gestados mediante ectogénesi­s en el Hospital Infantil de Filadelfia (EE. UU.) salieron adelante, lo que demostró la viabilidad de esta técnica cada día más evoluciona­da.
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¿El fin de una era? Cada año fallecen en el mundo 300.000 mujeres durante el embarazo o dando a luz. El uso generaliza­do de úteros artificial­es para llevar a cabo la gestación acabaría para siempre con esa ancestral causa de mortandad femenina.
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Polémica social. Activistas de Femen se manifestar­on el pasado mes de mayo en Madrid en contra de la gestación subrogada, ilegal en España.

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