Los últimos días de los Romanov
Una de las leyendas más extendidas sobre el final de los zares era que Anastasia, la cuarta hija de Nicolás II y de la zarina Alejandra, había sobrevivido a la ejecución. A lo largo del siglo XX varias mujeres pretendieron incluso ser la princesa. Pero Simon Sebag Montefiore, autor de la biografía Los Romanov, lo considera imposible. La familia imperial había sido confinada por el sóviet en la Casa Ipátiev, la residencia de un comerciante de Ekaterimburgo, en los Urales. El 17 de julio de 1918 un grupo de bolcheviques dirigidos por Yákov Yurovski irrumpió en la mansión y los fusiló. Lo que ocurrió, según Montefiore, es que cuando todos los Romanov yacían ya muertos, Anastasia aún se movía. Los disparos no la alcanzaron del todo, porque llevaba un corpiño con diamantes cosidos para que no se los robaran. Piotr Yermakov, uno de los autores de la ejecución, trató de matarla a bayonetazos, “pero erró sus golpes”. Como “la muchacha gritaba y luchaba”, Yermakov “sacó una pistola y le disparó en la cabeza”.
¿QUIÉN LO ORDENÓ? Aunque el organismo que ejecutó el fusilamiento del zar fue el sóviet de los Urales, aún se discute si la orden partió de Lenin y de su entonces máximo colaborador Sverdlov. Si fue así, los líderes bolcheviques tuvieron buen cuidado de no ordenar el asesinato por escrito y de mantenerse al margen de la correspondencia. Pero lo cierto es que “incluso durante la guerra civil rusa (1917-1923), Lenin se revelaría como un maníaco del control que intentaba delegar la menor cantidad posible de asuntos a los camaradas locales, así que resulta impensable que dejara una decisión tan trascendental en manos de unos provincianos”, concluye Montefiore.