Ciencia en peligro de extinción
Los convenios internacionales preservan ciertas zonas del espectro electromagnético para uso exclusivamente astronómico. Una de ellas se encuentra entre los 1.400 MHz y los 1.427 MHz, donde se halla la línea de 21 cm del hidrógeno neutro, que permite estudiar la formación estelar y la distribución de la materia en las galaxias. Eso sí, está colocada entre dos bandas reservadas para los móviles, cuyas necesidades son cada vez mayores.
También está casi perdida la zona en la que los astrónomos registran las radioemisiones de Júpiter. Observar al gigante gaseoso entre la cacofonía de señales de las emisoras de radio y TV es prácticamente imposible.
Acorralados. Los agujeros negros, cuásares o galaxias activas emiten en una amplia banda que comienza en los 5 GHz y que los radioastrónomos comparten con los dispositivos de geolocalización y otros satélites.
De 22 Ghz a 24 Ghz tenemos la zona de emisión del agua y el amoniaco, con las que se estudian las nubes moleculares y que resultará clave para la búsqueda de vida en otros planetas. Pero justo ahí nos encontramos con los radares anticolisión de los futuros coches inteligentes. La astronomía submilimétrica, importante para estudiar las moléculas del medio interestelar, trabaja por encima de los 100 GHz. Se prevé que a partir de 2019 los operadores de telecomunicaciones empiecen a exigir una parte de ese pastel.