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Métodos para identifica­rte online: dos mejor que uno

Ya no basta con una simple contraseña. Ponérselo un poco más difícil a los hackers con otras comprobaci­ones puede salvar nuestros datos e intimidad.

- Por Marta Peirano

Hay tres formas de autentific­ar nuestra identidad: con algo que uno sabe –como una contraseña–, con algo que uno tiene –una llave– o con algo que uno es –una huella digital o una cara–. La primera fórmula es la más habitual: usamos passwordsp­ara acceder a nuestros correos, a las cuentas en las redes sociales y a los servicios online. Recurrimos a ellas para proteger los móviles y ordenadore­s, para desactivar la alarma que protege nuestros hogares. Y, sin embargo, son las más fáciles de piratear.

Alguien puede adivinar nuestra clave sabiendo quiénes somos, pero también sacarla a base de fuerza bruta con la ayuda de un ordenador. Si tiene cuatro dígitos y solo consta de números –lo más habitual en los cajeros– es posible averiguarl­a en 9 milisegund­os. Con las de diez letras se puede tardar casi cuatro meses, salvo que la palabra sea

contraseña y el pirata informátic­o use una base de datos de claves habituales. En el top10 están siempre 12345, password, 1234admin y qwerty. La segunda clase resulta difícil de hackear, pero más fácil de robar: alguien puede sustraerno­s la llave o podemos perder la tarjeta. Y, por último, tenemos los sistemas de identifica­ción biométrica, que incluyen una simple foto, la huella digital o nuestra cara. Este tipo de autentific­ación se pone en entredicho cada vez que se introduce en un dispositiv­o con buen margen de mercado.

Lo recomendab­le es combinar dos o más

métodos. Por ejemplo, la tarjeta del banco con foto incluye algo que sabes –el pin–, algo que tienes –el objeto de plástico– y algo que eres –tu cara–. Hablamos del factor de autentific­ación tres o multifacto­r (MFA). En los últimos años, Apple, Twi er o Google han introducid­o un factor dos (2FA) añadiendo al tradiciona­l sistema de login y contraseña el envío de un SMS. El usuario bien debe introducir un código diferente cada vez o bien confirmar que es él quien trata de entrar en su propio correo.

Este sistema tiene inconvenie­ntes. Para empezar, te obliga a entregar a la compañía el número de teléfono, y el SMS no es el más seguro de los sistemas. Pero en un contexto en el que usamos el

e-mail para centraliza­r nuestras comunicaci­ones con el banco, llegar a acuerdos con clientes o mantener conversaci­ones íntimas y personales, puede evitar males mayores. Porque no todos los hackers son genios; a veces, ofrecer un poco más de resistenci­a soluciona el 80% de los problemas.

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