DE GAZA AL CIELO
Pese a las importantes trabas que supone el bloqueo israelí de su territorio, los gazatíes están llevando a cabo numerosas iniciativas para impulsar el conocimiento científico sobre el universo.
Kaun —‘existir’, en árabe— es también el término asignado a la palabra universo, esa bóveda infinita cuya contemplación ha despertado tanto interés científico como espiritual durante la historia. En el mundo árabe, las ciencias del espacio siempre han estado unidas en armonioso matrimonio con los estudios teológicos. Para los árabes, la contemplación se proyecta desde el corazón hacia las estrellas, de las que Dios se sirve para hablar y guiar al ser humano.
“Tenemos allá arriba un espacio abierto que nadie puede encerrar o bloquear. Un espacio lleno de cosas que descubrir. Una ventana a fuentes de conocimiento”, afirma la joven gazatí Afnan Al-Ostaz, que se ha convertido en la primera física en recibir una beca de estudios en el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Una oportunidad que, sin embargo, pasó veloz como una estrella fugaz: sin poder salir de Gaza, AlOstaz se contenta con seguir trabajando como profesora en la universidad y coordinar iniciativas como la de Embajadores de Marte, un proyecto financiado por la Unión Astronómica Internacional (UAI).
“El objetivo principal es crear una base astronómica en Palestina y difundir la conciencia científica (en general) y astronómica (en particular). Queremos ense- ñar la historia de la astronomía, desde que el hombre miró al cielo por primera vez hasta los logros más recientes obtenidos por esta disciplina”, explica Al-Ostaz.
Kevin Govender, director de la Oficina de Astronomía para el Desarrollo de la UAI, felicitó por videoconferencia a los participantes en el proyecto Embajadores de Marte durante la ceremonia de clausura. Estudiantes de la rama científica de universidades e institutos, pero también de Literatura o incluso gente totalmente ajena al mundo académico, escucharon atentos sus palabras, entusiasmados.
“El mayor obstáculo que hemos tenido es el limitado presupuesto. Tampoco contamos con mucho material. Dependemos de los telescopios del profesor Baraka”, añade Al-Ostaz.
DEJAR UN TRABAJO EN LA NASA PARA IRSE A GAZA A DIVULGAR LA CIENCIA
El profesor Suleiman Baraka, doctor en Astrofísica por la Universidad Pierre y Marie Curie de París, decidió volver a su casa en la franja de Gaza, aunque gozaba de un cotizado puesto en el Instituto Nacional Aeroespacial de la NASA, en EE. UU. Su hijo de once años murió en un bombardeo israelí en 2008, y Baraka decidió dedicar su vida a la divulgación de las ciencias del espacio. Tanto es
“CUANDO OBSERVAN A TRAVÉS DEL TELESCOPIO, LOS JÓVENES ROMPEN CON LAS DISTANCIAS Y LAS LIMITACIONES IMPUESTAS”
así que logró que la Unesco otorgara la cátedra de Astronomía, Astrofísica y Ciencias del Espacio a una universidad de Gaza en 2012. Su campaña fue apoyada por el Instituto de Astrofísica de París, la propia NASA y diversas universidades, entre ellas algunas españolas.
“La astronomía en Gaza es una ventana a la libertad —cuenta Baraka a MUY desde el Centro de Investigación de Astronomía y Ciencia del Espacio de la Universidad de Al-Aqsa—. Cuando observan a través del telescopio, los jóvenes rompen con las distancias y las limitaciones impuestas”.
TELESCOPIOS ESPAÑOLES PARA VER LAS ESTRELLAS DESDE LA FRANJA
Los únicos telescopios y filtros solares que existen en Gaza fueron donados por dos universidades españolas. Al atardecer, varios jóvenes los suelen colocar sobre el césped del campo de fútbol de la universidad bajo la supervisión de Osama Ashanzi, ingeniero de programación y ayudante del profesor Baraka.
“Queremos acercar el espacio a todos los jóvenes y niños de Palestina. Tras ser concedida la cátedra de la Unesco aquí en Gaza, creamos un comité juvenil y el Club de Amantes de la Astronomía, y organizamos los Embajadores de Marte —relata Ashanzi—. Impartimos cursos de astronomía antigua y moderna. También realizamos actividades con los más pequeños. Los niños quieren conectar lo que ven en los libros con la realidad”.
Pero ¿cómo explicar las estrellas de neutrones o los agujeros negros a un público no especializado y con herramientas limitadas? “Para los Embajadores de Marte no ha sido nada fácil —aclara Al-Ostaz—. Hemos trabajado durante meses para verificar el material y corregirlo, evitando el idioma puramente científico, porque aquí participa gente de muy diversos trasfondos sociales y académicos”.
Los organizadores se sorprendieron al recibir más de trescientas preinscripciones, pero solo pudieron aceptar cincuenta, de las que veintitrés eran mujeres, como Maysun. Ella se encarga de la página del proyecto en las redes sociales.
“Yo no tengo estudios universitarios. A pesar de eso, me aceptaron dentro del proyecto —cuenta Maysun con una amplia sonrisa. Y añade—: Formo parte del Club de Amantes de la Astronomía. Traduzco y publico las noticias que encuentro. Lo que sucede fuera de nuestro planeta es fascinante. Desde que era pequeña me ha gustado el universo y ahora por fin estoy más cerca de mi sueño”.
Mohammed, estudiante del tercer curso de Física, desea seguir los pasos del profesor Baraka. Acude a todas las reuniones y no se pierde ninguna ocasión para poder observar el cielo. “La física es una de las ciencias más hermosas, sobre todo la astrofísica”, comenta. “Estamos encerrados —continúa—, pero nadie nos puede impedir ver el cielo, las estrellas, las galaxias o los planetas”.
El empeño de estas jóvenes promesas gazatíes persevera. GATA, el primer desafío tecnológico astronómico en el mundo árabe, ha sido seleccionado como parte de los proyectos financiados por la UAI. Su objetivo: desarrollar contenidos en árabe sobre astronomía y ciencias espaciales a través de diferentes aplicaciones tecnológicas.
TRAS LA PISTA DE UN POETA Y ASTRÓNOMO GAZATÍ DEL SIGLO XIV
La relación de Gaza con la astronomía, que ahora intentan revitalizar los numerosos proyectos mencionados, viene de antiguo: no son pocas las contribuciones que aportó a la ciencia Ibn Zuqa’a AlGhazzi, nacido en Gaza, probablemente en el año 1323. A diferencia de sus coterráneos astrónomos y físicos de hoy, él pudo viajar. Su rico legado sobre geología, medicina y astronomía se estudia en el Departamento de Manuscritos del Ministerio de Awqaf, en Gaza.
“Al-Ghazzi fue un hombre inquieto, fuera de lo normal —explica el docu-
mentalista Abdellatif Abu Hashem—. Muchos sufíes eran perseguidos y destruían todo lo que creaban. Lo que nos queda de sus escritos son copias hechas por escribas a partir de la tradición oral”.
“En su obra El libro de la existencia, Al-Ghazzi escribió en prosa sobre las estrellas, las galaxias, los planetas, los océanos, los árboles y las plantas. Empezó por el metamundo, los ángeles, Dios y su trono”, describe Abu Hashem, destacando que Al-Ghazzi conocía todas las ciencias islámicas de su época.
Para estudiar los manuscritos de AlGhazzi, Abu Hashem encontró una ayuda eficaz, la de la matemática gazatí Huda El-Zre’i. Especializada en análisis numérico, la tarea de El-Zre’i es decodificar el lenguaje que usó el astrónomo para describir las constelaciones, el llamado ta’amiyyah.
“Me ayuda mucho conocer también lingüística y numerología. Los árabes solían aprovechar las matemáticas para realizar combinaciones, permutaciones o adaptaciones lingüísticas —detalla ElZre’i—. Los escritos de Al-Ghazzi son narraciones poéticas. Tenía la capacidad de reducir una extensa explicación en un solo verso. Él no descubrió nada. Él describió”.
¿ES POSIBLE REFUTAR TEORÍAS CIENTÍFICAS CON VERSOS RIMADOS?
Los poemas astronómicos de Al-Ghazzi hablaban, por ejemplo, de dimensiones y distancias, como la que existe entre la Tierra y la Luna. La forma en que describía las constelaciones, dibujando un mapa metafórico, también resulta críptica: “Al Sharateen forman la primera categoría. Sus fondos son de una potente elegancia. Y también la Zoraya (Pléyades), su posicionamiento es la forma de la piel de un tigre o una bola […]”.
Logró plasmar su presentación científica o refutar otras teorías sin romper con ello la rima o la belleza de sus versos, cuya traducción al árabe actual es harto complicada. En español algunos de los términos ni siquiera existen.
“El mundo árabe es famoso por su elocuencia —asegura El-Zre’i—. Incluso era más importante la retórica que la ciencia misma. La terminología estaba basada en la teoría geocéntrica de la época, en Aristóteles. La Tierra era el centro del universo, y había unos 1.200 planetas que habían sido observados desde ella”.
Al-Ghazzi no profundizó mucho en matemáticas, pero usó formas geométricas sencillas para apoyar sus explicaciones. Empleó la ciencia de la enuncia- ción, tal y como se la conoce en árabe clásico, asociando a cada letra un número. “Se divertía con los números, como decía el matemático italiano Fibonacci —afirma El-Zre’i sonriente—. Es cierto que se basaba en cálculos equivocados, porque pensaba que la Tierra era el centro del cosmos, pero, pese a ese coeficiente de error, sus cálculos eran correctos”.
SABERES MILENARIOS, ENCRIPTADOS POR EL LENGUAJE, QUE SE DEBEN DESVELAR
Conforme avanza la investigación, aumenta la fascinación de El-Zre’i y Abu Hashem hacia el astrónomo gazatí, un autodidacta que viajó, recogió conocimiento y lo difundió usando códigos y la hermenéutica. Tenía una capacidad pasmosa y exacta para la concisión de la información. Sin embargo, esto también provocó que el acceso a sus saberes no estuviera al alcance de cualquier persona.
“Llegó un punto en el que pensamos que sería mejor contactar con el profesor Suleiman Baraka —admite El-Zre’i—. Él también ha estudiado las constelaciones. En estos momentos nos está ayudando a descifrar algunos apuntes. La idea es volver a escribir los manuscritos en un lenguaje accesible a todo el mundo”.
“Investigamos palabra por palabra. Dibujamos lo que cuenta —añade Abu Hashem—. Es un trabajo duro, pero merece la pena. Queremos difundir este legado. No solamente en el mundo árabe, eso sería frustrante”.
Desde su despacho, el profesor Baraka, resume el pensamiento de Al-Ghazzi acerca de la necesidad de descubrir y conocer recordando la cita del físico persa Abu Ali Ibn Sina, más conocido como Avicena: “Señor, dame un vida ancha, que no larga”. La vida del sabio Al-Ghazzi fue tan larga –vivió 92 años– como ancha.