No somos nada
Las cifras comparativas lo dejan bien claro: el hombre es poca cosa en este mundo. Apenas ocupa espacio y tiempo en el cosmos, y lo más probable es que no tarde en extinguirse.
Las cifras comparativas lo dejan bien claro: el hombre es poca cosa en el cosmos. Apenas ocupa espacio y tiempo, y acabará por extinguirse.
Para llegar a asimilar cuán insignificantes somos en la Tierra –y no digamos ya a nivel cósmico–, debemos recurrir a una serie de datos estadísticos diversos y analogías que resultan apabullantes. Entonces empezaremos a asumir, solo en parte, lo irrelevante que es la especie humana en comparación con toda la enormidad de lo que la rodea. En los próximos diez puntos definimos el perfil del ser humano y el lugar que ocupa en el mundo.
1 Tiempo
Si calculamos la huella del ser humano en términos cronológicos, entonces también descubriremos que su paso por la Tierra supone apenas un suspiro de esta. Imaginemos que toda la historia del universo, desde el mismo momento del big bang hasta la actualidad, se comprimiera proporcionalmente en un año. La vida en el planeta azul no aparecería hasta el 30 de septiembre; y los primeros primates, no antes del 30 de diciembre.
El Homo sapiens no nacería hasta que solo faltaran veintiún segundos para las 00:00 h del 31 de diciembre, como lo describía Carl Sagan en Los dra
gones del Edén. Y catorce segundos es el tiempo que tiene toda la historia escrita de la humanidad.
2 Espacio
Hay mucho espacio libre, y los humanos apenas lo ocupamos. Ni siquiera es necesario calcular todo el espacio exterior sin humanos, porque si nos ceñimos al espacio disponible en la Tierra, advertiremos que esta casi se nos antoja deshabitada. No nos lo parece porque, vayamos adonde vayamos, casi siempre nos cruzaremos con otras personas. Además, hace ya doscientos años que el economista Thomas R. Malthus nos alertó a propósito de la superpoblación. Aunque las predicciones más alarmistas llegaron en 1970 por parte del biólogo Paul Ehrlich –autor de la obra La explosión demográfica (1968)–, que en un artículo para la revista
The Progressive llegó a afirmar que en la década de los 80 morirían de hambre la friolera de 4.000 millones de personas, en lo que llamó la Great Die-Off (en castellano, la gran muerte final). Por suerte, se equivocó.
Entonces, ¿cómo es posible que la Tierra esté casi vacía de humanos? Porque al referirnos a la superpoblación no hablamos tanto de espacio ocupado como de recursos consumidos. Habida cuenta de la cantidad de recursos de los que ahora disponemos, quizá somos demasiados humanos, pero si nos centramos específicamente en el espacio físico que ocupamos en el mundo, entonces somos poquísimos.
Por esa razón, si actualmente sumamos 7.500 millones de personas en todo el planeta, podemos afirmar que todos nosotros cabríamos holgadamente en la península ibérica. Bastaría con crear una ciudad con la densidad demográfica de Madrid y el tamaño de la península para albergar a todas y cada una de las personas del planeta. Incluso, si decidimos vivir muy juntos unos de otros, podríamos refugiarnos todos en una pequeña sección de 1,6 km de profundidad y 16 km de anchura del Gran Cañón del Colorado. Si lo que preferimos es huir de las ciudades y vivir en un entorno rural, al estilo Heidi, también podemos hacerlo. Como explica el divulgador Randall Munroe en su divertido libro ¿Qué pasaría si...?, todos podríamos habitar individualmente una parcela de dos hectáreas e incluso estar siempre a 77 metros de distancia del vecino más próximo. El problema, con todo, es que no siempre las parcelas serían igualmente acogedoras para todos: “A muchos de nosotros nos tocaría estar en el desierto del Sahara o en la meseta Antártica”. En el Sahara vivirían 450 millones de personas; y en la meseta Antártica, 650 millones.
Si lo que nos preocupa es el impacto medioambiental y debemos escoger uno de estos dos modelos, en opinión del economista Tim Harford, lo más apropiado sería vivir en una o varias ciudades muy grandes, densas y bien conectadas. Tal y como escribe en su libro La lógica oculta de la vida, las ciudades producen más contaminación por kilómetro cuadrado, pero albergan a muchas más personas en menos kilómetros cuadrados: “Encuentra a ocho millones de estadounidenses que vivan en el campo e intenta que quepan en Nueva York con todas sus pertenencias: las salas de juegos, los cobertizos, los coches todoterreno y los muebles de jardín formarían una pila mucho más alta que el Empire State”.
3 Masa
Toda la masa de la humanidad puede reducirse a unos pocos cientos de millones de toneladas, aunque irregularmente repartidos en función de los recursos que posee cada país. Según un estudio publicado en BMC Public
Health con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la masa de las personas adultas del planeta suman 287 millones de toneladas; de los que 15 millones se deben al sobrepeso y otros 3,5 millones, a la obesidad. Por ello, se dan contradicciones como que en América del Norte solo está el 6 % de la población mundial, pero el 34 % de la biomasa total, debido al incremento de la obesidad entre su población. En Asia, por el contrario, encontramos un 61 % de la población mundial, pero solo el 13 % de la biomasa.
Tampoco pasaría nada si todos nos juntáramos y saltáramos a la vez en relación a la órbita terrestre. Como explica Munroe en su citado libro,
EN LA PENÍNSULA IBÉRICA Cabrían HOLGADAMENTE LOS 7.500 MILLONES DE HABITANTES QUE HOY PUEBLAN EL PLANETA
todos cabríamos en Rhode Island. ¿Y si toda la humanidad, apiñada en este estado, decidiera dar un salto a la vez? “De media, los humanos podemos saltar en vertical quizá medio metro en un buen día. Incluso si la Tierra fuese rígida y respondiese al instante, solo se desplazaría hacia abajo una distancia menor que la anchura de un átomo”. Sea como fuere, estamos hablando de
cifras minúsculas si las comparamos con la masa de otros animales diminutos que nos rodean: los insectos. La Royal Entomological Society de Londres ha estimado que en la Tierra habitan unos 10.000 millones de insectos por kilómetro cuadrado. De hecho, tan solo con centrarnos en las hormigas, ya descubrimos que ellas, en conjunto, tienen una masa superior a la de la humanidad. Una cifra asombrosa si tene- mos en cuenta que la hormiga media tiene una millonésima parte de masa del humano medio; es decir, 0,000065 kilogramos, según cálculos de Bert Hölldobler y Edward O. Wilson en Viaje a las hormigas.
4 Bacterias
Si nos fijamos en criaturas aún más insignificantes, como las bacterias, las cifras son todavía más sonrojantes, porque se calcula que nuestro planeta alberga cien billones de toneladas de bacterias, cantidad suficiente para cubrir todo su superficie de una capa de 15 metros de espesor. Y es que se estima que el número de bacterias total es de cinco nonillones (lo que equivale a un cinco seguido de 54 ceros).
Hay tantas bacterias que hasta los seres humanos son más bacterias que Homo
sapiens, pues superan en número a las células que nos forman en proporción de más de diez a uno. En un solo centímetro cuadrado de nuestra piel, podemos encontrar una media de cientos de miles de bacterias. Y si hay 25.000 genes humanos contenidos en nuestras células, poseemos veinte veces más cantidad de genes no humanos procedentes de estos microbios.
5 Cadáveres
Si quizá no somos muchos seres humanos –vivos–, tal vez sí que sumemos más si contamos a los muertos. Sin embargo, las cifras al respecto aún son más insignificantes.
Anualmente, en Gran Bretaña fallecen 800.000 personas. Tal y como explica Graham Tattersall en su libro Cómo los números pueden cambiar tu vida, solo con que el 30 % de ellos se entierren, supone que anualmente se usan casi dos millones de metros cuadrados en tumbas –240.000 muertos por 8 m2–. Es decir, 560 campos de fútbol al año. El problema con estos cálculos es que, transcurrido el suficiente tiempo, dejamos de ser una entidad unitaria y entramos a formar parte de lo que nos rodea. De hecho, incluso estando vivos, nues
tra idea de identidad es un tanto difusa si nos fijamos en cómo se renueva continuamente nuestro organismo. Es probable que ninguna molécula del cuerpo humano adulto tenga más de nueve años de edad, porque continuamente están siendo reemplazadas por nuevas, haciendo más cierta que nunca la respuesta que da la protagonista de Alicia en el País de las Maravillas cuando la Oruga le pregunta quién es: “Casi no lo sé, señora. Al menos, sé quién era cuando desperté esta mañana, pero me parece que he tenido muchos cambios desde entonces”. Como explica Joel Levy: “Las células de un cuerpo humano llevan ahí, en su mayor parte, menos de un mes; entre las excepciones encontramos las células hepáticas (que viven durante años) y las neuronas (que duran toda la vida)”.
6 Fluidos
Si somos más bacterias que humanos, también podemos afirmar que somos también más agua que carne y huesos. Nada más nacer, el 75 % de nuestro cuerpo es agua, un porcentaje que se reduce ligeramente hasta el 65 % cuando alcanzamos la edad adulta. Esto significa que en un adulto de 75 kg hay una media de 45 litros de agua.
Si sumamos toda el agua de todos los cuerpos que hay en el planeta, redondeando obtendremos unos 337.500 millones de litros. Es una cifra importante, pero irrelevante a nivel planetario, pues solo en el océano Pacífico ya hay 700 trillones de litros de agua. Eso es tantísima agua que resulta imposible de imaginar, así que lo mejor es establecer una analogía, como la que escribe Joel Levy en su libro
100 analogías científicas: “Una persona que bebiese ocho vasos generosos de agua cada día tardaría 350 trillones de días, o 960.000 billones de años, en beberse el Pacífico. Esta cifra equivale a 70 millones de veces la edad del universo”. Es decir, que el ser humano es casi todo agua, pero la Tierra le gana por goleada.
La sangre, el líquido vital, también se queda en poca cosa si la reunimos en
un mismo lugar, como ya hizo el maJ temático John Allen Paulos en su libro El
hombre anumérico: si calculamos que cada uno de los 5.000 millones de habitantes de la Tierra –cifra calculada en 1988, año de la publicación de dicho ensayo– alberga 4 litros de sangre, disponemos de 20.000 millones de litros de sangre humana. Como en cada metro cúbico caben mil litros, hay aproximadamente 20 millones de metros cúbicos del líquido vital. Es decir, que toda la sangre de nuestra especie cabría en un cubo de unos 270 metros de lado. Estaríamos hablando de algo tan grande como un centro comercial. O si volvemos a compararnos con los fluidos de la Tierra: el mar Muerto tiene una superficie de unos 1.000 km2, y si vertiéramos toda la sangre humana en él, sus aguas solo ascenderían dos centímetros.
Todavía quedamos más en ridículo si calculamos el volumen de nuestro flui
do más emocional, las lágrimas. Estudiantes de la Universidad de Leicester (Inglaterra) trataron de calcular qué pasaría si toda la humanidad llorara a la vez, y publicaron sus resultados en el Journal of Interdisciplinary Science Topics. Teniendo en cuenta que somos 7.500 millones de personas y que cada lágrima tiene un volumen de 0,0063 mililitros, todos deberíamos llorar un total de 55 lágrimas por persona para llenar una piscina olímpica, que tiene una capacidad de 2.500.000 litros. Difícilmente lograríamos crear así un mar de lágrimas.
7 Un puñadito de polvo
Como en esencia estamos compuestos de agua, la mayor parte de nuestros elementos constituyentes son oxígeno (43 kg), carbono (16 kg) e hidrógeno (7 kg). A partir de ahí, los elementos ya son casi imperceptibles, según cálculos de Ed Uthman, patólogo de Houston (Texas). Por ejemplo, estamos conformados de 1 kg de calcio y 780 gramos de fósforo. Pero solo 100 gramos de sodio. Y 19 gramos de magnesio. De silicio solo tenemos un gramo. De plomo, 0, 12 gramos. El resto de elementos apenas suman miligramos. Del que menos disponemos es de wolframio: únicamente 20 microgramos (la millonésima parte de un gramo).
Para conocer con más precisión la composición química de nuestro cuerpo, el servicio público de radio y televisión del Reino Unido, o sea, la BBC, ha creado la plataforma The Making of Me and You, que te muestra visualmente desde el número de células que componen el cuerpo hasta el valor en el mercado de todos los elementos que nos constituyen –no más de unos 3.300 euros–, pasando por el peso de la piel o los huesos, o el volumen de gases y excrementos generados a lo largo de nuestra vida. Para establecer los cálculos basta con introducir nuestra fecha de nacimiento, género, altura y peso. Podéis hacer la prueba en el siguiente enlace: bbc.in/1TkljZP
8 Número de especies
Solo somos una especie de las tantas que ocupan el planeta azul, la mayoría de las cuales se extinguirán incluso antes de que sepamos de su existencia. Hasta hace poco se creía que había unos cincuenta millones de especies, pero un nuevo modelo de cálculo más preciso realizado por dos investigadores de la Universidad de Indiana, Jay Lennon y Kenneth Locey, estima que puede haber hasta un billón de ellas, de las que solo conocemos la existencia de diez millones. Es decir, que únicamente conocemos el 0,00001 % de todas las especies que comparten planeta con nosotros. Su estudio se publicó recientemente en la revista científica PNAS.
¿Cómo podemos vivir con tantas especies jamás identificadas? La principal razón es que muchas de ellas no son fácilmente visibles, porque son muy pequeñas, como bacterias u hongos microscópicos. Con todo, la biodiversidad terrestre es tan extraordinariamente variopinta que incluso tenemos muchos animales grandes por identificar. Según un reciente cálculo realizado por investigadores de la Universidad Dalhousie, en Halifax (Canadá), nos quedan por descubrir el 86 % de las especies de fauna y flora terrestres y el 91 % de las marinas.
9 Superficialidad
Nuestra presencia en la Tierra es tan insignificante a efectos de volumen y masa que solo habitamos una pequeña fracción en la parte más superficial de la misma. Si el planeta fuera una manzana, la humanidad, con todos sus túneles y minas excavadas, no se habría adentrado ni a una profundidad más allá de una fracción de la fina piel de dicha fruta.
El orificio más profundo que se ha excavado tiene once kilómetros de profundidad, en la península rusa de Kola. Es un hoyo excavado en 1962 como proyecto científico, cuyo objetivo era el de alcanzar una capa muy profunda de la Tierra. Si hablamos de minas, la más profunda jamás cavada es la de TauTona, situada en Sudáfrica, con cuatro kilómetros hacia abajo. El abismo Challenger, en la fosa de las Marianas, en el océano Pacífico, que alcanza naturalmente los 13 kilómetros de profundidad, es el punto más hondo medido en los océanos. En 2012, el director de cine James Cameron (Titanic, Avatar, etc.) se sumergió hasta los 10.898 metros de profundidad en el Deepsea Challenger, convirtiéndose así en la primera persona en descender en solitario al punto más bajo de la Tierra. Pero aún faltaría mucho para llegar al centro de nuestro planeta, que se encuentra a 3.000 km de profundidad, es tan caliente como el Sol y gira como una peonza. Por eso, no es extraño que el ser humano ni siquiera haya sido capaz de ver nunca el mineral más abundante de nuestro mundo –el 38% del volumen de la Tierra–, compuesto de silicatos, hierro y magnesio, y que se encuentra a partir de una profundidad de 670 kilómetros.
Hasta el año 2014, este mineral ni siquiera tenía nombre porque no se puede bautizar un nuevo mineral sin tener una muestra de él. Sin embargo, desde el espacio nos llegó una diminuta muestra (una millonésima de metro de diámetro) incrustada en un meteorito cuya densidad y composición podrían coincidir con ese mineral jamás visto, y lo pudimos bautizar como bridgmanita.
10 Extinción
Hemos vivido poquísimo tiempo en la Tierra, y solo somos una especie de los millones que hay. Por si fuera poco, las criaturas de este planeta han sido víctimas, y nosotros podríamos serlo próximamente, de una extinción masiva que nos borraría de un plumazo de la historia biológica terrestre.
Estas masacres han sido causadas por supervolcanes o impactos de asteroides, entre otros factores. La primera tuvo lugar hace 443 millones de años, y acabó con el 85 % de las especies. La segunda se produjo 360 millones de años atrás, y supuso la desaparición del 75 %. La tercera, hace 250 millones de años, fue la peor de todas, ya que terminó con el 96 %. La cuarta, que tuvo lugar 200 millones de años atrás, afectó al 80 %. La quinta se desarrolló hace 65 millones de años y, además de extinguir a los dinosaurios, acabó con el 76 % de las especies. La llamada sexta extinción aún está por llegar, y muchos biólogos creen que tendrá su origen en el cambio climático y que sucederá dentro de treinta años. Habrá que cruzar los dedos.
LA LLAMADA SEXTA EXTINCIÓN ESTÁ POR LLEGAR. MUCHOS BIÓLOGOS CREEN QUE SE ORIGINARÁ POR EL CAMBIO CLIMÁTICO Y SUCEDERÁ DENTRO DE TREINTA AÑOS