Las chispas que calientan el cerebro
El neurobiólogo canadiense Jim Pfaus ha demostrado que, cuando se enseñan a hombres y mujeres fotos o vídeos eróticos, además de la amígdala se activan la parte posterior de la ínsula izquierda y el núcleo estriado del cerebro. “El deseo sexual no solo pone en marcha áreas implicadas en la percepción de estímulos sensoriales y emocionales propios; también enciende las estructuras relacionadas con la interpretación de las emociones y deseos de los otros”, escribe en un artículo publicado en The Journal of Sexual Medicine.
CALAMBRE DE GOZO.
Por su parte, la neurocientífica estadounidense Nicole Prause intenta azuzar el deseo mediante la estimulación magnética transcraneal (TMS, por sus siglas en inglés), un método que se usa para tratar dolencias como la depresión y los síntomas del párkinson. Prause aplica una corriente eléctrica de bajo voltaje al encéfalo mediante unos electrodos con el fin de “resetear las ondas beta, debilitar ciertas conexiones neuronales y reforzar otras, lo que puede hacerte más receptivo al sexo”.
En su opinión, esta técnica sirve para cambiar una situación sostenida de baja libido, ya que “si la excitación sexual no se usa, se pierde”. Cuando hace tiempo que no experimentamos placer sexual, el interés por irnos a la cama con alguien entra en letargo. “La TMS busca darle un empujón al cerebro para recuperar esas ganas perdidas”, afirma Prause.