Rituales: algo más que teatro
Puede consistir sencillamente en un juramento, puede acarrear la obligación de pronunciar un discurso, en ocasiones se requiere llevar una vestimenta concreta o vendarse los ojos, o incluso realizar un relato pormenorizado de la propia vida sexual mientras se yace tumbado en un ataúd. Pero no hay ninguna sociedad secreta que no tenga un ritual de iniciación al que los aspirantes deben someterse si quieren entrar en ella como miembros de pleno derecho.
SIMBÓLICO Y SOLEMNE. Este tipo de ceremonias, que se realizan con mucha solemnidad, han incrementado las suspicacias sobre muchas de estas sociedades por lo que tienen de hermetismo, de actos cuyo conocimiento está vetado al mundo exterior. También llama la atención la teatralidad de las mismas, y que esta siga vigente en pleno siglo XXI. Pero su finalidad continúa siendo igual de válida, ya que hacen que el aspirante cobre conciencia de que acaba de entrar en un nuevo mundo, y de adquirir un compromiso para toda la vida. Obligación contraída que se asegura con un juramento de fidelidad a las normas y los valores de la orden.
Y hay más, según explica el sociólogo y filósofo alemán Georg Simmel: “La sociedad secreta se convierte en unidad completa solo cuando el conjunto de sus formas exteriores forman parte del secreto de su actividad e intereses”.
Y hay aún otro motivo: tradicionalmente, las sociedades secretas conferían a sus miembros un grado de libertad, al situarlos fuera de las reglas generales que regían la sociedad. Pero la observación de rituales actuaba como sustituto de esas normas, para evitar que la autonomía otorgada acabara desembocando en anarquía. Un tipo de orden sustituía a otro, aunque algunos quizá lo llevaban un poco demasiado lejos: un libro sobre la constitución y espíritu de los carbonarios dedicaba al apartado de formas para reuniones y ceremonias de admisión la friolera de 75 páginas.