DINOSAURIOS: LA GRAN SAGA DE LOS LAGARTOS TERRIBLES
En los últimos años, han protagonizado series, películas, libros… Hablamos, claro, de los dinosaurios, una denominación que acuñó en 1842 el paleontólogo inglés Richard Owen fusionando los términos griegos deinos –’terrible’, ‘terrorífico’–, y sauros –’lagarto’–. En el libro 300 historias de palabras, dirigido por Juan Gil (Espasa Calpe), se cuenta cómo ya en la Antigüedad aparecieron huesos de aquellas colosales criaturas prehistóricas. En Oriente se creía que pertenecían a dragones.
Pero a partir de 1820, antes de que naciera la misma palabra dinosaurio, se empezaron a clasificar científicamente algunos de sus fósiles. Por ejemplo, los géneros Iguanodon o ‘diente de iguana’, descubierto en 1822 por el geólogo inglés Gideon Mantell; y Mega
losaurus, ‘lagarto gigante’, nombre que dio James Parkinson ese mismo año a unos huesos desenterrados en una cantera cerca de Oxford. Durante mucho tiempo se pensó que eran de un elefante gigantesco.
Desde entonces se han descrito centenares de especies, y algunas de ellas llevan denominaciones, como mínimo, sorprendentes. Por ejemplo, tenemos al Koreaceratops, un género de reptiles nadadores con una única especie cuyos huesos aparecieron hace diez años en la ciudad de Hwaseong (Corea del Sur). Y cuando, en 2013, se descubrieron los fósiles de un gran carnívoro en Birmania, los científicos decidieron bautizarlo Barba
turex morrisoni en honor de Jim Morrison, el vocalista del grupo The Doors, que se autoproclamaba Rey Lagarto. Aunque uno de los nombres más chocantes es, sin duda, el del género Obamadon. Este lagarto poliglifanodonte llamó la atención de los investigadores por sus dientes altos y rectos, como los de expresidente Barack Obama, modelo de una correcta higiene dental.