Un arte nuevo
Aires de cambio soplaron en la cultura popular de 1968. El musical jipi Hair se estrenó en Broadway en abril. El cine de Hollywood, cada vez menos convencional y más crudo, vio caer el código Hays, vigente desde 1934, que imponía severas normas de censura a las películas. Ese año se hicieron La semilla del diablo, de Roman Polanski, o El estrangulador de Boston, de Richard Fleischer. John Wayne estrenó
Los boinas verdes, su visión triunfalista de la guerra de Vietnam que fue recibida con protestas en la puerta de los cines de varios países. Y Andy Warhol rodó su psicowéstern Lomesome Cowboys, por el que fue investigado por el FBI. En EE. UU., uno de los éxitos del año fue
El presidente, que narraba el acceso al cargo de una estrella del rock de veintidós años. Los jóvenes ayudaron a convertir 2001: una
odisea del espacio en un gran éxito, atraídos por el viaje astral de las escenas finales.
En 1968, los Beatles, junto con otras figuras de la música pop, como Donovan, hicieron un retiro en el Himalaya con el gurú Maharishi. En mayo grabaron Revolution, que se publicó en agosto como cara B del single
Hey, Jude. Su autor, John Lennon, expresaba en la canción sus dudas sobre la falta de foco de los movimientos: “Dices que tienes una solución real; bueno, nos encantaría ver el plan”. Los Rolling Stones fueron n.º 1 con
Jumpin’ Jack Flash, aunque la canción mas significativa del año fue Born to Be Wild, de Steppenwolf, incluida en la banda sonora del gran éxito de 1969, Easy Rider.
Desmond Morris revolucionó la divulgación antropológica con El mono desnudo, la pseudociencia alumbró el delirio ufológico ¿Carros de los dioses?, de Erich Von Däniken, y Philip K. Dick publicó ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?