Los malignos y su lado bueno
Incluso los demonizados radicales libres tienen un lado positivo: sin ellos todos los humanos terminaríamos siendo unos glotones obesos. Científicos de la Escuela de Medicina de Yale (EE. UU.) probaron hace poco que, a nivel del hipotálamo, estas moléculas actúan como supresores del apetito. Según publicaban en Nature Medicine, los radicales libres activan las neuronas productoras de melanocortina, la molécula de la saciedad, la que da la señal de stop para detener la ingesta. “Por un lado, nuestras neuronas los necesitan para parar de comer a tiempo, y, por otro, dañan las células y nos hacen envejecer”, reflexionaba David W. Wallace, coautor del estudio.