Asesino venenoso

No todos los radicales libres son de la misma calaña. Entre los más tóxicos se encuentra el superóxido, producto de la descomposición incompleta de oxígeno en agua, y del que derivan todos los demás. Sin embargo, no es tan cruento como el radical hidroxilo (OH), una molécula que arrasa con todo lo que se le ponga por delante. Vive solo unas cuantas fracciones de segundo, tiempo más que suficiente para causar verdaderos estragos. Si da con una proteína o una enzima, la mutila de inmediato, lo que la inhabilita para funcionar.

Además, el OH es capaz de alterar la información genética de las células con peligrosas mutaciones. Las membranas celulares también le tienen hecha la cruz. Lógico si tenemos en cuenta que un solo radical hidroxilo puede generar una reacción en cadena y transformar cientos de moléculas de ácidos grasos –los ladrillos de las membranas– en hidroperóxidos, que al descomponerse producen aldehídos, veneno puro para la célula.