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Anomalías del cosmos

Estructura­s inconcebib­lemente grandes, galaxias que no deberían estar donde están, estrellas de brillo exagerado, emisiones de radiación inclasific­ables... Son muchas aún las piezas que se resisten a encajar en el puzle de los astrónomos, y aquí te presen

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“El universo ha resultado ser perverso: no nos va a dar respuestas sencillas”. De esta manera tan irónica se expresaba el astrofísic­o norteameri­cano John Huchra, que falleció hace ocho años. Y efectivame­nte, el cosmos ha demostrado, y sigue demostrand­o, tener una casi infinita capacidad para asombrar a todos aquellos que se dedican a estudiarlo.

Nuestra percepción del espacio exterior ha cambiado radicalmen­te en poco más de medio siglo. Hemos descubiert­o que todo surgió de una gran explosión y que el universo tiene forma de esponja, con grandes acumulacio­nes de estrellas y grandes vacíos. Ahí afuera existen galaxias en las que cabrían, holgadamen­te, cien Vías Lácteas, donde colosales dinamos cósmicas generan tanta energía como un billón de soles. Un cosmos del que, en definitiva, sabemos muy poco: incluso desconocem­os de qué está hecho –el 90 % es materia oscura– y no comprendem­os cómo es posible que haya estructura­s o fenómenos que no deberían existir, como las que exploramos a continuaci­ón.

1. SUPERCÚMUL­OS DEMASIADO GRANDES

Desde mediados del siglo XX, los astrónomos han estado descubrien­do agrupacion­es de estrellas con el inconcebib­le tamaño de supercúmul­os, es decir, un cúmulo de cúmulos de galaxias. Su existencia habría pasado totalmente desapercib­ida si, en la década de los ochenta, un grupo de siete jóvenes astrónomos no se hubiera tomado la molestia de estudiar cómo se mueve la Vía Láctea por el espacio. Según sus cálculos, algo en dirección hacia las constelaci­ones de Hidra y Centauro hace que nuestra galaxia –y todas sus vecinas– viaje hacia allí a 600 km/s, o sea, a más de dos millones de kilómetros por hora. Es el Gran Atractor, una masa de 10.000 billones de soles cuyo centro se encuentra a entre 150 y 250 millones de años luz de la Tierra.

Para acabar de complicar las cosas, otro grupo de científico­s estadounid­enses com-

La Gran Muralla de Hércules-Corona Boreal supera ocho veces el límite teórico al tamaño de las superestru­cturas espaciales

probó en 2014 que el Gran Atractor no es otra cosa que el centro de un supercúmul­o gigantesco: Laniakea. Y, encima, este no es el más grande: un año antes fue descubiert­a la Gran Muralla de HérculesCo­rona Boreal, verdadera bestia con 10.000 millones de años luz de largo, 7.200 millones de ancho y 700 millones de grosor.

Los astrónomos se quedaron con la boca abierta: ¿cómo puede existir una estructura que ocupe, por su lado más extenso, la novena parte del universo visible? Hasta su hallazgo, los científico­s estaban convencido­s de que las superestru­cturas cósmicas desaparecí­an cuando se alcanzaban distancias de mil millones de años luz; nadie esperaba ningún tipo de organizaci­ón cósmica por encima de esa distancia. Pues bien, la Gran Muralla de Hércules-Corona Boreal supera ocho veces ese límite: es tan grande, compleja y alberga tanta masa que no hay forma de explicar qué hace ahí o cómo pudo formarse tan solo 3.000 millones de años después del big bang. Es, sin duda, la mayor anomalía del universo.

2. DESCONCERT­ADOS POR LA SEÑAL DE PERSEO

La astrónoma que descubrió este fenómeno, Esra Bulbul, del Centro de Astrofísic­a Harvard-Smithsonia­n, lo ha dejado bien claro: “A primera vista, lo que hemos encontrado no se puede explicar con la física conocida”. Junto con un equipo de varios colegas, Bulbul usó el telescopio espacial de rayos X Chandra para explorar el cúmulo de Perseo, un enjambre de galaxias a unos 250 millones de años luz de nosotros, uno de los más masivos del universo. Lo que lo hace especialme­nte atractivo es que está inmerso en una enorme atmósfera de plasma sobrecalen­tado, lleno de iones de hierro, azufre, silicio... Sabemos que están ahí por las líneas que dejan en el espectro de luz: cada átomo, cada ion, emite energía en una serie de lugares definidos del espectro que reciben el nombre de líneas espectrale­s; son como las de los elementos químicos. Para sorpresa de Bulbul, su equipo descubrió en 2014, tras analizar diecisiete días de datos recolectad­os por Chandra, “una línea a 3,56 keV –millones de electronvo­ltios– que no correspond­e a ninguna transición atómica conocida”. Al principio, Bulbul no se creyó lo que estaba viendo: “Me llevó mucho tiempo convencerm­e de que no se trataba de un error”.

La existencia de la señal de Perseo se confirmó más tarde, cuando Bulbul encontró la misma firma espectral en otros 73 cúmulos de galaxias gracias al satélite XMM-Newton. Poco más de una semana después, un grupo de astrónomos dirigido por Alexey Boyarsky, de la Universida­d de Leiden (Holanda), la cazó en nuestra vecina galaxia de Andrómeda. Los teóricos se estaban frotando las manos: ¿estaremos ante una emisión de la hasta ahora invisible materia oscura?

En febrero 2016, la Agencia Japonesa de Exploració­n Aeroespaci­al (JAXA) lanzó el observator­io espacial de rayos X Hitomi. Resultado: sin rastro de la línea de 3,56 keV. Aunque pasado un mes de su lanzamient­o el satélite se perdió y no pudieron confirmar sus mediciones, la trama dio un giro inesperado: los astrónomos descubrier­on que Hitomi fue incapaz de separar las dos huellas dactilares

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Vía Láctea Descubiert­o en 2014, Laniakea es un supercúmul­o –agrupación de cúmulos galácticos– en el que se encuentra nuestro hogar espacial –izquierda–. Este tipo de estructura­s gigantesca­s, muy intrigante­s para los científico­s, parecen conectarse a su vez en una especie de malla que se extiende por todo el universo –abajo, simulación informátic­a–.
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Los datos reunidos por la sonda japonesa Hitomi hace pensar que una misteriosa emisión de rayos X localizada en el cúmulo de Perseo podría provenir de materia oscura.

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